El regreso triunfal de Alberto Fernández desde Alemania, donde participó del G7, quedó opacado por el clima político denso que se instaló en el escenario de inestabilidad financiera -con la suba récord del dólar en el centro de las miradas- que se precipitó por el endurecimiento del cepo a las importaciones. A raíz de la inquietud en los mercados, en las últimas horas se generaron fuertes especulaciones en el Gobierno sobre la posibilidad de que el Presidente decida imprimir, como le viene exigiendo Cristina Kirchner, cambios en el Ministerio de Hacienda que conduce su -hasta ahora- protegido, Martín Guzmán, y en el Banco Central que comanda Miguel Pesce.
En la Casa Rosada los comentarios giraban en la tarde del martes en torno a la permanencia de Guzmán y, con la misma inquietud, sobre un posible desembarco de Sergio Massa en su lugar. El presidente de la Cámara de Diputados presiona con más ímpetu que nunca, desde la semana pasada, para hacerse cargo de Economía y, quizá, otras áreas, en el formato de un “superministerio”. En toda Casa Rosada dijeron que apunta, también, a tomar el control, a través de aliados, del Banco Central y de la secretaría de Comercio Exterior, entre otras áreas clave para el ingreso de divisas en un contexto de escasez.
Mientras tanto, Guzmán se defiende de las críticas y promete que habrá mejoras tangibles en los próximos meses. Espera exhibir una baja en los nuevos números de inflación que se conocerán en agosto, aunque las principales consultoras ubican la cifra mensual en un persistente 5 por ciento. Mienta tanto, para reivindicarse en la ola de presiones lo antes posible, exhibió como un triunfo la buena noticia, que se conoció ayer por la tarde, sobre la cobertura de los últimos vencimientos de la preocupante deuda en pesos.
En la sede del Gobierno, altos funcionarios que dialogan a diario con el Presidente admiten que se está considerando una eyección de Guzmán, y que Massa puede estar cerca del quinto piso de Hacienda. La paciencia se acaba ante el avance del calendario electoral, mientras Cristina Kirchner arma la nueva versión de Unidad Ciudadana en la provincia de Buenos Aires y se divorcia de la gestión.
Sin embargo, también deslizan que es una posibilidad que Alberto Fernández considere al jefe del Frente Renovador para comandar la Jefatura de Gabinete que hoy maneja el gobernador de Tucumán en uso de licencia, Juan Manzur, que desde que se hizo cargo de la coordinación de los ministros tuvo siempre un ojo puesto en la provincia que dejó en manos de su contrincante en la interna local, Osvaldo Jaldo.
Varios funcionarios que responden a Alberto Fernández experimentaban ayer, mientras caía la tarde, una sensación de incomodidad. Se veían nuevamente envueltos por rumores de cambios entre los propios, con el antecedente fresco de anteriores modificaciones a raíz de presiones de Cristina Kirchner, la última contra Matías Kulfas. “Venimos hace dos años y medio así”, se quejó uno de ellos. Y señaló que, si Guzmán tuviera que dejar el rol más caliente del Gabinete, no se debería a la coacción de la Vicepresidenta, sino al “contexto financiero”. “Alberto lo defendió durante casi dos años. Si efectivamente decide que se vaya, ¿es mucho pedirles que sean sensatos y digan que lo decidió el Presidente por el contexto financiero?”, se preguntó, retóricamente.
En Balcarce 50 aseguran que el Presidente todavía no tomó la decisión de incorporar a Massa, ni se atreven a decir exactamente la/s cartera/s de la/s que se hará cargo. Hay quienes aseguran que aún espera novedades positivas del rumbo que marca Guzmán con su política económica. En gran parte porque quiere evitar “quedar como que cede” ante Cristina Kirchner, una vez más.
