Por Sydney P. Freedberg, Nicole Sadek, Brenda Medina, Agustin Armendariz y Karrie Kehoe (ICIJ)
Los taxistas estaban provocando un caos en Marsella, la segunda ciudad de Francia. Dieron vuelta autos, quemaron llantas y cerraron los accesos al aeropuerto y a la estación de tren en protesta contra Uber, la aplicación de viajes más popular del mundo. La acusaban de violar las leyes y la consideraban como una amenaza a su forma de vida.
El martes 20 de octubre de 2015, después de varios enfrentamientos, la Procuraduría Regional finalmente suspendió el servicio en algunas partes clave de la ciudad. Necesitada de aliviar la situación con el gobierno, Uber buscó la ayuda de un ex banquero de inversión, que también era una estrella creciente en el mundo político francés: Emmanuel Macron, entonces ministro de Economía.
“Lo veré personalmente”, escribió Macron por mensaje de texto al lobista jefe de Uber en Europa en la madrugada del 22 de octubre. “Mantengamos la calma hasta entonces”, agregó. Esa misma tarde la Procuraduría Regional de Marsella revirtió su orden, una medida que Uber celebró como un triunfo. “Buena cooperación”, escribió el lobbista Mark MacGann a Macron. “Gracias por su apoyo”.
Este mensaje forma parte de más de una docena de comunicaciones inéditas, que incluye al menos cuatro reuniones entre representantes de Uber y Macron, todas realizadas mientras la empresa enfrentaba investigaciones sobre sus operaciones en Francia y buscaba mantener su presencia allí, según una filtración de nuevos archivos internos.
La información se desprende de The Uber Files, una filtración de 80.000 correos electrónicos de la compañía que fueron obtenidos por el diario inglés The Guardian y compartidos al Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) junto a otros 42 medios asociados, entre ellos Infobae. La filtración incluye mails, mensajes de texto, presentaciones internas y otros documentos entre 2013 a 2017. Era un momento clave para Uber, que irrumpía en las ciudades, forzaba las legislaciones de transporte locales, evadía impuestos y buscaba someter a la industria de los taxis.
Los escándalos de Uber en Estados Unidos, entre ellos el espionaje a funcionarios públicos, y la filtración de los malos comportamientos de sus ejecutivos, ya dieron material para libros, series de televisión e investigaciones periodísticas. Los Uber Files revelan ahora la historia desde adentro que muestra cómo los ejecutivos de la empresa operaron su lobby para transformar a Uber de una empresa emergente de Silicon Valley a un gigante global.
Aunque Uber se presumió como líder de la revolución digital, los archivos muestran que, para impulsar su agenda, adoptó prácticas de la vieja escuela: inyectó millones de dólares en su maquinaria de influencia global para ganarse los favores de políticos, reguladores y otros líderes. Algunos de ellos estaban, a menudo, deseosos de ayudarlos.
“Hasta el momento se ven como agresivos”, dijo el primer ministro holandés, Mark Rutte, al fundador de Uber, Travis Kalanick, en 2016, según apuntes de la reunión que mantuvieron. “Cambien la forma en que la gente ve la empresa” insistiendo en sus lados positivos, aconsejó Rutte. “Esto les hará parecer tiernos”, sugirió.
Esta agresividad, que consiste en penetrar en mercados nuevos sin la aprobación de gobiernos, expuso a sus conductores a la ira de los taxistas, quienes veían su fuente de ingresos amenazada por competidores que no estaban obligados a jugar bajo las mismas reglas. Tanto en Europa y Asia como en Sudamérica, los taxistas protestaron, acosaron a los clientes e incendiaron coches de conductores de Uber.
Algunos ejecutivos de Uber trataron de sacar provecho de la violencia. Hablaron de enviar a la prensa los detalles de un apuñalamiento casi mortal y de otros ataques brutales con la esperanza de dar una mala imagen de los taxistas, según las comunicaciones. Directivos de Uber también buscaron desviar las cuestiones incómodas sobre sus estrategias agresivas de elusión fiscal, ayudando a los países a recolectar más impuestos sobre el ingreso de sus propios conductores, según los documentos.
Los archivos incluyen detalles sobre intercambios y encuentros: un embajador dialogando con un inversionista de Uber en una sauna en Finlandia; un oligarca ruso entreteniendo ejecutivos de la empresa con una banda cosaca, o un abogado de la empresa difundiendo un “manual de inspecciones sorpresas” que indicaba a los empleados los pasos a seguir en el caso de un allanamiento en las oficinas de Uber.
El “interruptor de emergencia”
Los Uber Files también muestran que la empresa utilizó tecnologías sigilosas para frustrar investigaciones gubernamentales de manera mucho más extensa que la previamente reportada. Ejecutivos de la compañía activaron un llamado “interruptor de emergencia” para cortar el acceso a los servidores de la empresa y evitar que las autoridades encuentren evidencias durante los allanamientos a las oficinas de Uber en por lo menos siete países, según los documentos filtrados y fuentes públicas.
Un lunes por la tarde, en noviembre de 2014, la oficina de Uber en París, en un frondoso centro de negocios, recibió a unos visitantes no esperados: inspectores franceses. “Favor de cortar el acceso ahora”, pidió Zac de Kievit por correo electrónico a sus colegas. De Kievit se refería al “interruptor de emergencia” que, cuando se activa, cierra la conexión entre las computadoras y los servidores de la compañía. Este protocolo impedía a las autoridades encontrar documentos sensibles de la empresa. Durante cerca de un año, mientras Uber se expandía por el mundo, la empresa utilizó el interruptor de urgencia para bloquear el acceso de la policía a sus sistemas durante cateos a sus oficinas en Francia, pero también en Rumania, Holanda, Bélgica, India y Hungría.
Para promocionar su empresa, Uber y una firma de asesoría compilaron una lista de más de 1850 “actores relevantes” -servidores públicos en función o retirados, think tanks y grupos ciudadanos- que buscaba sembrar su influencia en 29 países y con representantes de instituciones de la Unión Europea, según muestran los documentos.
Uber también reclutó a un batallón de ex funcionarios, incluyendo a varios ex asesores del presidente Barack Obama. Apelaron a funcionarios para cerrar carpetas de investigación, modificar cláusulas de derechos laborales, diseñar nuevas leyes sobre taxis, y alivianar la supervisión de antecedentes de los conductores.
Los archivos muestran que ejecutivos de Uber se reunieron con Macron, con el entonces primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, la entonces primera ministra irlandesa Enda Kenny y el entonces presidente estoniano Toomas Hendrik Ilves, entre otros jefes de Estado.
Joe Biden, entonces vicepresidente de Estados Unidos, tuvo una reunión con Kalanick en el Foro Económico Mundial en Davos en 2016. Los mensajes muestran que Kalanick se puso impaciente en una ocasión, cuando Biden llegó tarde. “Le dije a mi gente que le hiciera saber que cada minuto tarde será un minuto menos que tendrá conmigo”, dijo el empresario de 39 años a un colega en un mensaje de texto.
Una vez que Biden llegó a la suite del hotel de cinco estrellas, Kalanick le dio su discurso ya muy aceitado. Biden quedó tan impresionado, muestran los archivos, que corrigió un discurso que dio más tarde ese día, cuando celebró el impacto global de la empresa.
Solo una semana después de la reunión de Kalanick con Biden, mientras los taxistas franceses planeaban protestas que se volverían violentas contra los conductores de Uber, el director ejecutivo Kalanick envió un mensaje de texto a sus colegas declarando el posible lado positivo del desorden: “La violencia garantiza el éxito”.
Los ejecutivos de Uber cortejaban a oligarcas vinculados con el presidente ruso Vladimir Putin a través de exfuncionarios de Estados Unidos y el Reino Unido, y pactaron acuerdos especiales con ellos. Estos oligarcas han sido sancionados posteriormente por gobiernos occidentales, en el marco de la invasión de Ucrania.
Jill Hazelbaker, una vocera de Uber, reconoció “errores” y “traspiés” que culminaron hace cinco años en “uno de los ajustes de cuentas más vergonzosos en la historia”. Dijo que Uber cambió radicalmente su forma de operar en 2017, después de enfrentar juicios muy sonados e investigaciones oficiales que desembocaron en la destitución de Kalanich y otros altos ejecutivos.
“Cuando decimos que Uber es una empresa diferente hoy, lo es literalmente: el 90% de los empleados actuales de Uber llegó después que Dara [Khosrowshahi] fuera Directora General” en 2017, dijo Hazelbaker en una declaración por escrito. “No hemos ofrecido ni ofreceremos disculpas por un comportamiento pasado que claramente ya no está en línea con nuestros valores actuales”.
Dijo que Uber ya no ha usado el interruptor de emergencia para frustrar acciones regulatorias desde 2017, y que cumple con las leyes fiscales. Agregó: “Nadie jamás en Uber ha sido feliz por casos de violencia contra un conductor”. La empresa desestimó cualquier sugerencia de que recibió un trato especial de Macron o su gabinete, e hizo énfasis en que ningún empleado actual de Uber ha sido involucrado en las relaciones con oligarcas rusos.
