Después de dos semanas de rush mediático, el jefe de Gobierno porteño decidió bajar el perfil y volver a mostrarse enfocado en la gestión de la ciudad de Buenos Aires, bastión y principal activo político. Pero sin descuidar el meticuloso armado con el que quiere llegar, el año que viene, y desde Juntos por el Cambio, a la Presidencia de la Nación.
Horacio Rodríguez Larreta pivotea entre el seguimiento de obras en las calles porteñas, la interna opositora y su proyecto 2023. Consciente de que deberá superar, primero, el filtro del PRO, busca bajar la tensión a los tironeos -imaginarios o reales- con Mauricio Macri, el ex presidente que medita si juega o no; y Patricia Bullrich, la ex ministra decidida a competir por el mismo sillón. Con su equipo habla sobre la sucesión en la provincia de Buenos Aires y en territorio porteño y nombra a los que están en la línea de largada.
“Falta mucho, más de un año, que para Argentina, es una eternidad”, les repite a los que le preguntan la interna y las candidaturas. Lo cierto es que junto a sus conferencias semanales, el jefe de Gobierno cumple con un riguroso circuito de reuniones, cafés, encuentros rápidos y contactos en los que habla de su proyecto de país.
En esos diálogos insiste con que se necesita un acuerdo político que contenga al 70% del sistema político para encarar las reformas que, a su juicio, necesita el país. A ese principio, ahora le agrega que no hay dos caminos, la confrontación y la disputa (resumidas como “la grieta”) versus el consenso y el diálogo. “Hay una única opción, un solo camino posible, porque con la confrontación hay fracaso. La disputa no es alternativa”, advierte.
Se trata de una idea que apunta hacia afuera pero también a la interna de Juntos por el Cambio. Es una propuesta que -ya lo expresó en una entrevista hace 15 días- excluye al kirchnerismo y marca, al mismo tiempo, y señala un límite hacia adentro de la coalición opositora, principalmente a quienes se afirman en la confrontación como estrategia para posicionarse y ganar la elección.
Son definiciones que se dan en momentos en que en Juntos por el Cambio conviven las tensiones propias del PRO y las que tiene la UCR con Mauricio Macri. El choque del ex presidente con el gobernador de Jujuy y titular del radicalismo, Gerardo Morales, por Hipólito Yrigoyen más que una excepción es la confirmación de la regla: la UCR y Macri desacoplan.
Para el jefe de Gobierno, “lo de Macri fue un error, no hubo nada premeditado”. Y despeja cualquier sospecha o interpretación sobre un interés del ex presidente por acordar con Javier Milei, el líder libertario que marcha tercero en las encuestas y que podría empezar a encontrar su techo.
Esta es otra novedad que hay en el equipo de Larreta. “La preocupación más que por Milei es por la aparición de un segundo Milei”. La definición tiene que ver con que el fulgurante ascenso del diputado libertario podría haber encontrado su tope, empujado por sus últimos traspiés mediáticos vinculados a la libre tenencia de armas y la venta de órganos. “Tal vez Milei apareció un año antes. El tema es qué pasa si aparece, tres o cuatro meses antes de las elecciones otro Milei”, reflexionan en el equipo del jefe de Gobierno.
Es que las encuestas y los estudios de opinión pública recogen un enorme descontento social, bronca y frustración por una crisis económica y un deterioro sin fin. Hay un electorado permeable, entienden, para un discurso de ruptura. Los antecedentes de Pedro Castillo, en Perú; Gabriel Boric, en Chile; y Rodolfo Hernández, en Colombia, funcionan como un alerta. Se trata de outsider del sistema político (¿la casta?) que irrumpieron y en cuatro meses patearon el tablero. ¿El sistema político, y sobre todo la oposición, están preparados para enfrentar a otro Milei? Se trata de una incertidumbre que pesa entre los que asesoran al jefe de Gobierno. “La última elección, el año pasado, que es la única encuesta real, ganaron los moderados”, retruca Larreta a ese interrogante.
Esa inquietud es el reverso de una certeza que sostiene Rodríguez Larreta: la unidad. “La votación de la Boleta Única es la muestra de que no hay fisuras. Como tampoco la va a haber si el Gobierno avanza con el Impuesto a la Renta Inesperada o cambios en la Corte. Esa unidad está fuera de discusión”, afirma ante sus colaboradores.
