Obligados por el empeoramiento de la economía, Alberto Fernández y Cristina Kirchner se reunieron varias veces durante la quincena que siguió a la renuncia de Martín Guzmán. Muchos calificaron el incipiente acercamiento, entre festejos cautos, como una “tregua” después de meses de tajante distancia. En el transcurso de esos días, a pesar de las advertencias del Instituto Patria sobre la fragilidad de la relación, en la Casa Rosada se ilusionaron con que el mejoramiento perdurara. Pero esta semana, algunas señales empezaron a poner en duda, también en el albertismo, la continuidad de la aproximación.
La principal evidencia negativa es que, a pesar de que el dólar llegó a los 338 pesos y aumenta a un ritmo cada vez más vertiginoso, los máximos dirigentes del espacio más duro del Gobierno se muestran preocupados por temas muy alejados de la coyuntura más caliente. Los alfiles de ese espacio se dedican a denunciar, en cambio, intentos de proscripción electoral de la vicepresidenta, que a su vez se enfocó en apuntar contra la Corte Suprema, justo el día en que el blue rozaba los 300 pesos.
En el círculo presidencial perciben la prolongada reserva como una muestra de desconfianza del cristinismo y de La Cámpora. No sólo con respecto al plan económico de Silvina Batakis, sino también sobre la determinación del primer mandatario de mantener la sintonía con el espacio mayoritario. Con esa inquietud en mente, algunos funcionarios fieles al primer mandatario le recomendaron vehementemente para que comunicara un respaldo claro a las denuncias de Cristina Kirchner contra un sector de la Justicia. Alberto Fernández dudó durante las primeras horas, pero, ante la insistencia de sus consejeros, finalmente se decidió a brindarle un gesto de apoyo a través de una serie de tuits, que no tuvieron respuesta desde el Senado.
En Balcarce 50 no sólo ven muestras adversas en el sector duro, sino en la postura del propio Presidente. Los inquietó el discurso que hiló el miércoles en la localidad bonaerense de Pila, ante una decena de intendentes, concejales, y dos de sus aliados más cercanos: la diputada nacional Victoria Tolosa Paz y el ministro de Obra Pública, Gabriel Katopodis. Durante un asado, según pudo reconstruir Infobae, a pesar del pedido explícito de los jefes municipales para que empezara a dedicarse exclusivamente a una agenda conciliatoria y “positiva”, Alberto Fernández volvió a aludir al conflicto y se defendió de las acusaciones del pasado, con una referencia a la famosa frase de Cristina Kirchner sobre los “funcionarios que no funcionan”.
Si bien en el círculo del Presidente aseguran que no tuvieron repercusiones negativas de parte del Instituto Patria sobre ese mensaje, están convencidos de que el relato de los presentes llegó a los oídos de CFK, y creen que es “imposible que lo haya recibido bien”. El problema, consideran, es que al manifestarse en esos términos frente a una decena de dirigentes, Alberto Fernández sabía que “se filtraría”. “A pesar de que se lo piden todos, parece como si no pudiera dejar atrás la sensación de impotencia. Pero es necesario que lo haga, por el bien del frente”, sostuvo, inquieto, uno de sus colaboradores.
La alerta sobre la debilidad de la tregua tiene más fundamentos. Hasta anoche, nadie en Gobierno ni en el Senado podía confirmar que el jefe de Estado, que se encuentra en Paraguay para participar de la cumbre del Mercosur, y la vicepresidenta se hubieran reunido esta semana, o que existan planes de que eso ocurra. Si no se vieran, representaría una interrupción con respecto a la dinámica inaugurada después del 2 de julio, cuando volvieron a hablar a partir de la renuncia de Guzmán. Pero aún hay esperanzas: en las últimas semanas los encuentros reconciliatorios entre las cabezas del Ejecutivo se mantuvieron en reserva hasta varias horas después de que sucedieran, pero terminaron trascendiendo.
En un sector de la Casa Rosada se aferran a la posibilidad de que la tregua se mantenga en los términos que sea. Si bien, dicen, preferirían un apoyo explícito de CFK en el peor momento de la economía, están relativamente cómodos con la reserva kirchnerista. Sobre todo cuando la comparan con el vendaval de severos cuestionamientos al que los sometieron los líderes K durante largos meses, con mayor énfasis desde el acuerdo con el FMI.
Los motivos de la fragilidad de la tregua, diagnostican, se relacionan con un origen que consideran forzado. “El problema es que él no fue convencido a la charla, sino empujado por la crisis que precipitó Guzmán y por el grupo de los propios que ven que sin un acuerdo con el kirchnerismo no se puede (gobernar). Aparentemente no se termina de convencer”, reflexionó un alfil del Presidente, que citó como principales promotores del diálogo al secretario de la Presidencia, Julio Vitobello, y a la de Legal y Técnica, Vilma Ibarra.
Aunque la interna, que se manifiesta también en las presiones de movimientos sociales afines al Gobierno, y, sobre todo, su repercusión en la economía, siguen siendo las principales preocupaciones de Alberto Fernández, recientemente el kirchnerismo pareció virar la mirada hacia afuera de la coalición oficialista, como se vio en la convocatoria que hicieron Cristina Kirchner y su mano derecha en la Casa Rosada, Eduardo “Wado” de Pedro, en sendos discursos a lo largo de las últimas dos semanas.
Sin embargo, tanto Alberto Fernández como sus soldados se mantuvieron al margen, inclusive anteayer, cuando, por lo bajo, funcionarios de La Cámpora, y, en público, el gobernador bonaerense Axel Kicillof, reflotaron la incipiente iniciativa en el tembladeral de la corrida. Si bien prefieren evitar una confrontación en público, la Casa Rosada desestima que la iniciativa sea un plan real. Piensan que es meramente discursiva y la consideran inviable, en especial por el previsible rechazo, luego puesto de manifiesto en Juntos por el Cambio. “No hay chances de que se concrete. Si es que nació, la idea nació muerta. Hablar de eso y ver cómo nos rechazan sólo suma más derrotas al Gobierno”, dijo un colaborador del Presidente, desganado.
Por lo pronto, en el Ejecutivo aguardan por nuevos gestos de parte de las cabezas del Frente de Todos. El Presidente ya dio el primer paso, al respaldarla una vez más en su cruzada contra los ejecutores de “lawfare”. Ahora esperan un aval concreto de parte de Cristina Kirchner, quien recluida en el Senado adoptó, al menos por el momento, un perfil bajo. De la sintonía entre ambos dependerá, en buena parte, el margen de maniobra del Gobierno en la peor crisis desde que el Frente de Todos asumió el poder.
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