Kalanick renunció bajo presión en 2017, cuando los inversionistas expresaron sus preocupaciones sobre la cultura laboral en Uber, incluyendo las alegaciones de hostigamiento sexual, discriminación racial y bullying. Permaneció como director hasta finales de 2019.
“La pirámide de mierda”
En 2014, Uber ya dominaba el mercado de servicios de viajes en Estados Unidos y aspiraba a conquistar el resto del mundo. Tan solo ese año, repleta de efectivo de inversionistas como Jeff Bezos y Goldman Sachs, la empresa de apenas cinco años penetró en 31 países. Y provocó crisis regulatorias en cada uno de ellos.
En lugar de pasar por el proceso tradicional que consiste en conseguir permisos o en buscar cambios legales y regulatorios en el servicio de taxi, Uber se impuso a la fuerza, destrozando a sus rivales mediante ofertas de viaje con descuentos excesivos, como ocurrió en Buenos Aires, la ciudad que más resistió el desembarco de la plataforma de viajes en la región.
Un caso similar ocurrió en Polonia. Cuando Uber trató de entrar a ese país, por ejemplo, el equipo sostuvo “discusiones extensas” para ver cómo lidiar con la débil ley polaca y regular un servicio de transporte compartido, dijo Bartek Kwiatkowski, entonces consultor de Uber. Los documentos muestran que en 2014 Kwiatkowksi pidió un esclarecimiento sobre el arranque de la plataforma en Polonia. MacGann, lobbista de Uber, le contestó: “Bartek, no hay casos de estudio per se, básicamente Uber arranca y después se desata una tormenta de mierda regulatoria y legal”.
La estrategia de guerrilla generó una serie de retos sucesivos, que los ejecutivos describieron en una presentación como una “pirámide de mierda”. Los distintos pisos de esa pirámide estaban conformados por las siguientes frases anotadas con marcador en una pizarra, desde la base hasta la cima: “Demandas de conductores”, “investigaciones regulatorias”, “procesos administrativos”, y “litigación directa”.
Para superar los obstáculos, Uber construyó una enorme maquinaria de relaciones públicas dedicada al lobby y sus actividades relacionadas, con un presupuesto global de 90 millones de dólares solamente para 2016, según documentos filtrados. Uber hizo suyo el mantra: Es mejor pedir perdón que pedir permiso.
La empresa recurrió a “inversionistas estratégicos”, millonarios con conexiones políticas o influencia mediática para impulsar cambios en sus países. Pensaron en Lionel Messi en Argentina e incluso hubo correos electrónicos internos en 2015 sobre un supuesto contacto con su equipo, pero desde el entorno del futbolista negaron haber recibido algún tipo de propuesta.
Uber también buscó aprovechar a ex funcionarios como Jim Messina, quien fuera jefe de oficina de Obama, que tomó a Uber como cliente. Los archivos muestran que a veces tuvo papeles duales: preguntó, por ejemplo, a un lobbista de Uber si debía hablar de los problemas regulatorios de la empresa en España con el entonces primer ministro Mariano Rajoy, de quien llevaba al mismo tiempo la campaña política. Messina también fue clave en Argentina. Por la buena sintonía entre Obama y Macri, el estadounidense habría entrado en contacto con ministros nacionales.
Colaboraron con esta historia de ICIJ Scilla Alecci, Dean Starkman, Delphine Reuter, Ben Hallman, Jelena Cosic, Fergus Shiel, Mike Hudson, Emilia Diaz-Struck, Miguel Fiandor, Richard H.P. Sia, Hamish Boland-Rudder, Asraa Mustufa, Pierre Romera, Gerard Ryle, Antonio Cucho Gamboa, Joe Hillhouse, Tom Stites, Whitney Awanayah, Margot Williams, Soline Ledésert, Bruno Thomas, Caroline Desprat, Maxime Vanza Lutaonda, Damien Leloup, Adrien Senecat, Elodie Gueguen, Felicity Lawrence, Rob Davies, Jennifer Rankin, Aaron Davis, Robin Amer, Joseph Menn, Douglas Macmillan, Rick Noack, Linda van der Pol, Uri Blau, Dirk Waterval, Karlijn Kuijpers.
Visualización de datos Infobae: Andrés Snitcofsky. Carga de datos: Desiré Santander
Infografías ICIJ: Rocco Fazzari
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