El acto de asunción de Daniel Scioli al frente del Ministerio de Producción, que se realizó ayer por la tarde en el Museo del Bicentenario, tuvo todos los condimentos que se esperaban para un desembarco de alto voltaje. La puesta en escena en la Casa Rosada, donde se toma habitualmente el mando a los nuevos ministros, contó con una cantidad de público inusual y, sobre todo, heterogéneo, con representantes de todo el arco oficialista, del sindicalismo y del empresariado. A pesar de la interna que divide en dos bandos al Frente de Todos, la llegada del ex gobernador logró reunir a la primera plana del “albertismo” -con Alberto Fernández como anfitrión- y del kirchnerismo -sin Cristina Kirchner-, aunque excluyó al tercer miembro fundador del Frente de Todos, Sergio Massa, ofuscado con la llegada de Scioli al Gabinete, que alegó motivos de la agenda legislativa para ausentarse.
El acto había sido planeado, en principio, para el lunes 13, pero durante el fin de semana se postergó un día, y después dos. Los organizadores necesitaban tiempo para el amplio despliegue que demandó el ex motonauta, conocido por sus dotes sociales y el gusto por la pompa política. El tiempo, de todas formas, no alcanzó. Hacia el mediodía, cuando faltaban apenas unas horas para el gran evento, los anfitriones no habían podido repartir la totalidad de invitaciones y unos pocos en la Casa Rosada sabían quiénes serían de la partida.
Finalmente, en el amplio salón del subsuelo de la Casa de Gobierno hubo más de 300 funcionarios, dirigentes políticos, empresariales y sindicalistas: estuvieron la mayor parte de los ministros, incluido el titular de Interior y miembro de La Cámpora, Eduardo “Wado” de Pedro; el gobernador bonaerense, Axel Kicillof; el intendente kirchnerista de La Matanza, Fernando Espinoza; el ex piquetero Luis D’Elía, el empresario Eduardo Eurnekian; el jefe de la Unión Industrial Argentina (UIA), Daniel Funes de Rioja; y los titulares de la CGT, Héctor Daer; Carlos Acuña y Pablo Moyano. Este último, a pesar de acompañar, marcó un reparo. “Esto era necesario. Esperemos que no sea solo para la foto”, dijo a periodistas apostados en el corralito de prensa que se había montado, como es habitual, muy lejos de los dirigentes.
Desde hace diez días, cuando Alberto Fernández lo convocó, Scioli se prepara para un rally de actividades diarias que no frenarán hasta el día de las elecciones presidenciales, es decir, la meta final de su gestión. Se esperan actos, inauguraciones y reuniones, con foco en las Pymes, todos los días, con los fines de semana incluidos. “Daniel se levanta a las 6, lee todos los diarios, empieza a llamar (a su equipo) a las 7 y no para hasta la una”, describió un histórico colaborador del flamante ministro, que conoce bien de madrugadas y cenas con extensas comitivas hasta altas horas en la quinta La Ñata. “Kulfas estaba siempre en la oficina. Ahora va a ser todo lo contrario, Daniel va a pasar el tiempo afuera, recorriendo, en contacto con la gente”, agregó un integrante de su círculo íntimo.
A partir de ahora, iniciará una serie de reuniones frenéticas, que ya tuvieron su antesala en el encuentro con el ministro de Economía, Martín Guzmán, y con el titular del Banco Central, Miguel Pesce. Hoy, como adelantó el propio Scioli ayer en el Museo del Bicentenario, se verá con el ministro de Educación, Jaime Perczyc, y visitará sedes de empresas pyme, en una jornada que funcionará como botón de muestra de la administración de amplio espectro que planea para el próximo año y medio.
Se descuenta que el eje central de su administración, más allá de la producción, sea la comunicación de la gestión. Scioli ya decidió que dirija ese equipo David Kemper, su histórico vocero, que durante los dos primeros años del mandato de Alberto Fernández fue director bajo la órbita de la Secretaría de Comunicación de la Presidencia. Mantendrá a su lado, también, al estratega Carlos Gianella, otro fiel colaborador que también pasó por la Casa Rosada, aunque no tendrá un cargo en el ministerio.
Los armadores de Scioli diseñaban, por estos días, un equipo de trabajo enfocado en la difusión de sus actividades. Pero, por las características demandantes de su forma de trabajo, conocidas por todos en el mundillo político, al nuevo ministro le estaba costando conseguir perfiles aptos y que sean, además, fieles, en un contexto de internas como nunca se vio en el oficialismo. A partir de mañana pondrán el pie en el acelerador para empezar a nombrar técnicos y distribuir tareas. Por ahora, ya hicieron un relevamiento de las instalaciones disponibles en la sede del Ministerio de Producción en la avenida Presidente Julio A. Roca -a una cuadra de la Casa Rosada-, que, repararon con interés, incluyen un auditorio para conferencias de prensa, y donde planean instalar una sala para periodistas.
