La inesperada decisión de Alberto Fernández de echar a su ministro de Producción, Matías Kulfas, partió aguas en su entorno más cercano, donde algunos recibieron la noticia como un balde de agua fría. El funcionario del Gabinete Económico era uno de los miembros de la tropa de confianza del Presidente, y uno de los principales apuntados por Cristina Kirchner. Su salida, anunciada temprano por la tarde, fue interpretada por los “albertistas” con perplejidad y desconfianza por el futuro del ala moderada, mientras que otros la consideraron como un paso a favor de la débil unidad del Frente de Todos. En la Casa Rosada hay quienes creen que, a pesar del sabor amargo, la movida les permitirá resguardar lo poco que queda de la dificultosa alianza con la vicepresidenta para evitar una derrota segura en las próximas elecciones. En tanto, el kirchnerismo, como era de esperarse, festejó la sentencia y la apreció como un nuevo triunfo en la pelea interna contra la Casa Rosada.
El anuncio de la portavoz, Gabriela Cerruti, sacudió hoy profundamente a la coalición oficialista, que desde las PASO tambalea por la disconformidad con el rumbo económico que vienen manifestando, repetitivamente, la vicepresidenta y sus principales aliados. Durante los últimos tres meses, mientras Alberto Fernández y Cristina Kirchner no se comunicaban, en el Gobierno trascendieron diversas versiones sobre cambios en el Gabinete. Pero en el entorno del Presidente esperaban que fueran afectados los funcionarios del ala kirchnerista que habían empezado a hacer públicos sus vehementes cuestionamientos.
No contaban con que finalmente saliera alguien de los “propios”, nada menos que uno de los integrantes del mismo Gabinete Económico que el Presidente se había comprometido a defender. El pedido de renuncia a Kulfas cayó mal en algunos despachos, que vieron en la decisión de Alberto Fernández la ratificación de un modus operandi que se repite desde que comenzaron a evidenciarse las críticas kirchneristas, principalmente durante 2021. “El problema de Alberto es que viene matando entre los suyos. Sacó a (el ex ministro de Salud) Ginés (González García), a (la ex ministra de Justicia, Marcela) Losardo, y no le pega nunca a ninguno de ellos”, dijo un alto funcionario del albertismo. “A nosotros no nos perdona nada y a los ajenos les perdona lo imperdonable, como pasó con (la jefa de PAMI), Luana (Volnovich)”, se quejó, en alusión al viaje al exterior que hizo la funcionaria camporista en el verano con el segundo al mando de la obra social a pesar de que se habían desalentado las vacaciones internacionales.
No es un secreto que Kulfas estaba en la mira del kirchnerismo (en la lista de prioridades, se encontraba justo después de Guzmán). De hecho, el encargado de Producción había sido uno de los blancos de Cristina Kirchner durante su largo y efusivo discurso en Chaco. En aquel acto en el aula magna de la Universidad Nacional Austral, después de criticar la gestión de Guzmán y de Alberto Fernández en general, la vicepresidenta había recordado, con tono irónico, que el funcionario había escrito un libro criticando su propia gestión cuando era presidenta.
Las interpretaciones críticas de la decisión conviven, sin embargo, con otras lecturas, aunque no son necesariamente excluyentes. En paralelo a la desconfianza sobre la protección política que les brinda el Presidente, varios de sus alfiles coincidieron en respaldar la decisión. En diálogo con Infobae, dos funcionarios de la órbita albertista dijeron que la eyección de Kulfas debe “servir como ejemplo” para todos aquellos que quedaron fuera de sintonía con las órdenes más recientes del primer mandatario, que pidió hacer todo lo posible para limar asperezas con la vicepresidenta. Él mismo se puso al frente de esa tarea, ayer, durante el primer encuentro en tres meses, en Tecnópolis, con motivo del centenario de YPF, donde recibió todo tipo de pases de factura de Cristina Kirchner y apenas respondió.
