Alberto Fernández tuvo el acto que quería en la CGT para exhibir el respaldo gremial y medir fuerzas nuevamente con Cristina Kirchner, pero recién pudo convencer a los sindicalistas de que valía la pena hacer allí el homenaje a Juan Domingo Perón cuando, antes de su discurso, reunidos en el cuarto piso de Azopardo 802, les dijo lo que hace mucho esperaban escuchar: el Gobierno finalmente saldrá al rescate de las obras sociales para ayudarlas a superar su crisis.
“(José Luis) Lingeri no me va a dejar salir si no solucionamos el tema de las obras sociales”, bromeó el jefe del Estado al mencionar al secretario de Acción Social de la CGT, que insistió ante los funcionarios (hasta ahora infructuosamente) que se apliquen medidas para revertir un déficit financiero que a fines de año llegará a 50.000 millones de pesos.
Ante unos 20 dirigentes gremiales, Alberto Fernández habló de la deuda pendiente del Estado con las obras sociales y afirmó: “Es justo que se resuelva”. Lo aseguró mirando fijo al ministro de Economía, Martín Guzmán, otro de los presentes en ese momento y el responsable de que los fondos que esperan los sindicalistas todavía no hayan llegado a su destino.
Pero, ¿el responsable no es el Presidente? Fue él quien, en diciembre pasado, prometió que giraría a las obras sociales 4700 millones de pesos que faltan transferir de un total de 11.000 millones para compensar las prestaciones por discapacidad en transporte y educación, que representan el mayor porcentaje de gastos del sistema. Ese dinero nunca llegó.
No sólo eso. Fue Alberto Fernández quien habilitó la instancia de negociaciones entre la CGT y la ministra de Salud, Carla Vizzotti, para elaborar medidas dirigidas a superar las cuentas en rojo de las obras sociales. Eso fue en abril pasado. Nada avanzó desde entonces y la ministra sigue respondiendo con evasivas las llamadas sindicales.
Ayer, Alberto Fernández volvió a hablarle más a Cristina Kirchner que a los gremialistas o a los trabajadores. Y este peronismo albertista del siglo XXI es hoy sinónimo de ajuste económico antes que de justicia social. Quedó reflejado en un acto desangelado, con pocos manifestantes en la calle y escasa euforia militante adentro de la CGT, que incluyó un solo bombo, a cargo de Tula (el clásico “bombista” que fue la única conexión con los tradicionales actos del PJ), un video inicial sobre Perón que nunca se vio en las pantallas del escenario (¿una falla técnica atribuible a los gorilas?) y un ministro de Economía que no cantó la Marcha Peronista (ni qué hablar de un gobernador como Axel Kicillof que no aplaudió al Presidente cuando le contestó a la Vicepresidenta por el uso de la lapicera o cuando defendió a los movimientos sociales).
En principio, como anticipó Infobae, hubo ausencias significativas como las de Pablo Moyano, cotitular de la CGT, y otros dirigentes del moyanismo y del sindicalismo kirchnerista (como Mario Manrique, de SMATA, y Omar Plaini, de canillitas, por ejemplo), e incluso tampoco estuvo Sergio Sasia (Unión Ferroviaria), líder del SEMUN (Sindicatos en Marcha para la Unidad Nacional), pero el Sindicato de Camioneros fue representado por su titular, Hugo Moyano, y su hijo menor, Jerónimo, secretario de la Juventud de la federación del sector. Facundo Moyano, secretario adjunto del Sindicato de Peajes, no fue a la CGT, aunque había sido invitado. De la corriente moyanista, sin embargo, asistió Juan Pablo Brey (aeronavegantes).
Fue raro ver en el medio del salón y en absoluta soledad al metalúrgico Antonio Caló, desplazado de su puesto hace tres meses, pero sobre todo porque en la CGT brilló por su ausencia la nueva conducción de la UOM, liderada por Abel Furlán.
Los dirigentes gremiales aplaudieron las palabras del primer mandatario, pero ya no confían en su palabra. A algunos no les gustó que en su discurso, ante un salón Felipe Vallese desbordante, no exaltara con más énfasis el papel del movimiento obrero como la clásica columna vertebral del peronismo o que demorara el reconocimiento de que el sindicalismo, mediante las obras sociales, hizo un aporte clave para la salud de los argentinos durante la pandemia.
Incluso un gremialista, curtido en mil batallas políticas del PJ, resaltó en diálogo con Infobae dos curiosos errores que cometió Alberto Fernández al hacer un extenso relato histórico del peronismo para rendirle tributo a su líder. El Presidente habló de un Perón que creó la “Secretaría de Trabajo y Seguridad Social” cuando, en realidad, se trató de la “Secretaría de Trabajo y Previsión”. Tampoco se le perdonó el recuerdo fallido de que el viejo general, cuando retornó al país, decía de sí mismo que “era un Perón hervíboro” cuando, como se sabe, hablaba de que se había convertido en un “león herbívoro”.
Para otros dirigentes, que pertenecen a una generación que combatió desde los sindicatos a la izquierda peronista, fue extraña la pasteurizada referencia a que Perón “veía una juventud tumultuosa” en los años 70 ya que el fundador del PJ veía y decía cosas mucho peores de esos “imberbes” a los que terminó echando de la Plaza de Mayo (¿parte de esa “juventud tumultuosa” habrá sido la que asesinó al ex titular de la CGT José Ignacio Rucci?).
Son apenas sutilezas para una dirigencia sindical que, más allá de esos errores y “licencias” históricas, apoya casi a regañadientes al Presidente por motivos más drásticos: los está arrinconando ante sus bases porque no encuentra soluciones para una inflación que deja atrasadas las paritarias instantes después de haber sido firmadas ni tampoco les garantiza otro horizonte que no sea una derrota electoral en 2023.
¿Le alcanzará al sindicalismo si esta vez Alberto Fernández cumple su nueva (y enésima) promesa de ayudar a las obras sociales? “Ver para creer”, graficó con pesimismo un dirigente gremial que, luego de empujar desde la mesa chica cegetista la suspensión del acto del Presidente, terminó cediendo ante las presiones del Gobierno para concretarlo, al igual que sus colegas, y es uno de los promotores de una movilización de la CGT para protestar “contra la inflación” que, en los hechos, apuntará a convertirse en una demostración de fuerza dirigida al primer mandatario y a la Vicepresidenta.
“El año 2000 nos encontrará unidos o dominados”, fue una de las frases más célebres de Perón. Claro que cuando la dijo no imaginaba que 2022 encontraría a su movimiento tan desunido y dominado por la más absoluta desorientación.
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