La derrota del sistema político tradicional en Colombia puede ser un espejo que devuelve una imagen del futuro para Argentina. En elecciones limpias, pasaron al balotaje Gustavo Petro, un ex guerrillero y admirador de Hugo Chávez, y de manera sorpresiva, Rodolfo Hernández, un ex alcalde de 77 años que dice que donará su sueldo, denuncia corrupción y se declara enemigo del gasto público. Parece un fenómeno equivalente al que registró Chile, que ahora discute las bases mismas de un sistema constitucional que había sido exitoso.
A la Argentina había traído el tema Jaime Durán Barba, el ex consultor estrella de Mauricio Macri. La semana pasada había alertado que las encuestas empezaron a detectar la inminencia de un cisne negro: por TV, el ecuatoriano anunció que no sería Federico Fico Gutiérrez quien terminaría en la segunda vuelta. “Está todo patas para arriba”, dijo. No se equivocó.
Es un escenario que interpela a la política argentina. No sólo por la tentación de equiparar a Hernández con Javier Milei -el diputado que sueña quemar el Banco Central y se adueñó de la crítica a la “casta”- sino porque la figura de ruptura que representa el libertario opera en un clima económico sofocante, con inflación récord y consumo menguante, y con las principales coaliciones de oficialismo y oposición ensimismadas en disputas internas.
La última encuesta de Managment & Fit confirma que la inflación es la principal preocupación de los argentinos (37,1%), más del doble que la inseguridad (15,2%), y tres veces más que el empleo (10,9%). Es un termómetro, más allá de los porcentajes, que no se mueve en el orden porque la política, en general, no encuentra una respuesta eficaz para garantizar derechos básicos, como la vida, la libertad y la propiedad.
No es la única encuesta. La consultora Fixer en su último trabajo que difundió el fin de semana también detectó que más del 56% de los interrogados señalan el aumento de precios (resumido en la palabra inflación) como el principal problema del país. Más atrás están los políticos (39%), la corrupción (35%), la inseguridad (23%) y la pobreza (20%).
Esos datos críticos se combinan con previsiones económicas que establecen, según quién lee los datos, alarmas sobre el futuro inmediato. Las cosas no sólo están mal, sino que se pueden poner peor.
En una reveladora entrevista que Daniel Sticco publicó en Infobae al economista que dirige Equilibra Consultores, Martín Rapetti, trazó un panorama preocupante. Con una inflación “viajando” al 70% anual, Argentina vivirá en el corto plazo los “efectos económicos y financieros negativos de la invasión rusa a Ucrania, que representa un shock estanflacionario a nivel global de gran magnitud”. Traducido: bienes más caros, menor actividad y trabajo escaso y mal pago.
“A medida que sube la inflación, crece Milei. No hay Milei sin frustración económica”, explica un analista de consulta en las dos orillas de la grieta.
No es sólo que Milei esté en todas las encuestas serias en el podio de los políticos con mejor imagen y más chances electorales. Sino que los porcentajes que separan al primero y el tercero apenas se sobreponen al error estadístico. A un año y cuatro meses, cualquier pronóstico, como dice Durán Barba, es brujería.
Como en la economía, en política suele ser más importante que el presente la tendencia. Y el derrotero que presentaron las dos coaliciones principales del sistema muestran en espejo niveles de tensiones similares.
El Gobierno sigue dominado por una interna en la que todos están de acuerdo en estar peleados. El presidente Alberto Fernández, cada vez más aislado, y la vicepresidenta Cristina Kirchner dominando el silencio y la indiferencia como armas principales. “Nada voy a hacer para que esto se rompa. Con Cristina ya nos reencontraremos cuando tengamos que encontrarnos y trabajaremos”, transmitió el primer mandatario. Ergo, no va da a dar el primer paso.
Es que las iniciativas políticas agresivas contra el gobierno nacional siguen su marcha. Un rigor que no viene solo desde el Instituto Patria. El ministro Martín Guzmán -que Alberto Fernández convirtió en su sosías político- tuvo que masticar la bronca de anunciar una rebaja de Ganancias casi a los empujones por Sergio Massa. Y confirmar un aumento de tarifas de gas y luz con porcentajes y modos más parecidos a los impulsados por el kirchnerismo.
Y los gobernadores, cada vez más autónomos, convocados el jueves al Consejo Federal de Inversiones (CFI), olvidada cuna del protokirchnerismo de proyección nacional, durante el epílogo de la Convertibilidad. Más adelante en la semana se sabrá si habrá más de conspiración de que de rosca y si las ínfulas se repartirán por igual con cuál de los dos integrantes del binomio presidencial. Hay tanto malestar con Alberto Fernández como con Cristina Kirchner.
Juntos por el Cambio iniciará una semana que apunta a cerrar las últimas señales de discordia que se encendieron la semana pasada. Las ansiedades disparadas por las apariciones públicas, más intensas, de Horacio Rodríguez Larreta y de Mauricio Macri podrán encontrar algo de sosiego en el almuerzo que esta tarde tendrán los principales referentes en un restaurante de la Capital Federal.
De 13 a 15, están invitados a la mesa, además de los dos “pesos pesados” mencionados, Jorge Macri, Fernando De Andreis. Patricia Bullrich, Federico Angelini, María Eugenia Vidal, Cristian Ritondo, Diego Santilli, Federico Pinedo y Humberto Schiavoni. Lo importante serán los que estén pero, más, los que falten.
Después de los escarceos públicos, compartieron Larreta y Macri elogios mutuos y Patricia Bullrich desactivó los aprestos de guerra que había lanzado el presidente de la Coalición Cívica, Maximiliano Ferraro, por sus dichos sobre eliminar los ministerios de Salud y Educación. Como ya lo hizo cuando habló de la dolarización, echó mano a culpar a los medios. “Hubo un malentendido”, dijo, para que la casa esté en orden.
Después que el radicalismo enderezó el partido, selló un pacto de convivencia con las designaciones en la Convención Nacional, se puso en el ánimo y en las cabezas de sus dirigentes, la línea de largada para posicionarse en los municipios, las provincias y las instituciones nacionales, para empezar a moldear una propuesta electoral que permita discutir de igual a igual con Larreta, pero sobre todo, con Macri. Es que el ex presidente, receloso, carga en el radicalismo las dosis de populismo que no estaría dispuesto a aceptar en su idea de partido, que es más “Cambio” que “Juntos”.
“Lo importante es saber para qué queremos volver, no con cuantos”, suele repetir en privado y en forma pública Macri.
Comparte con Milei ese rechazo atávico. El diputado nacional incluso anoche confesó que practicaba boxeo con un muñeco al que le ponía una foto de Raúl Ricardo Alfonsín. Un prócer intocable para los correligionarios que ahora ocupan lugares de poder y que aprendieron a recital el Preámbulo de la Constitución por su discurso en el Obelisco, el artículo de oratoria en Argentina más evocado.
Pero el líder de La Libertad Avanza enfrentará el desafío de salirse de la polémica y los resbalones de la semana pasada, donde habló de armas libres a poco de la masacre en un colegio primario norteamericano y las explicaciones fútiles del uso de pasajes pagados por el presupuesto de la “casta” en la Cámara de Diputados.
“En 2014, un año antes de las presidenciales, nadie tenía en el mapa a Mauricio Macri, como tampoco en el 2018 a Alberto Fernández. Milei puede ser un síntoma fuerte de frustración y bronca, que hoy está tercero, pero puede haber llegado a su techo. Hoy están Cristina, Larreta, Macri y Alberto, pero tal vez aparezca otra alternativa en el tablero”, explicó otro analista.
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