Los rostros de los funcionarios que intentan avanzar con el armado real de un “albertismo” batallador no exponían satisfacción después del acto organizado por el gremio de la construcción en respaldo del Presidente. El acto debía ser el dato político central para el fin de semana y, tal vez, para encarar el 25 de Mayo como fecha para afirmar el poder presidencial. El problema no había sido el discurso, por sí solo nada contundente, ni siquiera el recuento de presencias y ausencias. El día había sido opacado antes, subiendo a la agenda un tema inquietante y una señal peligrosa: retenciones y Corte Suprema. En los dos casos, sin chances reales en el Congreso.
Alberto Fernández sorprendió con declaraciones fuertes cuando se esperaba, en su propio círculo, otros destinatarios y un único foco: el acto promocionado durante días como una demostración de apoyos en la batalla sin fin con Cristina Fernández de Kirchner. La decisión del presidente podría ser anotada como un nuevo y elemental error de comunicación, pero en rigor fue más grave. Retomó cuestiones que sólo podían terminar expresando contradicciones y hasta debilidades políticas.
Las contradicciones quedaron a la vista de forma instantánea en el rubro de las retenciones. El Presidente planteó el tema en línea con un tramo, extenso, de la entrevista realizada por Ernesto Tenembaum apenas unas horas antes de marchar a Esteban Echeverría para encabezar el acto armado por la UOCRA. Fuera de sus reflexiones parciales sobre el impacto de la guerra desatada por la invasión de Rusia a Ucrania, Alberto Fernández se refirió a las retenciones como remedio casi exclusivo contra la inflación y no como instrumento de política económica. Es decir, un parche, no una pieza de un plan.
Además, hizo un reclamo al Congreso -más de combate que de búsqueda de algún entendimiento-, porque demandó que “entiendan” el problema, a la vez que descalificó a la oposición porque se maneja -dijo- en la lógica del “tractorazo”. No demoraron las respuestas duras, de Juntos por el Cambio y también de espacios como el Interbloque Federal, que nuclea a los peronistas de Córdoba, a otros legisladores del peronismo crítico y a socialistas santafesinos. Mensaje de freno para un debate que no tiene proyecto.
En el Gobierno, y no sólo allí, se mantienen posiciones favorables a incrementos de las retenciones, cada tanto planteadas formalmente como una discusión sobre ingresos pero atada a la coyuntura, real, de la escalada de precios. Por el momento, se mantuvo la idea de no abrir otro frente, cuando ni siquiera está clara la decisión sobre el llamado impuesto a la “renta inesperada”, un punto de contacto con el kirchnerismo duro.
Martín Guzmán había asegurado apenas un par de días antes que no sería impulsada una suba de retenciones. Y algo parecido aclaró después Juan Manzur. Pero ni el ministro de Economía ni el jefe de Gabinete habían quedado en posición fuera de juego. En cambio, se producía un nuevo desgaste de la palabra presidencial. Julián Domínguez, el ministro del área específica, debió salir a aclarar que no existía proyecto alguno. Habían pasado unas pocas horas de la entrevista y faltaba poco para el acto sindical.
Más grave fue su renovada descalificación de la Corte Suprema. Y lo fue por varias razones: en primer lugar, porque no repara en la trascendencia del ataque a la cabeza de otro poder; en segundo escalón, porque suma desgaste institucional frente al delicado cuadro generado por la crisis económica y social; y en tercer término porque, esta vez, el Presidente lo señaló como ejemplo -el único con mención expresa- de las coincidencias con CFK.
En esa línea, Alberto Fernández había retomado el discurso que atribuye a factores de poder la disputa doméstica. Sería obra de una especie de enemigo externo. En contraposición, y para mostrar coincidencias con el kirchnerismo -se entiende, por el liderazgo y el tema- con la ex presidente, dijo: “A todos nos avergüenza cómo funciona la Corte Suprema de Justicia. No tenemos diferencias”.
El oficialismo no tiene poder ni consenso social para avanzar en este terreno con el mecanismo del juicio político. Tampoco ha podido consagrar en Diputados otros proyectos judiciales, como la reforma del fuero federal y el cambio de reglas de juego para manejar el sistema de fiscales. No parece que tenga chances el proyecto de ampliación de la Corte. Para completar, en la interna y desde hace rato que también hay fisuras en este plano: le reprochan al Presidente no haber ido a fondo desde el inicio de la gestión.
Ayer, con todo, la sorpresa -y en algunos casos, un malestar de arrastre- fue por haber relegado la expectativa sobre el acto, una movida con doble lectura: por las presencias y por el discurso. Estuvieron los ministros más cercanos al Presidente. También, los referentes de la CGT y de los movimientos sociales alineados con el Gobierno.
Ese núcleo de funcionarios espera una respuesta más contundente al kirchnerismo. Los jefes sindicales -de manera más explícita, por ejemplo, que el Movimiento Evita o Somos Barrios de Pie- entienden que debe haber compromiso con sus demandas como, en el corto plazo, medidas efectivas de contención frente a la trepada de precios.
En cambio, y fuera de la previsible ausencia del kirchnerismo, fue significativa la falta de respuesta a la convocatoria por parte de gobernadores e intendentes. La cautela, en esos casos, está asociada al horizonte electoral del año próximo.
El Presidente cerró así la semana opacando el sentido de un acto sobredimensionado por el juego en el interior del oficialismo. La inexplicable ida y vuelta con las retenciones, y la sostenida carga sobre la Corte -como gesto hacia CFK- agregaron desgaste cuando se pretendía afirmación del poder. Difícil de explicar en la interna, inquietante y con carga de incertidumbre hacia afuera.
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