En la superficie, sólo hay sonrisas y apelaciones a la unidad. Por debajo, la escenificación de amor y paz de los máximos líderes del PRO se disuelve en una ácida pulseada como si las elecciones de 2023 se hubieran anticipado y desataran un inexorable clima bélico.
El activo papel de Mauricio Macri, al borde de la confusión entre su rol de mentor o de candidato presidencial, puso en tensión a los dos aspirantes a quedarse con la postulación del PRO para la Casa Rosada, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich, hasta tal punto que terminaron sellando una tregua para evitar los golpes bajos. Pero ese acuerdo disparó decisiones que aceleraron la carrera electoral, pese a que, ante los micrófonos, todos repiten que falta mucho para votar y que la gente piensa en la inflación antes que en las urnas.
Bullrich ya parecía más lanzada a su proyecto “Patricia Presidente”, no sólo con definiciones tajantes que parecen pensadas por el titulero de un diario, que son su marca registrada, sino también con un sugestivo viaje a Estados Unidos y la puesta en escena de sus “equipos de gobierno”, casi una respuesta a las observaciones que Macri hacía en privado acerca de que a la jefa del PRO se la veía “muy sola”.
Pero Rodríguez Larreta, el maratonista de la política que mide los tiempos antes de mostrarse como candidato, cambió de estrategia. A fines de abril, al hablar ante empresarios del círculo rojo en San Carlos de Bariloche, se mostró como un presidenciable tan firme que estaba dispuesto a disputar la postulación con Macri y adelantó una serie de ideas y propuestas de gobierno. Hace unos 10 días, incluso, avanzó más todavía: rediseñó una mesa política que apuntalará su proyecto, que seguirá encabezando Diego Santilli, y designó a una decena de dirigentes de su entorno para actuar como voceros de su pensamiento (y defensores de su figura ante eventuales ataques).
Hasta ese momento, el alcalde porteño se mantenía aferrado a su idea de que aún no debía mostrarse como candidato, que sólo tenía que concentrarse en la gestión en la Ciudad para mostrar qué podría hacer a nivel nacional e incluso bajaba una línea a su gente: que nadie le conteste a quienes lo criticaban, mucho menos si eran de su propio espacio y aunque le reprocharan su estilo moderado a ultranza.
Todo ese férreo ideario larretista se modificó. Luego de hablar ante los empresarios, el alcalde porteño insistió en los ejes de su plan durante su discurso en la cena de la Fundación Libertad, en donde mostró firmeza cuando dijo que el próximo gobierno deberá “estabilizar la economía rápidamente” (“no tenemos 100 días para trazar el rumbo, sólo tenemos 100 horas”, dramatizó) y “avanzar en reformas estructurales”, pero se mantuvo apegado a su mirada dialoguista: dijo que “el desafío mayor es terminar con la grieta” y que “la Argentina tiene que tener un gobierno de coalición que reúna el 70% de los apoyos de la gente y del sistema político, pero sin el kirchnerismo ni la izquierda” (días después, como para no alimentar ninguna sospecha sobre sus relaciones, el secretario general de la Ciudad, Fernando Straface, agregó a Sergio Massa entre los vetados en el futuro esquema de acuerdo larretista).
Rodríguez Larreta planteó un camino para alcanzar ese gobierno de coalición que le causa espanto a “los halcones” de su espacio: “Para eso -dijo-, hay que negociar. Y negociar significa ceder. Ceder poder para poder hacer. Después está en la habilidad del líder lograr apoyo para la mayoría del plan al menor costo. Si sólo se logra apoyo para el 30% del plan, fracasamos”. Podrá endurecerse y anticipar algunos de sus planes, pero el jefe de Gobierno ya les hizo una advertencia a sus allegados en relación con el crecimiento de Javier Milei, por ejemplo: “Si los argentinos quieren votar un candidato de ideas extremas, que lo hagan. No voy a cambiar lo que pienso que es mejor para el país”.