En tanto, desde el entorno de Massa se pusieron en modo de negación y que el ex intendente de Tigre y el Presidente no conversaron en Munich sobre las internas en el Gobierno, ni sobre eventuales cambios. “En el G7 hablaron de la agenda internacional, nada sobre esto”, sostuvieron. La semana pasada, sin embargo, habían dejado trascender que el tigrense dejaría la Cámara de Diputados si no se le otorga un lugar de relevancia en el Gabinete. Y habían admido que si hubo diálogos sobre la necesidad de “repensar la gestión” durante el anterior viaje que hicieron juntos, a Los Ángeles, para participar de la Cumbre de las Américas, hace dos semanas.
De hecho, después de ese tiempo que pasaron juntos en Estados Unidos se produjo el ¿primer? avance de Massa sobre el Gabinete, cuando Alberto Fernández accedió a nombrar a un hombre de su confianza, Guillermo Michel, en la Aduana. Según pudo saber Infobae de fuentes de Gobierno, se le había ofrecido el Ministerio de Producción que dejó vacante Kulfas, pero Massa lo rechazó. “Él plantea que para hacer un cambio más profundo, no basta con mover figuritas en compartimentos, hace falta más para dar credibilidad”, dicen en el Frente Renovador.
Detrás de las aspiraciones de Massa se esconden, huelga decirlo, sus intenciones de competir por la Presidencia en 2023 desde un puesto ejecutivo y de alto perfil. Aunque en el Gobierno algunos funcionarios se preguntan si no sería un error. “El Ministerio de Economía es una papa caliente, una máquina de dar malas noticias. Le puede salir mal”, sostuvo un importante colaborador presidencial que resiste su desembarco.
A la incertidumbre sobre la continuidad de la estructura del Gobierno se sumó, ayer pasadas las 18, un condimento político picante, cuando desde la Presidencia del Senado dejaron saber a los alfiles presidenciales que Cristina Kirchner acababa de decidir presentarse en un acto en Ensenada, el próximo sábado, para sentar su posición crítica de la administración nacional, una vez más. La última vez fue hace diez días, en el plenario de la CTA de Hugo Yasky, donde disparó con vehemencia contra el gabinete económico y condenó el “festival de importaciones” que permite Alberto Fernández. Después, dejó trascender un inesperado diálogo de tres horas con uno de los principales economistas del establishment, Carlos Melconian, hombre ligado al PRO. El encuentro fue considerado un acto provocador en el ala moderada del Gobierno, eje de cada vez más frecuentes dardos de parte de la ex mandataria. “A esta altura, el kirchnerismo se transformó en un sector que hace oposición desde adentro”, dijeron.
Ante la noticia de la presentación de CFK también prevaleció el malestar en la Casa Rosada, sobre todo porque estaba previsto que Alberto Fernández brindara un discurso, en calidad de presidente del PJ, en el homenaje que realizará la CGT por el aniversario de la muerte de Juan Perón el viernes. Es decir, el día previo. No es la primera vez que la vicepresidenta anuncia una presentación en vivo con horas de diferencia de otra del primer mandatario. “Tendremos que levantarnos temprano el sábado para escuchar su diatriba”, dijo, con hartazgo, un funcionario albertista, consciente de que cualquier plan del Presidente deberá verse sujeto a las definiciones que brinde Cristina Kirchner, con quien el diálogo sigue interrumpido. Hacia la noche de ayer, como publicó Infobae, la CGT había decidido suspender el acto. Los líderes cegetistas estaban molestos porque el Ejecutivo había convocado por su cuenta a la conmemoración en la sede de Azopardo. Pero en la Casa Rosada, con algo de desesperación, seguían haciendo gestiones para mantenerlo en pie. Mientras tanto, Alberto Fernández delibera qué pasos seguir con respecto al Gabinete, cuando los esperados resultados positivos del plan económico se demoran, crece el riesgo país, y sube el dólar. Todo esto acompañado por críticas cada vez más severas, tanto de la oposición de Juntos por el Cambio, como de la facción mayoritaria de su propia fuerza política.
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