Alberto Fernández y Cristina Kirchner se formaron durante la Guerra Fría y ayer en Tecnópolis dieron una clase abierta de Coexistencia Pacífica: mantuvieron sus diferencias políticas e ideológicas y se explicaron mutuamente en público que no harán un sólo gesto personal para acercar posiciones y terminar con la fractura del Gobierno.
El Presidente y la Vicepresidente apenas coincidieron en el adversario político, que ella mencionó como MM y él castigó sin nombrarlo. Hablaban de Mauricio Macri, que sueña con regresar a Balcarce 50 en 2023. En contraste, Alberto Fernández y CFK elogiaron al líder radical Hipólito Yrigoyen y al general Enrique Mosconi, dos protagonistas claves en la creación de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF).
Cristina se apoyó en la expropiación de YPF para desplegar su relato histórico. Y de vez en cuando lo citaba al jefe de Estado por su nombre de pila. Alberto Fernández se mantenía como una esfinge y sonreía como un reflejo acondicionado. En la época de la expropiación de la empresa petrolera, CFK y el Presidente hablaban muy poco.
Los dos discursos fueron un ejercicio de esgrima palaciega, que reflejaron las tensiones del pasado y las diferencias del presente. Alberto Fernández citó a Chantal Mouffe -viuda de Ernesto Laclau-, que observaba a la política y al ejercicio del poder como un hecho agonal. CFK se enamoró de las categorías intelectuales de Mouffe, mientras que el jefe de Estado siempre consideró que la puja de intereses no implicaba convertir al negociador en un enemigo apátrida y mortal.
La Vicepresidente utilizó sus conversaciones con Mouffe para cuestionar a Paolo Rocca (CEO de Techint) sin nombrarlo, y el Presidente apeló a su mirada del poder para replicar que las tensiones se pueden resolver sin categorías extremas y definitivas.
Esta fue una diferencia de fondo, que Cristina ratificó sin eufemismos cuando le pidió a Alberto Fernández que usara la lapicera. El jefe de Estado fue sencillo en su respuesta: dio a entender que la usa como quiere y por eso invitó a comer a Rocca junto al ministro de Economía, Martín Guzmán.
Pero las diferencias entre Alberto Fernández y CFK no terminaron respecto a la forma de ejercer el poder y dirimir la puja de intereses. Los contrastes ideológicos continuaron al momento de utilizar la historia como método de análisis de los actos de gobierno.
Cristina uso la historia del país y el mundo para revalorizar su trayectoria institucional y barnizar con épica infinita sus ocho años en la Casa Rosada. Alberto Fernández cree que los acontecimientos del pasado sirven para no repetir errores y nada más.
Es cierto que la Vicepresidenta tiene más para mostrar del pasado que el Presidente. Pero el discurso de CFK apuntó a fortalecer su propio liderazgo en una coalición fracturada, mientras que Alberto Fernández -citando de nuevo a Luis Alberto Spinetta- trajo la memoria como argumento intelectual que debería servir para evitar las repeticiones trágicas.
El Presidente y Cristina conocen el profundo impacto político que causaron las distintas fracturas del peronismo en la historia nacional. Sin embargo, Alberto Fernández y la Vicepresidente no tienen intenciones de aplicar en la práctica sus argumentos teóricos desplegados en Tecnópolis.
Ellos se mantuvieron fieles a su guión y poco cambiará hacia adelante. Ni siquiera cantaron la marcha peronista y menos aún pusieron los dedos en “V”. Cada facción del Frente de Todos se ordenó por separado ante el escenario y casi no hubo contacto visual.
Todos aplaudieron para mantener las formas, pero al final del acto cada uno se fue por su lado. Alberto Fernández rodeado por su gabinete y CFK flanqueada por los cuadros de La Cámpora.
No quedaron en verse.
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