El discurso de Alberto Fernández en defensa de los regímenes dictatoriales de Venezuela, Cuba y Nicaragua que pronunció ante Joe Biden en Estados Unidos y la presentación en el Congreso de dos proyectos de ley -un nuevo impuesto y la reforma de la Corte a un cuerpo de 25 jueces de provincias- sugirieron esta semana un giro del gobierno a una agenda más propia de Cristina Kirchner que del Presidente.
Después de la crisis que lo acercó al abismo de la ruptura entre el viernes y sábado pasados, Alberto Fernández aceleró el paso y alineó sus políticas con el marco conceptual de la primera mandataria. Críticas a los empresarios por los precios tras la boutade de un supermercadista; avance sobre la Justicia, aumento de la presión impositiva, recrudecimiento de la confrontación con la oposición, principalmente Mauricio Macri, y tensión con Estados Unidos.
La novena Cumbre de las Américas en Los Ángeles, fue el ámbito donde Alberto Fernández unificó en su discurso varias de esas líneas. Se quejó porque las dictaduras más crueles de la región no fueron invitadas a participar de ese foro que tiene, entre sus bases, el respeto por los derechos humanos y por las reglas de la democracia. Atacó al FMI, la OEA, el Banco Interamericano de Desarrollo y responsabilizó al gobierno de Trump por los padecimientos de los argentinos.
“Pasó del ah, pero Macri al ah pero Trump. Fue un discurso cargado de ideologismos, donde los intereses de Argentina quedaron relegados a ser el furgón de cola de México. Alberto Fernández le hizo el trabajo a Andrés Manuel López Obrador”, aseguró un experto en relaciones exteriores que trabaja para un sector de Juntos por el Cambio.
Entre las perplejidades que mencionó se destaca que en la OEA, Cuba no es miembro pleno, Nicaragua anunció su decisión de irse, y Venezuela está representada por el enviado del presidente encargado Juan Guaidó. Además, cada una de las autoridades de organismos multilaterales que Alberto Fernández criticó fueron votadas y elegidas por mayoría de los integrantes de cada de una de esas instituciones: “Responsabilizó a EE.UU., le habló a Biden como si fuera el dueño de esos organismos y quiso ponerse en igualdad porque tuvo antes a Trump y él a Macri”.
En el Congreso
“La oposición se va a mantener unida. Va a ser muy difícil que pasen esos proyectos”. La definición, pronunciada por una de las principales figuras de la oposición que se anotó hace ya tiempo en la carrera presidencial tuvo con la aprobación de la boleta única papel una nueva significación. Se refería esa fuente calificada al Impuesto a la Renta Inesperada y a la provincialización de la Corte Suprema, piezas legislativas que fueron interpretadas por un amplio sector de la oposición, principalmente, como la muestra de una conversión. “Son proyectos que se entienden por la interna. Son más de Cristina que de Alberto”, completó un segundo interlocutor que trabaja para otro candidato.
La clave de la aprobación de la Boleta Única de Papel es que mostró que la oposición está en condiciones, como ya lo hizo antes, de tener unidad para aprobar una iniciativa en contra de los intereses del gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner o para bloquear aquellos que los beneficien.
Pero también, expuso su debilidad. Sin la asistencia de Sergio Massa -presidente de la Cámara y artífice clave de acuerdos para sesionar, o no- y la baja de un diputado neuquino para formar el quórum, la oposición dependió de la libertaria Victoria Villarruel para iniciar el debate.
Con ese antecedente, en el Frente de Todos se animan a soñar en juntar voluntades para aprobar el Impuesto a la Renta Inesperada. Sería el único proyecto controvertido con el que el oficialismo podría quebrar el bloqueo que, para todo lo demás, hay en el Congreso. Los operadores K empezaron a hurgar en el ánimo de los partidos de izquierda y del socialismo. Son los mismos que ya aprobaron Bienes Personales y que le asestaron a la oposición una derrota sorpresiva sobre el final del año pasado. En ese momento, los bloques opositores pensaron tener los votos necesarios para impedir su aprobación.
Por la boleta única, ya el senador José Mayans -el verídico jefe de las dos bancadas del oficialismo- adelantó no sólo que el Frente de Todos se opondrá, sino que ve difícil que se pueda aprobar. Sin apuro para convocar a las comisiones, en paridad de fuerzas y con otros proyectos prioritarios, en la oposición se resignaban a que el proyecto con media sanción llevará un tiempo de trabajo parlamentario.
En la economía, también
Argentina es un país en el que la dirigencia política cree que puede suspender la ley de gravedad y con paciente dedicación, a veces, en economía, lo logra. Consigue la aprobación de su primera revisión del acuerdo con el FMI, se confirma el desembolso de 4.000 millones de dólares; el precio de la soja llega al récord de 650 dólares por tonelada, y la construcción y la industria crecen a una tasa mensual del 5%. Sólo con esos datos, en otro país, los mercados estarían eufóricos, pero acá hubo un derrumbe de los bonos, un aumento del dólar y un pico del riesgo país de 2.000 puntos.
Diego Bossio, titular de la consultora de análisis Equilibra, usa una comparación que pone en perspectiva el absurdo. Ucrania -un país invadido por un sibilino autócrata como Putin, que tiene sus puertos bloqueados y bombardeados, su población sometida al estrés de la guerra y una economía en catalepsia- tiene 2.700. “Estamos como en guerra, pero no”, reflexiona el economista que elabora informes que son leídos con atención por el “círculo rojo”.
Especialistas en finanzas señalan que los malos datos de ayer pudieron estar influenciados por una desinteligencia entre organismos estatales para operar en el mercado. Como en tantas otras cosas, no sería la interna sino ineptitud. Pero ocurre en un escenario donde el Gobierno encuentra cada vez más límites al acceso al crédito en pesos. Los bancos, principales clientes del Estado, ante cada licitación y renovación vienen pidiendo más tasa y menos plazos. Esa incertidumbre sobre el futuro del financiamiento es la que se contagió y provocó el efecto dominó.
A tal punto llegó la alarma que el Banco Central y la ANSeS salieron a comprar deuda que ajusta por CER para sostener sus valores y evitar que colapse la única fuente de financiamiento del déficit que todavía queda en pie y que no sea la “maquinita”, que fabrica más pobres por impacto de la inflación.
Tanto en política exterior como en su acción legislativa y en la economía, el gobierno de Alberto Fernández navega entre la agenda de Cristina y la que impone la realidad.
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