Hay otra flamante definición de Rodríguez Larreta que es decisiva para su proyecto: Jorge Macri será su candidato a jefe de Gobierno porteño. Podrían secundarlo en la fórmula Soledad Acuña, ministra de Educación de la Ciudad, o Fernán Quirós, titular de Salud. En otro espaldarazo a su ministro de Gobierno e intendente de Vicente López en uso de licencia, el larretismo incluso lo sumó a su mesa política nacional. Será una postulación que cerrará las grietas internas: lo apoyará su primo Mauricio y seguramente también Bullrich, aunque desde las filas de “los halcones” porteños podría competir por el mismo puesto el diputado Waldo Wolff, que aspirará a captar el voto libertario (se reconoce amigo de Milei, mantiene el respaldo de la presidenta del PRO y también cultiva una buena relación con Jorge Macri).
Donde habrá mucho ruido interno es en el territorio bonaerense. Rodríguez Larreta envió un emisario a hablar con Cristian Ritondo para transmitirle una queja: el jefe del bloque de diputados del PRO había empezado a dar señales del padrinazgo de Macri para convertirse en candidato a gobernador bonaerense. La primera luz amarilla del tablero larretista fueron las pintadas y las pancartas que aparecieron sorpresivamente en la provincia de Buenos Aires con una leyenda de alto voltaje político: “Macri presidente, Ritondo gobernador”.
Hasta ese momento, Ritondo, cuya principal referente partidaria es María Eugenia Vidal, parecía formar parte del armado electoral de Rodríguez Larreta y era un dirigente que coincidía con Santilli en la misma aspiración de conducir la Provincia. El diputado participó por Zoom de la primera reunión de una mesa nacional larretista, que se hizo el 18 de enero pasado. Incluso compartió algunas recorridas con Santilli, como sucedió a mediados de marzo en Mar del Plata y Ayacucho. Y del jefe de Gobierno salía un mensaje claro: “Que avancen los dos con sus planes y luego se verá quién mide mejor en las encuestas para quedarse con la candidatura a gobernador”.
Ese esquema no existe más. En su contacto reservado, el emisario larretista no sólo se quejó ante Ritondo por su acercamiento al ex presidente sino que también le dejó en claro que Santilli será el único candidato a gobernador que auspicia el alcalde porteño. Más allá de las sugestivas pintadas y de las pancartas, cuya autoría es de la agrupación ultramacrista Banquemos, el jefe del bloque de diputados del PRO estuvo recorriendo Bahía Blanca, Carmen de Patagones y Monte Hermoso junto con su colega de bancada Hernán Lombardi, miembro del círculo íntimo de Macri. Y se sabe que la presencia del ex titular del Sistema de Medios Públicos es una señal del ex mandatario. ¿Más indicios? El video de Macri que circula en las redes en apoyo de la campaña que promueve Ritondo por el proyecto de “Ficha Limpia”.
Es la noticia del momento: Rodríguez Larreta y Macri compiten en la provincia de Buenos Aires con sus propios postulantes a gobernador. ¿Definirán todo en las PASO bonaerenses? Será difícil que se expongan a dividir el voto del PRO ante un candidato del radicalismo que estará sostenido por un fuerte aparato partidario provincial. Tanto cerca de Santilli como de Ritondo aseguran tener encuestas que los favorecen. Los intendentes del PRO hacen equilibrio, aunque Julio Garro (La Plata) y Diego Valenzuela (Tres de Febrero) ya trabajan en el armado político de Larreta, mientras que Martín Yeza (Pinamar) se desempeña como jefe de los equipos técnicos del ritondismo.
¿Cómo queda Vidal en este tablero? La ex gobernadora ya anunció su aval a la candidatura de Ritondo, sin dejar de ser amiga de Rodríguez Larreta. En los pasillos de Uspallata al 3100, la sede del gobierno porteño, deslizan que ella se siente hoy más cerca de Macri. Puede ser el caso de una “paloma” reconvertida en “halcón”. O el de una dirigente que quiere reconvertir sus alianzas internas ante las dificultades que se le presentan en su futuro político: con Jorge Macri como candidato a jefe de Gobierno se le cierra una puerta importante en la Ciudad y es casi imposible competir por la Presidencia de la Nación contra la estructura de su poderoso amigo.
Entre los principales escuderos de Bullrich no descartan que la titular del PRO termine apoyando la candidatura de Ritondo (¿sólo para complicarlo a Rodríguez Larreta o para complacer a Macri?), aunque mantiene por ahora su respaldo al intendente de Capitán Sarmiento, Javier Iguacel, para suceder a Axel Kicillof. En este escenario inquietante, Iguacel publicó hace 24 horas en Twitter una foto de una reunión con Macri, con el fondo de la cancha de fútbol de la quinta Los Abrojos y un mensaje: “¡Seremos el cambio o no seremos nada! Por un segundo tiempo a toda máquina. Sin titubeos. Con la pelota al piso, pero el corazón latiendo fuerte y el pecho hinchado de Argentina”.
Macri está tan involucrado en la pelea bonaerense que la semana pasada también se reunió con Néstor Grindetti, intendente de Lanús y promotor, junto con Garro, del flamante partido Hacemos Juntos, que se propone reclutar a peronistas desencantados para ampliar Juntos por el Cambio. Grindetti acababa de dar un portazo en el Consejo Provincial de Juntos, molesto porque estaba negociando con el gobierno bonaerense, en nombre del espacio, una reforma a la Caja de Jubilaciones del Banco Provincia, pero el ex presidente le puso un freno a esas tratativas, en sintonía con otros dirigentes como Vidal, impulsora de los cambios durante su gestión. Esta tarde, el intendente de Lanús participará de una nueva reunión de la cúpula bonaerense del PRO: ¿se agravará la situación o llegarán a un acuerdo? En el medio está una reforma que apuntó en su momento a “quebrar privilegios” y que fue un símbolo para el vidalismo. Macri cuestionó volver a modificarla porque, como se perfilaba, iba a ocasionar más gastos para el Estado provincial.
Bullrich jugará más fuerte en el distrito bonaerense. Profundizará sus incursiones en el conurbano: luego de su reciente visita a San Martín, este lunes hará una recorrida por Avellaneda. Sin descuidar sus viajes por el interior (estuvo en Vaca Muerta y prepara las valijas para ir a Santa Fe y la Pampa) ni tampoco el voto joven: mimetizada como una fanática más, la ex ministra de Seguridad fue al recital que dio la cantante Tini Stoessel en el Hipódromo de Palermo, acompañada por el diputado Gerardo Milman, su mano derecha. En Twitter publicó los videos que muestran cómo la gente la saludaba y le pedía selfies. No quedó claro si Bullrich cantó “Miénteme”, uno de los hits de la joven artista y cuya letra parece dedicada a algunos políticos, sobre todo cuando dice: “Dale, miénteme, haz lo que tú quiera’ conmigo”.
Por más tregua que exista con Rodríguez Larreta, algunos allegados a la jefa del PRO creen que la mano del jefe de Gobierno está detrás de las candidaturas presidenciales de dos figuras de Juntos por el Cambio, Miguel Angel Pichetto y Ricardo López Murphy. El líder de Encuentro Republicano Federal ya se lanzó la semana pasada, mientras que el titular de Republicanos Unidos trabaja en la misma dirección. La sospecha bullrichista es que ambas postulaciones, de un perfil duro, están orientadadas a sacarle votos a la ex ministra de Seguridad.
En este clima electoral anticipado, por lo visto, las teorías conspirativas se multiplican. Es lo que provoca Macri con su reciente arranque antirradical, por ejemplo. Horas después del almuerzo del PRO en el que pidió a sus colegas “diferenciarse” y “no caer en la trampa” de la UCR en algunas votaciones en el Congreso, el ex presidente se cruzó con López Murphy en la cena de la Fundación Libertad. En esos pocos minutos, Macri le confesó que, si fuera legislador, él hubiera votado como el diputado liberal contra ciertos proyectos de ley que favorecían el estatismo o la creación de impuestos. “Te entiendo -le contestó López Murphy-, pero eso revela que no hay conducción”.
El ex mandatario se quedó en silencio. ¿Habrá sentido que el ex ministro de Economía dio en la tecla? La falta de un liderazgo indiscutible puede explicar no sólo posiciones en el Congreso que se alejan de la identidad del PRO en favor de un cambio, como cree el ex mandatario. Comienza una semana en la que Macri y Rodríguez Larreta, por separado, harán un raid mediático por distintos programas de televisión. Seguramente habrá más de lo mismo: sonrisas y apelaciones a la unidad en la superficie, y un clima bélico anticipado por debajo.
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