La incógnita quedará despejada recién mañana cuando el Gobierno reciba el informe meteorológico que detallará cuáles son las previsiones climáticas para los próximos días. En ese momento el presidente Alberto Fernández y su entorno más cercano sabrán si el plan de celebrar el 25 de Mayo en la Antártida será posible o si habrá que buscar una actividad alternativa para esa jornada. Así, el jefe de Estado evitaría su presencia en el tradicional Tedeum que se realiza cada año en la Catedral Metropolitana.
La idea de ir al continente blanco la sugirió el ministro de Defensa, Jorge Taiana, del riñón kirchnerista, luego de la travesía que realizó con el Rompehielos Irizar al sur del país a principios de este mes para un homenaje a los 323 argentinos que perdieron la vida en el hundimiento del Crucero General Belgrano durante la Guerra de Malvinas.
Claro que la ausencia en la Catedral del mandatario puede complicar aún más su relación con la Iglesia Católica. El 25 a la mañana, como lo viene haciendo desde el primer aniversario de la gesta de Mayo, se hace el Tedeum, “agradeciendo a Dios por el surgimiento del Estado Argentino”. Lo encabezará el arzobispo de Buenos Aires, Mario Poli, quien el año pasado ya esbozó críticas hacia el Gobierno cuando solicitó “grandeza” y más “diálogo” para enfrentar a la pandemia de Covid 19.
Alberto Fernández había participado aquella vez en forma virtual, igual que en 2020 cuando en el comienzo de la pandemia Poli eligió el respaldo de la Iglesia a la estrategia del gobierno nacional contra el coronavirus.
En este momento, desde el entorno presidencial aseguran que al Presidente “no lo entusiasma mucho” la idea de presenciar el Tedeum. En Gobierno estiman que con una inflación que parece incontrolable, con altos niveles de pobreza y un descontento social en aumento contra el oficialismo, el tono de reprobación de la Iglesia podría ser mayor. En su representación podrían estar el Secretario de Culto, Guillermo Oliveri, o algún ministro.
La relación con la Iglesia, y en especial con el Papa Francisco y el Vaticano, se enfrió luego de que el prelado cancelara una entrevista con el canciller Santiago Cafiero el jueves 21 de abril cuando adujo problemas en su rodilla derecha. En los últimos días, en cambio, el Sumo Pontífice no tuvo inconvenientes para recibir en audiencia privada al gobernador de Chaco, Jorge Capitanich, y al intendente del partido bonaerense de Esteban Echeverría, Fernando Gray.
Con Jorge Bergoglio como arzobispo de Buenos Aires el vínculo con la Iglesia Católica durante el kirchnerismo fue oscilante. En 2004, Néstor y Cristina Kirchner estuvieron cara a cara con Bergoglio en el Tedeum y luego de un discurso con duros reproches, al año siguiente el santacruceño llevó la celebración religiosa a la provincia de Santiago del Estero. Cristina volvió en 2014 cuando Bergoglio ya era Papa. En 2015, su último año como presidenta, el acto se trasladó a la Basílica de Luján y la homilía la dio el arzobispo de Luján-Mercedes, Agustín Radrizzani.
Por las dudas, estudian otras alternativas
Si el pronóstico del tiempo en la Antártida es desfavorable, durante este fin de semana se analizó en Balcarce 50 y en la residencia de Olivos qué otro acto puede servir para que el jefe del Ejecutivo brinde un mensaje con el que se intentará un relanzamiento de la gestión de gobierno. También está previsto que se comience con otra estrategia de comunicación que reemplazará al slogan “Reconstrucción Argentina”, por uno nuevo que utilizará la frase “Primero la gente”.
El Gobierno, además, pretende armar el 25 un festival artístico en Plaza de Mayo, pero desde la Ciudad de Buenos Aires les avisaron que ya hay preparativos de otro evento que organiza el gobierno de Horacio Rodríguez Larreta en ese lugar. La opción es llevarlo a la explanada del Centro Cultural Kirchner, a unas pocas cuadras de la Casa Rosada, o a Tecnópolis, el predio ubicado en Villa Martelli que fue un ícono de las gestiones kirchneristas y que se está tratando de relanzar.
Respecto del viaje a la Antártida, el Presidente quiere visitar la base Esperanza, inaugurada en diciembre de 1952. Esa Base cuenta con una población integrada por militares y civiles y tiene como característica distintiva que funciona allí la escuela provincial número 38, llamada “Raúl Alfonsín” (que es la única en todo ese territorio, con 15 alumnos y dos maestros) y una emisora de Radio Nacional. Además de hangares y laboratorios para estudios científicos, este lugar cuenta con casas independientes para cada familia, una iglesia, una escuela, una oficina postal y un registro civil.
En la Casa Rosada toman esta acción como “simbólica” porque serviría para reconocer el trabajo de quienes habitan en el territorio antártico. Pero además, la intención es que lo acompañen la mayoría de los integrantes del Gabinete nacional como muestra de unidad.
En este último punto surgieron algunos cuestionamientos cuando empezaron a armar la logística para realizarlo. Un viaje a la Antártida implica un vuelo hasta Río Gallegos o Ushuaia y luego el traslado a la base Marambio, que se hace en los aviones militares Hércules C-130. Si de allí hay que volar hasta Esperanza, empiezan las complicaciones.
Hasta febrero de este año en Marambio había 4 aviones Twin Otter que podían transportar de 6 a 20 pasajeros. Luego de un par de accidentes que sufrieron ese tipo de aeronaves preparadas para aterrizar sobre glaciares se decidió desafectarlas y actualmente prestan servicios para LADE en la Base Aérea Militar de Río Gallegos, la capital santacruceña.
Tampoco están disponibles los dos helicópteros rusos MI-17 de largo alcance que Argentina le compró hace un tiempo a Rusia porque se encuentran en reparaciones. Los únicos disponibles son otros dos helicópteros, un Bell 212 y un Bell 412, fabricados en Estados Unidos. De una a otra base, por protocolo, vuelan siempre los dos juntos. En uno van 4 o 5 pasajeros, además del piloto, el copiloto y un técnico mecánico. El otro lo hace sin pasajeros, solo con la tripulación.
Si finalmente el viaje se concreta es probable que sea con una comitiva reducida. Cuando comenzó a circular la información más de un funcionario de la Rosada describió a la iniciativa como “arriesgada” teniendo en cuenta que aunque las previsiones climáticas resulten favorables, las condiciones meteorológicas en la Antártida son muy variables. El Presidente podría quedarse aislado durante varias jornadas si el tiempo desmejorase repentinamente, más teniendo en cuenta que en esta época sólo hay tres horas de luz natural por día.
El primer presidente que visitó el continente blanco fue Arturo Frondizi en 1961. Raúl Lastiri, como presidente provisional, viajó a la base Marambio el 10 de agosto de 1973, con Isabel Martínez de Perón integrando su delegación y Carlos Menem lo hizo el 27 de diciembre de 1997.
SEGUIR LEYENDO