Alberto Fernández está cansado de la interna política que mantiene enfrentado al kirchnerismo con la Casa Rosada. Sus funcionarios más cercanos también están hartos. Sienten que la discusión de poder y de gestión arrasa con cualquier objetivo que se pongan por delante. Es una historia sin fin que desgasta a todo el Gobierno por igual. Nadie se salva.
Hoy la discusión está plantada sobre la figura del ministro de Economía, Martín Guzmán, el principal apuntando por el kirchnerismo. Máximo Kirchner lo cuestiona con nombre y apellido. Sin indirectas. Sin rodeos que dejen interpretaciones abiertas. Y lo hace desde hace varias semanas.
“Escuché al ministro de Economía decir que no tiene apoyo político. Yo le digo: tenes el apoyo del FMI y el de Kristalina, de la central sindical más importante (la CGT), de los movimientos sociales y del Presidente. ¿Cuánto más apoyo queres para que las cosas salgan bien?”, cuestionó con dureza en el acto que encabezó el último viernes.
Y siguió: “No he estudiado fuera del país (como Guzmán), pero entendí que hay una nueva clase de discusión política. ¿En serio creen que debatir ideas causa inflación, y que no es causada por el funcionamiento de las importaciones y las exportaciones?”.
Guzmán ha pedido en reiteradas oportunidades, tanto en público como al Presidente, que el Gobierno se alinee detrás del plan económico, porque las críticas permanentes solo generan inestabilidad, falta de confianza y alteración de los valores de la macroeconomía.
Fernández asume que las constantes críticas a Guzmán y a su presidencia generan un daño cada vez mayor sobre el Gobierno. Sobre todos. Porque los distintos sectores que integran el Frente de Todos son parte del gobierno nacional. Es decir, cree que los reiterados cuestionamientos del kirchnerismo también los dañan a ellos.
Lo que para Máximo Kirchner es debatir ideas, para la Casa Rosada es una metralleta de críticas que mantienen activa la interna política y que tienen un solo objetivo: lograr la salida de Guzmán y obligar a Fernández a que cambie el rumbo del plan económico.
El Presidente dice que no tiene motivos para ratificar a Guzmán, porque el ministro de Economía nunca estuvo en dudas. Es decir, no tiene que afirmar que sigue en su cargo, porque su lugar, si bien estuvo, y está, cuestionado por albertistas y kirchneristas, no está en juego. Al menos, así lo entiende Alberto Fernández, quien cada tanto brinda señales públicas de respaldo.
Sobre Guzmán no solo presiona el kirchnerismo duro, que cree que su tiempo al frente del Palacio de Hacienda está terminado, sino también el alto porcentaje de inflación que la Argentina soporta desde hace tiempo pero, sobre todo, desde que comenzó este año.
Durante un discurso que el Jefe de Estado brindó en la embajada argentina en Francia, poco antes de que se conociera el último número de inflación, dejó en claro cuál es la sensación que hoy se vive en el Gobierno y que le afecta directamente a él. “No estamos conformes ni contentos con los índices de inflación que tenemos hoy en Argentina. Estamos muy lejos de estar contentos”, sostuvo
La inflación de abril fue de 6% y la suba de precios de los últimos doce meses alcanzó el 58%. En términos interanuales tocó su punto más alto en las últimas tres décadas. Superó así el récord que había alcanzado en mayo de 2019, durante la presidencia de Mauricio Macri, cuando había llegado al 57,3% en doce meses.
Fernández mantiene su línea de intentar que los salarios queden igualados o le ganen a la inflación. No le cae bien cuando el kirchnerismo dice en público que cada vez hay más gente que no llega a fin de mes. Para ellos lo que sucedió con el impacto de la pandemia ya no es una excusa válida.
“Es verdad que la pandemia nos trajo muchas dificultades pero no nos puede ganar la autocompasión. Hay que construir fuerzas para recuperar el poder adquisitivo del salario”, sostuvo Máximo Kirchner un mes atrás en un acto con la nueva conducción de la UOM.
Para el Presidente es claramente diferente. Su postura quedó bien expuesta cuando le brindó una entrevista al diario español El País y dijo que Cristina Kirchner “tiene una mirada parcial que desatiende que vivimos una pandemia”. Y agregó: “Nuestros votantes son conscientes de que tuvimos que enfrentar una pandemia con un sistema de salud quebrado por Macri y lo hicimos bastante bien”.
“Me piden que baje la inflación, pero yo emití 11 puntos del PBI durante la pandemia porque era necesario. ¿Me piden que emita más? ¿Qué película están mirando?”, le confesó Fernández a uno de sus íntimos funcionarios hace pocos días. El kirchnerismo le ha pedido más emisión y el Presidente se ha negado. No coindicen en esa necesidad.
Fernández quiere concentrar su gestión en la agenda económica y que la interna no lo desenfoque. La tarea resultad imposible porque el kirchnerismo cree que el Presidente debería generar un cambio de rumbo y no está reaccionando a tiempo. En consecuencia, siguen presionando para que esa modificación se concrete. Son una parte del Gobierno y quieren que su voz sea escuchada.
El tema central de esa agenda es la inflación y el segundo es la reestructuración de las tarifas, una decisión política que está tomada y que genera tensión interna con el ala K, que no está de acuerdo con el aumento que impulsa Guzmán desde hace más de un año, pero que recién se podrá concretar este 2022.
La metodología de segmentación, por la que se le quitarán subsidios al 10% de los usuarios de mayor poder adquisitivo, tuvo cuestionamientos internos, pero en el Gobierno sostienen que la van a poder aplicar sin problemas. Los ajustes se concretarán, probablemente, a partir de mitad de año.
Durante su gira por Europa desde la comitiva presidencial dejaron trascender que Fernández ya decidió que, en el caso de que el kirchnerismo ponga palos en la rueda al aumento de tarifas, correrá del Gobierno a los responsables. La advertencia fue apuntada al ENRE, dirigido por Soledad Marín, una funcionaria ligada al subsecretario de Energía, Federico Basualdo, integrante de La Cámpora.
Esta semana Fernández vuelve a poner la guerra contra la inflación en el centro de la agenda. Atrás quedaron los pedidos de paz en Ucrania y las propuestas para trabajar en conjunto con algunos de los principales países de Europa para exportar gas.
Ahora la agenda local ocupará nuevamente el centro de la escena política y en la Casa Rosada esperan que los cruces internos no interfieran más. Parece una tarea imposible. Casi una utopía.
El kirchnerismo no está dispuesto a ceder en sus cuestionamientos al plan económico y Fernández, de vez en cuando, contribuye a los capítulos de la extensa novela en que se ha convertida la interna. A veces, por necesidad. Otras, por decisión política o imprudencia. La estrategia del silencio quedó anclada en el pasado.
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