La contraofensiva de Alberto Fernández en su entrevista con el diario El País duró poco. Tras el pico de la discusión con Cristina Kirchner a lo largo de los últimos 10 días, el ala moderada del Gobierno retomó, una vez más y al unísono, el pedido de “unidad” del Frente de Todos. En paralelo, envía señales de conciliación al kirchnerismo, mantiene firme el respaldo al Gabinete económico, con Martín Guzmán a la cabeza, y se prepara nuevas embestidas K por el aumento segmentado de tarifas.
Esta estrategia de minimización del conflicto genera irritación en el sector duro, que profundiza las críticas en cada declaración pública pero que, a pesar de la disconformidad, se mantiene dentro de la coalición oficialista.
Mientras el kirchnerismo elabora discursos cada vez más directos, como el de Máximo Kirchner en Lanús, el viernes pasado, mientras Alberto Fernández regresaba de su gira por Europa, en la Casa Rosada se empeñan en bajarle el tono a los cuestionamientos y juran que el Presidente mantendrá a Guzmán, a Claudio Moroni y a Matías Kulfas como ministros de Economía, Trabajo y Desarrollo Productivo. El respaldo de sus respectivas figuras no es, necesariamente, por sus gestiones, cada vez más cuestionadas inclusive puertas adentro de la Casa Rosada, sino para evitarle al Presidente un nuevo desgaste: recuerdan con amargura lo golpeado que resultó después de los cambios en el Gabinete a los que fue obligado después de las PASO y quieren que se mantenga a toda costa alejado de cualquier experiencia similar.
El objetivo del llamado a la unidad, que a esta altura parece repetitivo y demostró ser infructuoso, es “ordenar el quilombo”, describieron cerca del Presidente, pero también es una forma de evitar hacerse cargo de una eventual ruptura. “Los que están disconformes son ellos. Si no les gusta, pueden salir”, dicen cerca de Alberto Fernández. En realidad, cuando ponen la otra mejilla a las críticas, en público, le están hablando al electorado. “Los que recorremos mucho el territorio nos damos cuenta de que no nos quieren ver discutiendo, quieren que resolvamos. Cuando bajamos la confrontación nos acercamos al pueblo y nos aseguramos de que nos van a acompañar. Las cosas no se se resuelven pidiendo la cabeza de dos o tres ministros”, dijo un importante dirigente bonaerense que responde al Presidente.
En el juego de mutuas atribuciones de culpa, los críticos responden: “El Presidente tiene toda la potestad para echar a quien quiera, cuando quiera, y no lo hace”. Se refieren, específicamente, al secretario de Energía, Darío Martínez, y al subsecretario, Federico Basualdo, los principales adalides de Cristina Kirchner en las arremetidas por el porcentaje de aumento de las tarifas públicas.
La segmentación del pago de servicios, admiten en el Gobierno, es la pelea que viene. Los preparativos están en marcha desde hace un año, pero creen que su ejecución, después del acuerdo con el FMI, será “el próximo examen” que tendrá que atravesar Guzmán frente al kirchnerismo. Aunque desde la semana pasada Martínez y Basualdo dejaron que se los corriera de la discusión, en el Gobierno esperan una nueva “embestida del kirchnerismo”, en palabras exactas de un hombre muy cercano al Presidente que no cree que las críticas sean un debate, como planteó Cristina Kirchner.
El equipo económico trabaja fuerte desde hace semanas para bajar al mínimo el margen de error en la aplicación, y evitar que La Cámpora tenga excusas para disparar contra la administración nacional. De cualquier forma, están convencidos de que no podrán evitar las acometidas más fuertes. “Ahora hay que pasar el punto más álgido. Hay que ver cómo sale el examen que le toca a Martín. Ya logró el acuerdo del Parlamento con el acuerdo por la deuda y se logró algo que hace mucho tiempo se estaba gestando abajo. En definitiva, salió fortalecido. Y ahora va a pasar lo mismo”, expresó un funcionario “moderado”. En el Gobierno creen que “va a pasar bien” la prueba, porque “se trabajó mucho y muy duro en las bases de datos” y porque “hay una decisión fuerte de que sólo paguen el aumento fuerte los que tienen altos ingresos”.
La estrategia, puertas afuera, será admitir que existen los cuestionamientos, enviar señales de conciliación a pesar del enojo interno, y “machacar con las buenas noticias”. En distintas entrevistas con medios y en actos políticos en el interior, los ministros Gabriel Katopodis, Juan Zabaleta, Santiago Cafiero, el ex titular de Defensa Agustín Rossi y la diputada nacional Victoria Tolosa Paz adoptaron en sus respectivos discursos la palabra que usó la vicepresidenta para describir los descarnados cruces: “debate” y retomaron el pedido de “unidad”. “El Peronismo tiene que transitar unido”, dijo la legisladora nacional, desde Mendoza. El titular de Obra Pública usó una fórmula similar: “Para sacar a Macri, la gente nos pidió que nos unamos. No puede pasar que ellos vuelvan por culpa nuestra”, dijo.
A pesar de la conciencia plena de la discusión, en Balcarce 50 se aferran a las más mínimas señales de conciliación que emanan desde el kirchnerismo para mantener vigente la coalición, inclusive en diálogos off the record. Por caso, un funcionario que suele acompañar al primer mandatario señaló como positivo que Máximo Kirchner “rescatara” la gestión económica durante la pandemia. El problema es que, desde el mismo escenario, el líder de La Cámpora también le dijo a Alberto Fernández que tiene que “saber obedecer” y le preguntó a Guzmán, frente a la militancia, “por qué no funcionan las cosas” a pesar de tener “el apoyo del FMI y de Clarín”.
En el Instituto Patria estos mensajes son interpretados, lisa y llanamente, como cínicos. No se cansan de remarcar que Alberto Fernández hace oídos sordos, desde hace largos meses, a los llamados de atención de la vicepresidenta sobre el rumbo económico. Y deslizan, al mismo tiempo, duros mensajes sobre las capacidades de trabajo del Presidente, con expresiones cada vez más duras, basadas en sus perspectivas sobre la conducción del primer mandatario en el día a día. Lo consideran como es el único responsable de la crisis.
Sin embargo, evitan emitir a viva voz los juicios más duros sobre Alberto Fernández. Es para preservar la institucionalidad, aseguran. Apuntan, en cambio, contra Guzmán. Además del fuerte discurso de Kirchner, que el viernes nombró al ministro directamente, entre ironías, La Cámpora festejó el pedido por la suba del piso de Ganancias que le hizo el titular del Frente Renovador, Sergio Massa. “No se podía hacer el sota ad eternum. Está mostrando por qué lado viene la solución. Guzmán se tiene que ir, es insostenible, y es básicamente el centro de la grieta, independientemente de los modos y las posturas irresponsables de ambos lados”, dijo un funcionario camporista.
En las filas de Máximo Kirchner leyeron la petición massista como una forma de apoyo a su postura crítica. Después de todo, el kirchnerismo viene haciendo jugadas similares desde el Congreso, por ejemplo, con el pedido de adelanto del aumento del salario mínimo vital y móvil y la suba de las jubilaciones en el contexto de alta inflación. Cerca del presidente de la Cámara de Diputados buscaron desdibujar el cariz político de la movida. “Massa planteó, plantea y va a seguir planteando Ganancias cada vez que venza”, dijeron. Sin embargo, no dudaron en evidenciar el enojo con Guzmán, quien le respondió a Massa, también en público, que el planteo era “obvio”. “Salió como un toro de una manera desubicada”, lanzaron en el Frente Renovador, y dejaron trascender, sin tapujos, que Alberto Fernández se comunicó con el tigrense por teléfono para, directamente, “desautorizar” al titular de Hacienda en la discusión.
Por ahora, tras su regreso de Europa, Alberto Fernández no tiene una agenda definida para los próximos días. Pero en su entorno aseguran que su principal preocupación apunta a junio, la fecha límite para los aumentos de tarifas energéticas según las exigencias del acuerdo con el FMI. Con el fracaso en la pelea contra la inflación a cuestas, mes a mes, el albertismo admite que se juega buena parte de su diezmado capital político en la aplicación de la segmentación. Mientras se prepara para ejecutarla sin fisuras, también se alista para dar pelea frente ante las críticas que sobrevendrán de parte del ala dura, decidida a continuar con los cuestionamientos hasta que se haga caso a sus exigencias de cambio de rumbo en el área económica.
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