Más aún frente a un gobierno en declive, desarticulado y con una interna que traba la gestión de lo más chico a lo más grande, como se vio con el gasoducto Néstor Kirchner. Con el Frente de Todos dividido, una economía con desequilibrios crecientes, inflación alta y reservas bajas, la hipótesis para la acción política de Rodríguez Larreta es que hay por delante meses de estable mediocridad que exigirá a la oposición moderar la interna.
Es que el “paraguas” de la unidad no sirve para todo y, menos, para la discusión de candidaturas. “Falta mucho”, reitera, aunque tenga nombres, combinaciones y escenarios.
Entre Macri y Bullrich
Larreta transmite que su relación con Mauricio Macri es muy buena y que entre ellos no hay fisuras o distancia. “Hablan y cruzan chat casi a diario”, dicen. No percibe que la presencia en el acto con Patricia Bullrich indique una preferencia. Con un año por delante, considera que el ex presidente no va a resignar su potencialidad como candidato y que sus últimos movimientos van en la dirección de mantener cierta expectativa hasta que, entrado 2023. defina si compite o no.
Al mismo tiempo, elogia que la ex ministra de Seguridad haya desescalado sus últimas críticas, que tenían potencialidad destructiva. No comparte su estilo de campaña pero admite que hay fair play, aunque sepa que las discusiones hacia adentro de Juntos por el Cambio van a ser una constante este año.
Juzga imposible una manual de “buenas prácticas” o un código de convivencia para ordenar o regular la interna. Ya la idea falló en las PASO del 2021, cuando se intentó encontrar un esquema para que no hubiera golpes “debajo del cinturón”. Larreta reconoce que todo el año que queda por delante los peligros de desbordes estarán a la orden del día. Más aún en la previa de la definición de los candidatos, pero que por lo comentado antes, Juntos por el Cambio debe encontrar lógicas de resolución pacífica de los conflictos y las candidaturas.
Para la provincia, el jefe de Gobierno ve compitiendo a Diego Santilli y Cristian Ritondo y no descarta que se sume a esa lista corta Néstor Grindetti, el intendente de Lanús que ayer se mostró con Mauricio Macri, en un acto con indisimulable lectura pre electoral. No ve, por ahora, en el radicalismo un challenger.
En las urnas bonaerenses puede estar la llave para desequilibrar, no sólo en las generales, sino también las PASO que Larreta intuye inexorables, para la que se está preparando a ritmo parejo, y que, por ahora, sólo tiene anotados desde el PRO a él y a Patricia Bullrich. Del lado radical, el propio Morales y Facundo Manes, por ahora, son los dispuestos a lanzarse.
En la ciudad de Buenos Aires, en cambio, hay tres propios y uno “ajeno” en condiciones de disputar su sucesión. El virtual vicejefe de Gabinete, Jorge Macri; y los ministros Fernán Quirós (Salud) y Soledad Acuña (Educación): “Una cosa es ser un gran ministro o ministra y otra ser jefe de gobierno”. Entre sus colaboradores, Rodríguez Larreta admite que entre esos tres puede estar la fórmula completa, con jefa/e de Gobierno y su correspondiente vice para las primarias porteñas. Del otro lado, Martín Lousteau ya confirmó su vocación por competir y pidió, en las últimas horas, una fórmula cruzada con el PRO.
Más allá de los nombres, en el equipo de Larreta entienden que cada rival en Juntos por el Cambio llegará a las PASO con su propio candidato a gobernador y a jefe de Gobierno. Serían, al menos, dos “tiras” completas.
Reuniones
Horacio Rodríguez Larreta mantuvo reuniones ayer con intendentes del PRO de la provincia de Buenos Aires. A ellos les transmitió que está dispuesto a jugar a fondo por su proyecto presidencial, en el que la articulación de un plan integral para aplicar desde el inicio de la gestión es clave. También que para poner en marcha reformas profundas requerirán de ese 70%, que incluirá no sólo el respaldo público de dirigentes del peronismo, sino también la participación misma en un futuro gobierno, que no descarta que incluya la asignación de ministerios. La duda es qué será de ese 30% que queda afuera.
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