Alberto Fernández no da un paso atrás en este tiempo nuevo de crisis del Frente de Todos. Pese a las críticas de Cristina Kirchner y sus leales contra el equipo económico, y las últimas señales negativas de los mercados, el Presidente mantiene en su cargo a los principales apuntados de la Vicepresidenta.
“Están totalmente rarificados en sus puestos”, sentenció un importante funcionario del Gobierno sobre el futuro del ministro de Economía, Martín Guzmán, y el titular del Banco Central, Miguel Pesce, dos nombres propios muy cercanos a Fernández y cuestionados por todo el kirchnerismo desde hace tiempo.
¿Qué dijo Cristina Kirchner en su explosivo discurso? “No nos faltan dólares, están afuera. Y ese es el problema que hoy tenemos. La escasez en dólares y la economía bimonetaria. En realidad, la necesidad de tener dólares para financiar las importaciones -otro problema de la producción- se forma en activos en el exterior”, explicó.
Y siguió: “No es que no haya o nos falten o que la economía argentina no produce. Produce dólares que se evaden de muchísimas formas: importaciones, hay festival de importaciones. El Gobierno debe pensar cómo articular más adecuadamente Banco Central, ministerio de la Producción y la AFIP en la Aduana, porque fija los precios de referencia y controla que no haya sub y sobre facturación. Eso tiene que ser articulado, lo cual no estaría sucediendo”.
Más allá de todos los cuestionamientos, implícitos o explícitos, el jefe de Estado cree en el plan de su ministro de Economía y en las decisiones de Pesce para controlar el escape de dólares diarios. Está convencido que la inflación irá a la baja, tal como se lo aseguró Guzmán, y que el derrame del crecimiento se verá más temprano que tarde.
Cristina Kirchner quiere a Guzmán y a Pasce afuera del Gobierno. No hay punto de acuerdo.
El último discurso de la Vicepresidenta hizo explotar cualquier posibilidad de generar expectativas, el pedido que ha hecho en reiteradas oportunidades el titular del Palacio de Hacienda para “tranquilizar la economía”. La gestión, entonces, se vuelve inviable.
En estos últimos días la economía estuvo lejos de estar tranquila. Ayer el dólar blue volvió a subir. Aumentó cuatro pesos y llegó a $224 para la venta. En lo que va de junio subió un 8,2%. En tanto, los títulos indexados por CER fueron negociados con perdidas cercanas a 3%. El riesgo país volvió a aumentar y cerró en 2245 puntos. El martes había alcanzado los 2201 puntos. Panorama complejo.
Guzmán no se sintió aludido en las críticas que propició Cristina Kirchner el lunes en Avellaneda. Es más, cree que remarcó muchos de los temas que viene sosteniendo desde hace tiempo, como el precio desajustado de las tarifas, la necesidad de administrar las importaciones y que los planes sociales se conviertan en trabajo en forma gradual.
Sin embargo, en Economía saben bien que los duros cuestionamientos de la Vicepresidenta sobre la política y el equipo económico, complotan con la necesidad de estabilidad que tiene el Gobierno. “Lo único que logró con el discurso es afianzar la base electoral del cristinismo, que es la misma que la de La Cámpora. Está consolidando la resistencia en la provincia de Buenos Aires”, sostuvo un funcionario albertista.
En el gobierno nacional no cayeron nada bien las intervenciones de Cristina Kirchner. Aún se siguen tratando de digerir en las pasillos de la Casa Rosada, donde consideran que solo lograron destruir, un poco más, las ruinas del Frente de Todos, una coalición desmembrada y sin rumbo que mira las elecciones del 2023 con absoluta preocupación.
“Lo que hizo Cristina fue ponerle nombre y apellido a los que quiere fuera del Gabinete”, resaltaron en el Gobierno. Saben lo que quiso hacer, pero no moverán a nadie de su lugar. Las críticas quedaran flotando en el aire. No habrá una acción en consecuencia del discurso. “Que sigan los ladridos al viento. Es más importante gobernar”, indicaron en las entrañas peronistas del gobierno nacional.
En el comienzo del fin de semana, Alberto Fernández mostrará dos señales que considera positivas en medio del contexto de crisis política que vive su gobierno, pese a las intenciones de algunos voceros de querer transformar la guerra interna en un debate a puertas abiertas que debería ser considerado normal.
Entre el jueves y el viernes el board del Fondo Monetario Internacional (FMI) aprobará la primera revisión del acuerdo que hizo el gobierno argentino de la refinanciación de la deuda. Al menos, es lo que esperan en Balcarce 50. A principio de junio el staff técnico sostuvo que se cumplieron las metas fijadas para el primer trimestre del año. Si el directorio del Fondo respalda esa postura, el país recibirá el segundo desembolso de U$S 4030 millones.
El segundo hecho político trascendente es su viaje a Alemania para participar de la cumbre del G7. Fernández volverá a mostrar que es bien recibido por la comunidad internacional y que su palabra es la que representa a la mayor parte de Latinoamérica, a través de la presidencia de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). La agenda internacional del Presidente es mucho más positiva que la local.
El Jefe de Estado quiere mostrar que la gestión sigue en marcha y que el camino que está siguiendo es el correcto. Pese a todos los obstáculos que encuentra dentro del gobierno que conduce y el desgaste al que está expuesto su gestión por una inflación que impacta de lleno en el poder adquisitivo y los misiles semanales que salen de las usinas del kirchnerismo.
Además, resiste los pedidos de desplazamiento de Guzmán, pero va quedándose cada vez más solo en ese plan de resistencia. Aparte de su compañera de fórmula, Sergio Massa suma diferencias con la gestión del ministro de Economía y los gobernadores miran de reojo cada una de sus explicaciones.
Pese a todas esas señales contrarias a la continuidad de Guzmán, el Jefe de Estado no tiene dudas sobre su permanencia en el Gabinete. En el Gobierno hay funcionarios que admiten que si Fernández entrega al ministro de Economía, sería su rendición frente a los reclamos de Cristina Kirchner y, en consecuencia, terminaría perdiendo el poder que le queda después de tanta batalla interna.
No se trata solo de economía. En el medio, y frente a la crisis política del Gobierno, también está la necesidad de tener una estrategia para conservar poder y timonear el barco hasta el 10 de diciembre del 2023.
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