La candidatura
Todos en el Gobierno dan por sentado que Scioli se postulará como precandidato en 2023, aunque él mismo se encargó de relativizarlo, ayer, en una conferencia de prensa posterior a su asunción. Allí, sin embargo, abordó un abarcativo temario, al estilo de un aspirante al premio mayor. En su entorno no descartan una postulación, aunque se encargan siempre de señalar que la “primera opción” es Alberto Fernández.
En esa misma rueda de preguntas, Scioli se explayó largamente, pero eludió hablar sobre la interna del Gobierno. Tanto con respecto a su posición en la pelea entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner, como sobre el presente de su propia relación con Massa, que resistió su llegada al Gabinete, dicen, por celos porque apuntan al mismo segmento del electorado. Sin ir más lejos, el jefe del Frente Renovador faltó ayer al acto de Scioli, alegando que debía presidir la sesión en Diputados donde se trataba el alivio fiscal para monotributistas y autónomos.
“Yo vine a colaborar con la producción, para que al Gobierno le vaya bien”, fue el resumen de su prolongada respuesta, claramente enfocada en evitar herir susceptibilidades. Fiel a su estilo, Scioli no dejó definiciones políticas, ni marcó su postura en la grieta del FDT, a pesar de que las divisiones están al rojo vivo y de que prometen profundizarse a medida que se acerque el cierre de listas del año que viene.
Si el Presidente no juega por la reelección, dicen en la Casa Rosada, probablemente apoye a su flamante ministro, en un proyecto al que se ya refieren como “el plan D”. Sin embargo, ayer cautivó la atención a algunos de sus colaboradores que Alberto Fernández cerrara la puerta a la posibilidad, que le habían planteado en su entorno, de que el acto se transmitiera por cadena nacional. “Le quiso bajar el tono a su arribo, no quiere que pase lo mismo que con (Juan) Manzur”, dijo un alfil del primer mandatario, en referencia a la rimbombante llegada del jefe de Gabinete post PASO, que tras un mes de ritmo “frenético” se “apagó”, como recuerdan todos en Balcarce 50.
En esa línea se interpretaron, también, otras dos decisiones inesperadas del Presidente en la puesta en escena en el Museo del Bicentenario. Una fue “subir al escenario” a Agustín Rossi, el recientemente nombrado interventor de la AFI, que en rigor no tenía que ver con la designación del día, para, dicen, bajar el protagonismo de Scioli. La otra fue nombrar, en la ceremonia de jura, al predecesor en el cargo, Matías Kulfas, que salió del Gobierno en medio de un escándalo. Y, además, agradecerle por su gestión, a pesar de que hasta ahora sólo había tenido palabras de desaprobación para su amigo, por la denuncia pública que hizo contra funcionarios kirchneristas por la licitación del -aún no iniciado- gasoducto Néstor Kirchner.
De todas formas, en la Casa Rosada admiten que el candidato para 2023 será seleccionado, en última instancia, por Cristina Kirchner. En el Instituto Patria, claro, acuerdan. Hoy, la gran pregunta central es por el perfil del postulante que nombrará a dedo la Vicepresidenta. Sus criterios son, naturalmente, un misterio, y no se conocerán probablemente hasta el día que anuncie el nombre. Pero las especulaciones ya están lanzadas.
En el albertismo creen que el perfil del candidato dependerá, principalmente, de las proyecciones de imagen del Frente de Todos. Si se registran posibilidades medianamente certeras de ganarle al postulante de Juntos por el Cambio, creen, apostará a un moderado que le permita abarcar la mayor cantidad de adhesiones. Si las chances se desdibujan, consideran, encabezará la lista con un kirchnerista que garantice el apoyo de los propios, para asegurarse ocupar la mayor cantidad de lugares para preparar los cimientos, en el Congreso, de una nueva “resistencia” como la que montó durante los cuatro años de macrismo.
Esta última opción desfavorecería a Scioli, que se presenta como peronista racional, de buen diálogo con los empresarios como con los sindicalistas, como quedó plasmado en su acto de bienvenida. Ayer, el ex gobernador y ex embajador en Brasil buscó dejar en claro que trabajará “para favorecer la producción” y negó tajantemente que esté siquiera en evaluación un cepo a las importaciones para frenar el ritmo de salida de divisas en un contexto de escasez de reservas en el Banco Central. A pesar de que en los últimos días, ante la inminencia de una cifra mensual récord, en el Gobierno crecían los rumores sobre la imposición ciertos filtros con “sintonía fina”. Una frase que utilizó por primera vez Cristina Kirchner durante su último mandato y que sigue vigente en el diccionario económico del Gobierno.
Fotos: Luciano González
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