Las palabras de Cristina Kirchner conmocionaron al gobierno nacional. Una vez más. Cada vez que la Vicepresidenta lanza misiles sobre la Casa Rosada, el peronismo acelera el ritmo cardíaco como parte de un proceso de enojo, desencanto, sorpresa y desilusión.
A esta altura del 2022, y cuando falta cerca de un año para que se lleven a cabo las próximas elecciones presidenciales, en el Frente de Todos crece, a pasos agigantados, el pesimismo respecto a la posibilidad de mantener unido el espacio para competir frente a Juntos por el Cambio, el principal rival opositor.
“Cada vez que el lío que hay en el Gobierno se calma, aparece ella y pega más fuerte. La estrategia de Alberto de no hablarle parece que la enoja más”, reflexionó uno de los líderes de las organizaciones sociales más grandes, que fueron cuestionadas por la ex presidenta en el acto de Avellaneda del último lunes.
La relación entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner sigue congelada. Está carcomida por una interna sin final, que se profundiza semana a semana y que deterioró la estructura del Frente de Todos. En la coalición aumentó el desconsuelo sobre el futuro político luego del discurso de la titular del Senado. La mayoría de las proyecciones son negativas y difusas.
Dentro el kirchnerismo hay dirigentes que no comparten las formas que tuvo el discurso de la Vicepresidenta. Asumen, en un rasgo autocrítico, que daña al mismo Gobierno que ella integra. Aún teniendo razón en puntos como la necesidad de poner una limitación a las importaciones. Al final del camino, la única justificación que encuentran es que el estilo de CFK es ese. No hay una segunda versión.
“No está bueno este momento. Nos estamos pegando un tiro en el pie todo el tiempo. Hay que tener otro espacio de discusión que no sea a través de los medios de comunicación”, sentenció un importante intendente peronista del conurbano. Ese espacio es una mesa nacional del Frente de Todos, modelo que se intentó llevar adelante en la provincia de Buenos Aires pero que, meses después, se diluyó y quedó únicamente como método de presión hacia Alberto Fernández.
En la Casa Rosada hace tiempo que descartan la posibilidad de institucionalizar la coalición. No está dentro de la agenda presidencial, pese a los pedidos del kirchnerismo y el massismo, donde están de acuerdo en la necesidad de generar una mesa en la que se pueda discutir el rumbo de la gestión y que el pase de facturas K llegue en forma privada, en vez de mediática.
Sin embargo, ya ha quedado a la luz las diferencias que hay dentro de la coalición oficialista y las formas en que se expresaron. En definitiva, los cuestionamientos brutales fueron los que quebraron la alianza en varios pedazos, pese a que la dirigencia ha convertido el discurso de la unidad en un salvavidas que les permite flotar en el mar oscuro de la gestión.
Alberto Fernández respaldó a los movimientos sociales luego de las duras críticas de Cristina Kirchner. Lo hizo público, como no lo había hecho nunca antes. Síntoma claro de un cambio en su estrategia de confrontación con el kirchnerismo. Hasta ahora intentaba amortiguar los golpes reiterativos. Pero en esta oportunidad avanzó defendiendo a un integrante propio de la coalición.
Este martes, en tono moderado, pero firme, ejerció la defensa de las organizaciones sociales. El respaldo tuvo un anclaje en el Movimiento Evita, parte de su base política y de poder, y la principal apuntada por Cristina y La Cámpora. Para el sector del peronismo que esperaba alguna reacción del Presidente, fue una buena señal.
Fernández no cedió ante la presión de Cristina. No dejó pasar el mensaje de su compañera de fórmula y no tiene pensado desplazar a los funcionarios apuntados. Además, no da ningún tipo de señal respecto a una posible reunión que busque la tregua. No está en sus planes. En cambio, en el kirchnerismo, aseguran que ella está dispuesta a sentarse y dialogar.
La moderación del Presidente tiene un lado B en uno de los nuevos voceros del albertismo. En diálogo con Infobae, el dirigente social Luis D’Elía criticó con crudeza a la Vicepresidenta y el espacio político que lidera. “En vez de ser la jefa del movimiento nacional y popular, Cristina decidió ser solo la jefa de La Cámpora”, sentenció.
D’Elía fue más allá y arremetió con absoluta dureza contra la ex presidenta. “El kirchnerismo necesita revisar el pasado. Cuando veo que Cristina tiene tres hoteles que no puede explicar, siento vergüenza. Ella está tratando de boicotear el Frente de Todos. No quiero que nos lleve a la derrota y a la destrucción”, advirtió.
El dirigente social se siente defraudado por la ex Jefa de Estado y su espacio político, y apunta, sin titubear, contra ellos. Reapareció en acción en medio de la guerra dialéctica del sector K contra la Casa Rosada, y se convirtió en unas de las voces más potentes que defienden al Presidente.
Algunos dirigentes cercanos a la Vicepresidenta aseguran que Fernández está cada vez más solo, encerrado en una lógica que ni los propios entienden y que tiene que ver con gobernar apoyado en el plan económico de Martín Guzmán. Convencido de que los resultados son positivos y que la inflación irá bajando lentamente. En privado lo tratan de obtuso. De estar ciego y sin reacción.
Por eso ven la necesidad de que Cristina salga a marcar la cancha y a apuntar cuál la dirección que debe tomar el Gobierno. Lo que no dicen es el daño que le genera al Frente de Todos que la discusión sobre el rumbo de la gestión sea en público y marcando las falencias del propio gobierno que integra.
Un verdadero atentado a la generación de expectativas y confianza. Justamente, lo que Guzmán dice que hay que construir en conjunto dentro de la alianza política. Asegurar que los funcionarios que están no pueden resolver los problemas de gestión que considera la Vicepresidenta, solo sirve para alentar al público propio, generar los aplausos de un auditorio circunstancial y desmarcarse de los resultados económicos actuales.
En el peronismo el pesimismo está cada vez más impregnado. No hay tregua y no hay un futuro claro. La dirigencia política no ve la posibilidad de que la relación entre Alberto y Cristina logre recomponerse y, en consecuencia, advierten que será muy complicada la discusión previa a las elecciones. El momento de las definiciones que marcan la vida del espacio en los próximos cuatro años. El panorama es oscuro y muy poco alentador.
El Frente de Todos está fraccionado. Hecho añicos. Y con todas las piezas en el suelo, se largó el camino hacia las elecciones del 2023. Que la unidad peronista subsista resulta ser, a esta altura del año, una enorme utopía. Solo los puede unir la necesidad de frenar el regreso de Juntos por el Cambio a Balcarce 50. Solo eso.
SEGUIR LEYENDO: