Alberto Fernández decidió mantener, en el inicio de una nueva semana de crisis, un discurso defensivo con la mira fuera del Frente de Todos. El viernes había apuntado contra los “especuladores”, ayer disparó contra la oposición. Sin embargo, su principal preocupación apunta a sumar apoyo político en un frente interno que se complica a pesar de la tregua con Cristina Kirchner.
Los movimientos sociales y los sindicatos, tanto los kirchneristas como los más cercanos a la Casa Rosada, no dieron señales de que estén dispuestos a mermar la presión sobre el Ejecutivo. Mientras que la CGT mantiene en pie su marcha para el 17 de agosto. Y la mayor parte de los gobernadores del PJ, que ayer faltaron a la convocatoria del jefe de Gabinete, Juan Manzur, para que escucharan a Silvina Batakis, se muestran reticentes a dar apoyo político al Presidente y a su nueva ministra en el peor momento.
En Balcarce 50 están intranquilos. Saben que, nuevamente, se avecina una semana complicada en las calles. Por un lado aguardan los resultados de las reuniones deliberativas que mantendrán los movimientos sociales afines y la izquierda. Por otro, esperan ver la convocatoria de las protestas ta programadas. El miércoles está prevista una marcha de los sectores alineados con el kirchnerismo, cuya principal voz es la del titular del Movimiento de los Trabajadores Excluidos (MTE), Juan Grabois, que se mostró desafiante a Batakis desde el primer día. Esas expresiones de malestar se sumarán a la base de malestar que ya dejaron asentada las movilizaciones del jueves pasado.
Ese día, llamativamente, hubo convergencia, por momentos, entre el Polo Piquetero de Eduardo Belliboni, y la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP) que conduce el referente de Movimiento Evita, Esteban “Gringo” Castro. Si bien los “cayetanos”, cercanos a Alberto Fernández, marcaron diferencias con la izquierda dura, la sinergia giró en torno a la “solidaridad” por los “amedrentamientos” en Jujuy.
En la Casa Rosada temen que las coincidencias se multipliquen en los diálogos previstos para mañana. Esta semana, Belliboni anunció que irá a la provincia que maneja el jefe de la UCR, Gerardo Morales, justamente, para conversar con los dirigentes de las organizaciones vinculadas con el oficialismo, un gesto político que no pasó desapercibido en el Gobierno. Hay conciencia en el albertismo de que está latente la posibilidad de que pergeñen un plan de lucha conjunto, aunque por ahora consideran los acercamientos mutuos como una manera de presión con pocas chances de concretarse.
Con las manos atadas por el acuerdo con el FMI, sin posibilidades de emitir y aumentar el gasto público como le exige el kirchnerismo, la Casa Rosada piensa cómo contener a esos sectores. Por lo pronto, fuentes oficiales confirmaron ayer que se mantiene en pie la reunión proyectada para el jueves entre Batakis y los movimientos sociales, aunque todavía no está definido el temario concreto, ni el horario. El plan, por ahora, es “escuchar”.
Por su parte, mañana, el ministro de Desarrollo Social, Juan Zabaleta, que pertenece a la órbita de Alberto Fernández, se reunirá mañana con el jefe de Gabinete, Juan Manzur, que por estos días intenta sumar respaldo al Presidente en distintos flancos. Entre los temas a discutir estará el conflicto social, aunque cerca de “Juanchi” tomaban distancia del conflicto más reciente y dijeron que no está planeado mandar representantes de su cartera a la sede de Hacienda pasado mañana. Alegan que el problema de los movimientos sociales, hoy, es de Batakis, que apenas asumió se dirigió a los mercados para calmar la crisis cambiaria y evitó hablarle “al pueblo”, como le reprochan en el espectro de la economía popular.
Mientras el dólar blue se acerca a los 300 pesos en el inicio de la segunda semana de crisis política desatada por la salida de Martín Guzmán, Alberto Fernández sigue evaluando medidas económicas con Silvina Batakis, con quien habla “varias veces por día, todos los días”, según dijeron en la Presidencia. Pero no se definieron, aún, anuncios concretos para frenar la corrida o dar nuevas señales al mercado después de la primera conferencia de la nueva ministra, la semana pasada.
El Presidente se limitó a dar algunas pocas pistas de lo que piensa durante su efusivo discurso en el Museo del Bicentenario, donde inclusive golpeó la mesa e hizo caer una botella. Si hizo referencias a la economía en sentido amplio, deslizó que “hay que ajustar las cuentas públicas” y se refirió, vagamente, al problema del contado con liqui -que ayer subió y dejó el riesgo país en torno a los 2800 puntos- y al dólar turista.
Con dificultades, en el Gobierno tratan de tomar la delantera. Anoche, tarde, en Balcarce 50 aseguraban que nuevos anuncios eran inminentes. Poco después, informaron que extenderían el plazo de la moratoria previsional, una decisión que tomó el Presidente después de reunirse con Fernanda Raverta, la titular de Anses, y miembro de La Cámpora.
Al denso panorama no ayuda, coinciden en el Gobierno, la distancia que marca Cristina Kirchner con las medidas. Si bien habla con el Presidente y con Batakis -que le informa sobre cada paso-, la falta de respaldo público de parte del sector mayoritario debilita al Ejecutivo. Por lo pronto, Alberto Fernández le hizo un guiño el domingo a la vicepresidenta, durante la inauguración de Tecnópolis, donde la elogió por el centro educativo que inauguró en 2011 y del que suele mostrar orgullo. Y el miércoles visitará la Isla Maciel junto a Jorge Ferraresi, el ex intendente de Avellaneda, actual ministro de Vivienda, y uno de los “puentes” entre la Casa Rosada y el Instituto Patria. La última vez que estuvo allí fue en agosto del año pasado, con la vicepresidenta, cuando aún no estaban distanciados. Hay quienes esperan que ese día Cristina Kirchner lo acompañe, en señal de apoyo, más allá de los encuentros privados. Hasta el momento, si se tiene en cuenta que no le dedicó siquiera un tuit al arribo de Batakis, no parece posible.
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