El próximo miércoles 1 de junio se cumplirán tres meses desde que Alberto Fernández y Cristina Kirchner se hablaron por última vez. Fue en la apertura de sesiones ordinarias del Congreso. Se despidieron en la puerta y nunca más se dirigieron la palabra. Símbolo de un gobierno partido y desgastado.
En esa misma escena estaba presente el titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, uno de los pocos interlocutores que habla con los dos. El tercer socio del Frente de Todos que en lo que va de la gestión mantuvo el perfil bajo, respecto al nivel de exposición que tuvo en otros tiempos.
Fernández está decidido a gestionar sin la palabra de la Vicepresidenta, pero sigue consultando al líder del Frente Renovador, con quien mantiene una relación estrecha y que en los últimos días marcó con su lapicera la agenda política del Gobierno.
El viernes de la semana pasada, después de dos cartas protocolares dirigidas al ministro de Economía, Martín Guzmán, Massa logró que el Gobierno modifique el mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias, que a partir de ahora tributarán los trabajadores que cobren a partir de $280.792.
El titular de la Cámara baja insistió para que se modifique ese piso de ganancias frente al aumento de la inflación y las paritarias. Guzmán lo pateó hacia adelante y, finalmente, Massa presionó para que se concrete en el corto plazo. En un clima de tensión, Alberto Fernández tuvo que intervenir para que la sangre no llegue al río y adelantar el anuncio.
Este fin de semana, durante una entrevista radial, Massa volvió a marcar la cancha. Adelantó que en el comienzo de esta semana los legisladores que le responden impulsarán una iniciativa para que se actualicen, a partir de julio, las escalas de los monotributistas, movimiento que en el Gobierno tenían pensado realizar el próximo año.
La intención que tiene es que no haya un salto de categoría para el monotributista como consecuencia de que la inflación fue mayor a la presupuestada. La iniciativa impactaría positivamente sobre 4.498.419 monotributistas y no tendría costo fiscal.
“Lo charlé con el Presidente. Tenemos que aliviar la situación, no sólo a trabajadores sino también a autónomos y monotributistas”, sostuvo este sábado. Ese proyecto fue trabajado con otros legisladores cercanos al Presidente y entraría en las próximas horas al Congreso.
El alivio fiscal es una de las banderas que levanta Massa frente a su electorado, por lo que sus reclamos tienen un sentido colectivo, por ser parte del Gobierno, pero también personal, debido a que responde al interés del sector de la sociedad que lo sigue y lo ha votado en elecciones en las que fue candidato.
El mes que arrancará este miércoles tendrá en agenda uno de los temas claves de la gestión: el aumento de tarifas. La suba de la luz y el gas ha sido uno de los nudos de discusión entre la Casa Rosada y el kirchnerismo, donde resistieron la ejecución del plan de Guzmán, pero terminaron cediendo frente a la decisión de Fernández de avanzar con el aumento sea cual sea el costo político.
Massa avala la segmentación de tarifas, pero no ha sido un tema en el que se ha metido, quizás consciente de que es uno de los puntos centrales de la discusión entre el albertismo y el kirchnerismo. Al menos hasta el último fin de semana, cuando dos resoluciones firmadas por el Secretario de Energía, Darío Martínez, cercano a la Vicepresidenta, y publicadas en el Boletín Oficial, autorizaron las subas.
El presidente de la Cámara de Diputados le escapó como pudo a la feroz interna entre el ala K y la Casa Rosada. En ese tiempo que el peronismo se plagó de especulaciones y proyecciones electorales, Massa apareció en esos escenarios posibles como un presidenciable para el 2023. Un nombre para ocupar el puesto de candidato si Fernández no llega con apoyo político y de la sociedad a la batalla electoral.
Sin embargo, evitó levantar ese tema, aunque en el arco político se sabe a la perfección que llegar a la Casa Rosada es uno de sus objetivos centrales. En el kirchnerismo hay quienes piensan que puede ser un candidato de la unidad después de la explosión del Frente de Todos.
Fernández viene dando claras señales de unidad pero no encuentra respuesta de la vereda de enfrente. Tampoco está desesperado por encontrarlas. Realizarlas le sirve para mostrar que su vocación es no romper el frente electoral pese a las diferencias con su compañera de fórmula, pero que no se someterá a seguir el camino que ella digite.
Mientras tanto ejecuta un nuevo método de Gobierno. Gestiona sin la Vicepresidenta, pero negociando con el presidente de la Cámara de Diputados. El gran desafío será cómo mantener ese esquema frente a meses en los que el aumento de precios impactará de lleno en la masa asalariada, ya sea en los que tienen trabajos formales o informales, y mantendrá en vilo a todo el Gobierno.
Guzmán aseguró hace pocos días que la inflación de mayo será menor que la de abril y que desde el ministerio de Economía se están construyendo las condiciones para que siga bajando. El resultado de esa gestión será determinante para el futuro electoral y político de Alberto Fernández, quien se abrazó al programa económico de su ministro y lo empoderó frente a los reiterados pedidos K para que lo desplace.
Es la única moneda que tiene el Presidente y ya está girando en el aire.
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