“Con el esfuerzo que ha costado mantener la unidad de la coalición, después de un acto como el de ayer, que para nosotros salió bien, lo de Kulfas fue un palazo, una barbaridad increíble”, dijo, con evidente indignación, un hombre del círculo íntimo de Alberto Fernández. Quienes apoyan la eyección de Kulfas creen que todos aquellos que critican off the record “debilitan la autoridad” del Presidente. “No lo sacó pensando en Cristina, sino en él mismo. Si él marcó la línea de mantener unida la coalición, no puede permitir que uno de los suyos salga a debilitar. Esto fue para fortalecerse”, justificó el alto funcionario.
El otro ministro muy cuestionado por el ala dura del Frente de Todos es el titular de Trabajo, Claudio Moroni, amigo del Presidente, que, al igual que Kulfas, asumió en 2019, pero permanece en su cargo. Sin embargo, ahora reina la desconfianza en el círculo de Olivos por la continuidad del Gabinete tal y como está. En la Casa Rosada aseguraban esta tarde que este recambio fue puntual, y que se debió únicamente a la publicación, por parte de Energía, de un comunicado en off contra Cristina Kirchner. Pero dejaron saber que fue, en cierto modo, una “advertencia” para el resto de los ministros que hablan de manera anónima, incluso para cuestionar decisiones del primer mandatario.
En la otra trinchera, el kirchnerismo festejaba la decisión. Si bien no hubo alardes públicos -tampoco se manifestaron los albertistas-, por lo bajo algunos funcionarios se regodeaban y consideraban la salida de Kulfas como un triunfo. Desde el año pasado habían empezado a mostrar fuerte malestar con lo que llamaron “guerra de off”, y, sintiéndose agraviados, apuntaron contra los ministros más cercanos a Alberto Fernández como responsables de los trascendidos en los medios. Sin embargo, hasta el tuit que respaldó Cristina Kirchner, este mediodía, no habían hecho señalamientos puntuales a viva voz. “Alguna de todas las que nos hicieron les iba a salir mal”, deslizó con aires de satisfacción un funcionario que responde a La Cámpora.
Hasta la noche del sábado se desconocía quién sería el sucesor de Kulfas, y la principal incógnita era sobre su color político. Pasadas las 21, la portavoz Cerruti hizo el tercer anuncio de relevancia de la jornada: el reemplazante será Daniel Scioli, actual embajador en Brasil, que perdió la pelea presidencial contra Mauricio Macri como delfín de Cristina Kirchner, en 2015.
Al nombrar al ex gobernador bonaerense, devenido en los últimos tiempos en uno de los dirigentes más fieles, el Presidente dio por tierra con las especulaciones sobre un reemplazo kirchnerista. Esas premoniciones se basaban en cambios anteriores, donde los puestos liberados por ministros albertistas habían sido ocupados por funcionarios de la órbita de Cristina Kirchner. El caso de Losardo, reemplazada en el sensible área de Justicia por el pseudo kirchnerista Martín Soria, fue paradigmático. También quedaron obsoletas las versiones que indicaban que el Presidente planeaba ordenar que el área fuera absorbida por Economía y quedara bajo el comando de Guzmán, lo cual sería una forma de continuar el proceso de empoderamiento del protegido de Alberto Fernández.
“Lo que viene va a ser complejo, Alberto va a tener que conseguir un equilibrio que hasta ahora no encontró”, dijeron en su entorno. Aunque con inquietud por lo que consideraron como una concesión del Presidente a la vicepresidenta, leyeron como un punto a favor de los moderados la reincorporación al Gobierno de Agustín Rossi, el ex ministro de Defensa que había dejado su cargo en las últimas elecciones legislativas para competir en Santa Fe, y que en los últimos meses se transformó en uno de los más fieles consejeros del Presidente. Hoy, Alberto Fernández confirmó que reemplazará a Graciela Camaño, hasta ahora titular de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI).
Sin reconciliación a la vista a pesar de la puesta en escena de ayer, donde Cristina Kirchner volvió a dejar en evidencia su molestia con Alberto Fernández, el Presidente buscó hoy dar un nuevo paso en pos de la unidad. Aún respalda a Guzmán y su plan económico, pero se mostró dispuesto a ceder ante una histórica exigencia de la vicepresidenta en una de las áreas más importantes de su gobierno. Por ahora nadie sabe si esto bastará para calmar definitivamente las agitadas aguas del Gobierno de cara a las elecciones presidenciales, que están cada vez más cerca y podrían encontrar al Frente de Todos aún agrietado.
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