“Eligió como adversario a Macri y empezó a pegarle. Eso cae bien en la interna. A los más cercanos y a los no tan cercanos. Ordena para adentro y para afuera”. Un funcionario nacional muy cercano a Alberto Fernández describió con esas palabras la decisión del Presidente de avanzar, con críticas impiadosas, contra el ex mandatario de Juntos por el Cambio. Otra vez. Como ya la había hecho en tiempos de campaña.
“Esos ladrones de guante blanco andan dando cátedra de moral y de ética por los medios de comunicación. Estoy esperando que alguna vez un juez los llame y les pida explicaciones por la deuda que tomaron; que expliquen los parques eólicos, la estafa al Correo, la estafa por los peajes”, exclamó días atrás en un mensaje que, aunque no tuvo nombre y apellido, tenía un destinatario muy concreto.
La estrategia de construir el enemigo ejemplar con la figura de Macri se vio interrumpida por la abrupta salida de Matías Kulfas del Gobierno y la aparición de una interna en el peronismo que respalda al Presidente. La división sobre quienes consideran que no debería haberlo echado y quienes creen que hizo bien.
La ofensiva contra el ex presidente había sido lanzada en un acto en Cañuelas donde estuvo acompañado por Axel Kicillof y Sergio Massa, además de Gabriel Katopodis, uno de sus ministros más cercanos y más críticos del macrismo. La presencia del gobernador bonaerense y el presidente de la Cámara de Diputados, quienes también apuntaron contra la gestión de Cambiemos, expuso una línea de cohesión en el Frente de Todos.
Una vez que los distintos socios habían logrado cohesionar una postura, se desató el escándalo por el off del ministerio de Producción contra Cristina Kirchner, la explosiva carta de renuncia del ex ministro y la decisión del Presidente de soltarle definitivamente la mano a uno de sus funcionarios más cercanos. Como tantas otras veces, la interna lo tapó todo.
Hacía tiempo que el Gobierno no alineaba un discurso desmarcado de la interna conflictiva y desgastante que atraviesa el peronismo. Macri fue el punto de unidad. Como lo fue en el 2019, cuando la mayor parte del peronismo se unificó para sacarlo de la Casa Rosada. En la coalición peronista no hay dudas sobre el rol de Macri. “Es el jefe de la oposición”, repiten.
Ese objetivo se cumplió. Pero el correr de la gestión demostró que tuvo gusto a poco. Después de la estrategia electoral había que gobernar con un formato de coalición. Esa dinámica fracasó. Entonces, volver a incursionar en una estrategia del pasado parece una salida para el momento de tensión, pero no un movimiento certero para construir un triunfo en las próximas elecciones.
“Apuntar contra Macri sirve para reafirmar la identidad del espacio”, sostuvo un importante ministro nacional. El ex presidente fue el motivo de la unidad peronista y ahora se convirtió, en forma momentánea, en el punto de acuerdo de la coalición. Respecto a su gestión y su aparición no hay posturas disímiles. Todos coinciden en que hay que impedir su regreso a Balcarce 50. Lo difícil es hacerlo si el Gobierno está quebrado.
Sin embargo, detrás de esa unidad discursiva, que funciona como fachada argumental, hay una alianza desmembrada, sin rumbo uniforme y con una cúpula de poder partida. Las palabras son impactantes y dibujan señales en el aire, pero no alcanzan para subsanar las heridas que tiene el Frente de Todos.
Pese a que hay dirigentes que se muestran optimistas con un posible acercamiento de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, lo concreto es que la relación sigue congelada. Ese estancamiento genera desesperación en el peronismo, ya que ven que las posibilidades de seguir en el poder se diluyen a toda velocidad y mientras Juntos por el Cambio vive una interna feroz con final incierto.
La coalición hierve. Está incendiada. No hay reglas de juego. Tampoco hay rumbo y certidumbre sobre lo que pueda suceder en el corto plazo. La estrategia de poner a Macri en el centro de la escena, como volverá a hacer el Presidente, solo puede cambiar el foco de la agenda, pero no sanar las heridas existentes.
Aunque sin tantos misiles públicos como en los últimos meses, el kirchnerismo mantiene sus duras críticas al plan económico que está desarrollando Martín Guzmán. Y, en consecuencia, a la gestión que avala Alberto Fernández, quien ha dado claras muestras de respaldo a su ministro de Economía. La interna está lejos de terminar. Está disimulada por el silencio.
“¿Qué están haciendo para frenar la inflación? ¿Cuál es el plan? Los alimentos suben descontroladamente. ¿Qué hace el Gobierno para que los precios bajen? Las obras están muy lindas, pero cuando salís a caminar por el conurbano la gente te dice que no le alcanza la plata”, se quejó, con furia, un funcionario kirchnerista.
En el ala K sigue instalada la idea de que el equipo económico no genera buenos resultados. Se reducen las divinas en el Banco Central y no hay respuestas concretas para enfrentar la inflación. Así lo piensan. “Una inflación del 70% nos va a llevar puesto a todos”, exclamó un kirchnerista duro. En ese reflexión se vislumbra la proyección derrotista que existe en el kirchnerismo respecto a las elecciones del año que viene.
Entre los albertistas aprueban la idea de subir al ring a Mauricio Macri. Incluso se lo pedían al Presidente desde hace tiempo. Una jugada similar a la que el propio Macri hizo con Cristina Kirchner durante su mandato. Empujar al centro de la escena al líder opositor que tiene mayor imagen negativa y que puede, con su alta exposición, desordenar la discusión interna del espacio al que pertenece.
“Es el mejor enemigo. Siempre hay que tener un enemigo y poder elegirlo es importante. Tiene la pero imagen negativa de Juntos por el Cambio”, sentenció un legislador de ala albertista. En el Gobierno entienden que les conviene que Macri tome un rol preponderante en la coalición opositora y que coquetee con la idea de competir para regresar a la Casa Rosada.
¿El motivo? Es uno de los dirigentes opositores con mayor imagen negativa, su gestión ya fue castigada en las urnas y su decisión de influir en la vida interna de Juntos por el Cambio generó rispideces entre los propios. En la alianza opositora se discute sobre el futuro rol de Macri. No pasa desapercibido y mantiene a todos en alerta.
En el Frente de Todos hay visiones encontradas respecto al futuro de Macri. Hay quienes creen que subió su perfil y levanta el precio de algunos candidatos propios para ganar poder en la interna y condicionar el crecimiento de Horacio Rodríguez Larreta. Pero que, al final del camino, sabe que no es el mejor candidato y no competirá el próximo año.
Otros piensan que está decidido a jugar su famoso segundo tiempo y que lo quiere hacer buscando un acuerdo con los libertarios. Especialmente, con Javier Milei, el polémico diputado que sigue creciendo en las encuestas y que se mantiene en una campaña electoral permanente, donde ya dijo que está a favor de la libre portación de armas y que la venta de órganos “es un mercado más”.
“Un valor importante de la unidad es que no vuelva Macri. Nunca se bajó del ring. Después tenemos que gestionar y lograr que la gente viva mejor. Para eso hay que bajar la inflación y mejorar los salarios.”, reconoció un ministro en el final de una semana marcada por las críticas al ex presidente. La gestión tiene que dar resultado. Ese es el punto. Sino habrá un final anunciado en el 2023.
En el acto de reencuentro entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner, que se llevó a cabo ayer en Tecnópolis, ambos apuntaron contra el ex presidente. Incluso, la ex Jefa de Estado presentó un video en el que aparece el ex ministro de Economía Nicolás Dujovne explicando, en el inicio de la gestión macrista, que Argentina era uno de los países del mundo más desendeudados.
Macri es el vértice de la unidad ficticia. Porque a esta altura de la gestión no hay unidad creíble. En el Gobierno reconocen que la metralleta de críticas suma más de lo que resta en la vida interna, pero que no alcanza para cerrar la grieta. “A esta altura nada alcanza”, reconoció un colaborador del Presidente.
¿Por qué? Porque el Fernández sigue sin marcar un rumbo definido y sin motorizar la construcción de una estructura que equilibre el potencial territorial del kirchnerismo. Vive surfeando los coletazos de las discusiones internas de la coalición, donde no hay paz y en donde sienten que la alianza no tiene destino, y solo debe seguir rodando hasta que lleguen las elecciones.
Dentro del peronismo los que están más defraudados con el Presidente son los dirigentes más cercanos. Que, al mismo tiempo, son los que se mantienen en la trinchera defendiéndolo de los cuestionamientos K. No se alejan, pero tampoco confían en que lleve adelante el proceso político que esperaban. Hacen la plancha mientras analizan posibles opciones sobre cómo continuar cuando llegue el tiempo electoral.
La estrategia de poner a Macri en el centro del ring ya fue condicionada por un nuevo estallido de la interna del Frente de Todos. Un escándalo más dentro del Gobierno y una decisión de Alberto Fernández que divide a los propios entre el respaldo y los cuestionamientos. El apellido del ex presidente y su gestión no pueden tapar el caos interno que tiene el peronismo en el medio de su gobierno.
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