La pelea entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner está dividiendo a la familia peronista y también a la familia sindical. Sobre todo a una: al acto del Presidente en la CGT, que tendrá lugar esta tarde, no irá Pablo Moyano, uno de los cotitulares de la central obrera, pero sí comprometió su presencia su papá, Hugo Moyano, quien concurrirá con su hijo menor, Jerónimo, secretario de la Juventud de la Federación de Trabajadores Camioneros. Será la formalización de una ruptura político-familiar: Hugo y Jerónimo apoyan al jefe del Estado y Pablo está muy cerca de la Vicepresidenta.
Ese era el comentario predominante anoche en la dirigencia cegetista, donde los miembros de la alianza que controla la central obrera (“los Gordos”, los independientes y los barrionuevistas) especulan que el hijo mayor de Moyano, con el que tienen una relación tirante, hasta podría renunciar o ser reemplazado por otro dirigente de su sindicato en el triunvirato de conducción de la CGT (los puestos en el Consejo Directivo pertenecen a los gremios y no a los dirigentes).
Pablo está enemistado con su padre desde el año pasado y la pelea quedó en evidencia el 17 de diciembre, cuando en la renovación de autoridades de la Federación de Trabajadores Camioneros dejó inesperadamente la Secretaría Adjunta y en el secretariado ingresaron otros tres hijos del líder sindical: Hugo Jr., el abogado laboralista, como secretario de Coordinación de Asuntos Jurídicos, Karina como secretaria de la Mujer y Jerónimo como secretario de la Juventud.
¿El motivo del enfrentamiento? Dicen que Pablo comenzó a objetar la administración de la obra social de Camioneros (con sus números en rojo), cuyo gerenciamiento está a cargo de una próspera empresa presidida por la esposa de su padre, Liliana Zulet. Y, además, estalló ante la decisión de sumarlo a Jerónimo, de 22 años y sin experiencia política ni sindical, en múltiples reuniones y negociaciones de altísimo nivel, además de designarlo en la máxima grilla de la federación del sector y de ubicarlo como adjunto de la secretaría general del club Independiente, encabezado por papá Moyano.
Durante el peor momento de la pandemia, Hugo Moyano se acercó como nunca a Alberto Fernández. Lo apoyó públicamente y recibió por parte del Presidente un elogio inusitado: “Es un dirigente ejemplar”, dijo al inaugurar el Sanatorio Antártida, propiedad del Sindicato de Camioneros. Ambos afianzaron su relación a partir de llamadas frecuentes y encuentros privilegiados, como el famoso asado en la Quinta de Olivos al que el sindicalista fue con su esposa y Jerónimo, inmortalizado por una foto de los Moyano al lado del Presidente y su esposa, Fabiola Yáñez, sin barbijo ni distancia social.
El cierre de las listas de candidatos, donde Cristina Kirchner y La Cámpora excluyeron al moyanismo, entre otros sectores, provocó que Pablo se alejara del kirchnerismo y sintonizara mejor con su hermano Facundo, quien renunció a su banca de diputado porque se sentía ninguneado por Máximo Kirchner, por entonces el jefe del bloque del Frente de Todos en la Cámara Baja, y no se resignaba a ser un mero “levantamanos” de los proyectos que bendecía el camporismo.
Todo cambió cuando el Gobierno firmó este año el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), apoyado por toda la CGT, menos por Pablo Moyano, quien advirtió que “en caso de que haya ajuste, reforma o lo que sea en contra de los trabajadores, vamos a estar en la calle”. La agenda del hijo del líder camionero se tiñó de kirchnerista, e incluyó encuentros con Hebe de Bonafini, acercamiento a sindicalistas K y hasta una controvertida reunión con Máximo Kirchner que terminó con la célebre foto de ambos sonriendo y con los dedos en V, que irritó a su papá y a Alberto Fernández.
Hoy, Pablo se siente más cómodo en el espacio kirchnerista: estuvo en primera fila, junto con el diputado y sindicalista K Sergio Palazzo, en el acto de la CTA de Hugo Yasky en el que Cristina Kirchner volvió a cuestionar al Presidente. Todo indica que estará presente este sábado en el acto que la Vicepresidenta encabezará en Ensenada, probablemente con dos de sus dirigentes más cercanos, Mario Manrique (SMATA) y Omar Plaini (canillitas), quienes también integran la CGT.
La mesa chica cegetista, sin los moyanistas, pasó esta semana de suspender el acto de hoy para conmemorar la muerte de Juan Domingo Perón a confirmarlo. El cambio de postura respondió a las fuertes presiones del Gobierno y a la advertencia (casi una amenaza) de que la falta de respaldo de la CGT podría derivar en la caída de Alberto Fernández. Aun así, la dirigencia sindical aceptó siempre y cuando el acto pasara a ser organizado por el PJ y no por la Casa Rosada. Ninguno quería quedar preso de la feroz interna del Frente de Todos, y menos cuando el primer mandatario los condena a una inflación alta y no cumple sus promesas de resolver la crisis de las obras sociales. Ahora ya saben que no podrán evitarlo.
Pablo Moyano no fue invitado al primer encuentro en UPCN donde la mesa chica de la CGT decidió suspender el acto con el Presidente, pero sí lo convocaron y resolvió no ir a la segunda reunión con los mismos dirigentes, en el mismo lugar y la presencia del ministro Claudio Moroni, donde se dio marcha atrás con el homenaje a Perón en la sede de Azopardo 802.
Ahora, el hijo mayor de Moyano ya les anunció a sus colegas que no estará hoy, a las 17.30, en el histórico salón Felipe Vallese de la CGT, donde el único orador será Alberto Fernández. Que sea reemplazado por su papá y su hermano menor no es un dato menor. Se trata de una batalla familiar que se agrava por la interna del oficialismo. Es cierto que los principales jefes del Frente de Todos se acercan al divorcio y, en la separación de bienes, cada uno se quedará con un Moyano. Pero esta especie de acuerdo salomónico preanuncia tormentas políticas y sindicales de alcances todavía imprevisibles.
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