(Enviado especial) Alberto Fernández pronunciará hoy su discurso clave en la Cumbre de las Americas, un foro regional convocado por la Casa Blanca que está atravesado por las exclusiones de Cuba, Nicaragua y Venezuela, la crisis inmigratoria que complica la agenda de política de Joseph Biden y las consecuencias económicas y sociales causadas por la guerra de Rusia contra Ucrania.
El Presidente tiene un plazo máximo para hablar de ocho minutos, y ese tiempo deberá sintetizar sus críticas a la exclusión en la Cumbre de los regímenes dictatoriales que lideran Miguel Díaz-Canel, Daniel Ortega y Nicolás Maduro, su preocupación por los movimientos migratorios de América Central hacia los Estados Unidos y la necesidad de encontrar una hoja de ruta que evite la hambruna regional por la suba de los alimentos y la energía empujada por el conflicto en Europa.
Biden fue una pieza clave para lograr el acuerdo de Facilidades Extendidas con el Fondo Monetario Internacional (FMI), y Alberto Fernández tomará ese hecho de la historia reciente para matizar sus críticas a la política exterior que despliega Washington en América Latina.
En este contexto, el discurso presidencial ante la Cumbre de las Americas tendrá los siguientes ejes geopolíticos:
1. Crítica a la Casa Blanca por excluir a Cuba, Nicaragua y Venezuela del foro regional
2. Condena a los embargos comerciales dictados desde Estados Unidos contra los regímenes dictatoriales que operan desde La Habana y Caracas.
3. Cuestionamiento a Biden por sostener la agenda de Donald Trump en la Organización de Estados Americanos (OEA).
4. Preocupación por la ola inmigratoria que avanza desde Centroamérica a los Estados Unidos.
5. Propuesta de hoja de ruta para aplacar las consecuencias económicas y sociales de la guerra en Ucrania.
Los cinco ejes temáticos serán la estructura básica del discurso de hoy de Alberto Fernández, pero aún falta definir su graduación en adjetivos, su peso temporal en el discurso -que no tendrá más de 8 minutos- y su sentido geopolítico con proyección al futuro.
Santiago Cafiero (canciller), Gustavo Beliz (secretario de Asuntos Estratégicos) y Jorge Arguello (embajador en Washington) aportaron los borradores del discurso que el presidente desea pulir en la soledad de sus habitaciones en el hotel Ritz-Carlton de los Ángeles.
Alberto Fernández y Cafiero se inclinan por una presentación crítica de la estrategia regional de Biden, mientras que Beliz y Arguello sostienen que los cuestionamientos a la administración demócrata no puede implicar que Argentina quede atada a Cuba y Venezuela.
Los incentivos políticos están a los dos lados del tablero. El presidente hablará en nombre de la CELAC -un foro que tiene una mirada compasiva con Díaz-Canel y Maduro, y semanas más tarde participará del G7 y se reunirá a solas con Biden en la Casa Blanca.
Son mundos que no pueden convivir y toman como dogma el concepto de Tercer Excluido de Aristóteles: Se es o no se es. No hay una tercera variable. Y en este contexto, Alberto Fernández deberá matizar las contradicciones que exhibe en el tablero internacional.
La política tiene principios más flexibles que la filosofía, pero cierta robustez se debe exhibir cuando se juega una posición presidencial en un foro de las características de la Cumbre de las Américas.
En definitiva, Alberto Fernández enfrenta un dilema ideológico que divide a su gabinete y lo pone en una encrucijada histórica.
Hasta anoche, el presidente continuaba firme en su convicción de criticar a la Casa Blanca. Y esa convicción fue puesta a prueba en el lobby del hotel Ritz-Carlton. Alberto Fernández considera que la OEA participó en el supuesto intento de golpe de Estado contra Evo Morales. Y no duda en calificar a su secretario General, Luis Almagro, como un participe necesario en la caída de Morales y su posterior exilio en Buenos Aires.
El presidente entró al lobby del hotel con Fabiola Yañez, y aguardó que llegara el ascensor. Un minuto después ingresó Almagro al Ritz-Carlton y se dirigió hacia los mismos ascensores de Alberto Fernández. Fue un momento de tensión que se resolvió con lógica diplomática: el jefe de Estado ni se inmutó y subió al ascensor dando la espalda.
Almagro que lo conoce de otras épocas y otras batallas, puso cara de circunstancias y tomó el siguiente.
SEGUIR LEYENDO: