El debut real de Silvina Batakis -no su designación, sino el anuncio de los lineamientos de gestión- fue acompañado por dos trascendidos básicos desde Olivos. El primero: que se trató de un mensaje de ajuste para calmar a los mercados. El segundo: que el silencio de Cristina Fernández de Kirchner es entonces una buena señal de “tregua” interna. El Gobierno vuelve a quedar encerrado así en sus desgastantes círculos propios, porque precisamente los destinatarios del mensaje -es decir, “los mercados”- esperan un gesto directo de la ex presidente para saber con qué sostén doméstico real cuenta la nueva ministra.
No se trata sólo de la actitud asumida por CFK. Tampoco hubo pronunciamientos masivos de gobernadores, dato que destacan conocedores del juego en el peronismo. Esos avales habían sido buscados expresamente para rodear la jura de Batakis y darle un cierre al último capítulo de la crisis en el interior del oficialismo, que expuso especulaciones sobre un rearmado del gabinete. No parece en estas horas un tema agotado. Y se añaden los síntomas de malestar en organizaciones sociales y en la CGT.
La ex presidente puede desconcertar a algunos seguidores, aunque ha mostrado cierta línea luego de la salida de Martín Guzmán -desgastado por la crisis y por el esmerilamiento en continuado del kirchnerismo-, con un aparente segundo plano. Nunca respaldó abiertamente la llegada de Batakis, no asistió al acto de asunción -que intentó exponer una foto de unidad- y ni siquiera la mencionó en su primera aparición pública posterior al cambio en Economía, en El Calafate. Allí cuestionó con dureza al ex ministro por su renuncia, como si fuera un episodio ajeno a su ofensiva política.
Lo que ocurre en estas horas es difundido como un elemento de la delicada paz interna. Y así se proyecta. El punto, precisamente, es el sentido de esa salida de compromiso. Es una tregua cuya existencia depende esencialmente de la voluntad de CFK. Es un trato desequilibrado. La ex presidente ya dejó expuesta su capacidad de “revolear” ministros. Por eso mismo, su reacción es vital para la salud de la nueva gestión en Economía.
¿A qué juega Cristina Kirchner? Fue activado su proyecto personal 2023 y necesita avanzar en esa dirección sin precipitar el abismo para Alberto Fernández. En ese camino, provocó la salida de varios ministros -una lista que no agotó todos los renglones- y desgastó al Presidente en cada uno de sus planes: frenó la articulación de un polo de poder interno fuerte con el peronismo tradicional, rompió los puentes con opositores y borró de la agenda la consigna de la reelección difundida y hasta coreada en actos reservados por el círculo de Olivos.
Las ofensivas previas y la descalificación del plan de Guzmán -básicamente, los compromisos aún algo flexibles con el FMI- colocan a CFK en una posición difícil para manejar los tiempos -muy lejos del año electoral- y colocar los meses próximos en una especie de meseta, con arrastre de debilidad presidencial. Eso, sin asomarse al abismo que proyecta por momentos la combinación de las batallas internas y la gravedad de la crisis económica y social.
Batakis centró sus primeros anuncios en ratificar el acuerdo con el Fondo. En tren de poner énfasis en esos compromisos, pareció proyectar un ajuste mayor al que buscaba manejar Guzmán. Por supuesto, es un interrogante la real instrumentación de medidas en esa dirección. Y también, qué política se dará el Gobierno para contener la inflación. Esta semana se conocerá el IPC de junio, cuando la alarma ya se proyecta a los registros privados por lo que va de julio.
Las explicaciones que hizo circular el Gobierno se restringían a un solo objetivo. “Tranquilizar la economía” y “dar un mensaje a los mercados”, fueron las frases más repetidas. De ese modo se buscó señalar que no hay ruptura sustancial con Guzmán, sino continuidad y más bien profundización de esa línea. Dicho de otra forma: que no está previsto un giro al estilo que supone el kirchnerismo duro.
¿El Gobierno elimina así la incertidumbre? Tendría chances de arranque si las definiciones de la nueva ministra hubieran sido acompañadas de manera explícita por los principales socios de la coalición gobernante. En este punto, el interrogante abierto sobre la posición de CFK remite a sus anteriores y ácidas critica a Guzmán, cuya línea dice sostener Olivos.
Algunos crujidos se escuchan en franjas del oficialismo. Se verá con el correr de los días hasta qué punto llegan y si se expanden. Por lo pronto, los primeros anuncios de Batakis fueron recibidos con críticas por las dos CTA -siempre con recelos mutuos-, Juan Grabois y Pablo Moyano. La cuestión de fondo es si son síntomas aislados o dicen algo más. Desde ya, tienen significado en relación con las organizaciones sociales y con la CGT.
Los movimientos “piqueteros” aliados del Gobierno -aunque con señales de juego propio- enfrentan además la creciente actividad de las organizaciones vinculadas a la izquierda, en particular al PO. Es el caso del Movimiento Evita y Somos Barrios de Pie, que a esa competencia añaden la carga de CFK por el manejo de los programas sociales.
La CGT definirá mañana su posición. Está planteada la idea de una movilización con reclamos frente a la trepada de los precios, hacia fines de este mes o principios de agosto. Sería una manera de transmitir un mensaje de demanda pero dando espacio para aguardar nuevas medidas de gobierno, algún signo de intención “redistributiva”, según la queja acotada de estas horas en algunos socios del oficialismo.
Los tiempos tienen distinto sentido para CFK, los movimientos sociales aliados, los jefes sindicales, los gobernadores. También, los silencios. Y los silencios están sujetos a interpretación. Frente a la profundidad de la crisis, no alcanzaría con un presunto gesto para no entorpecer. Batakis -y otra vez, el Presidente- necesitan sustento político, no cálculo interno. Eso es parte sustancial del mensaje que recibe el mercado, destinatario elegido por el Gobierno en el estreno de la nueva gestión en Economía.
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