(Enviado especial) - Una vez que el avión despegó desde el aeropuerto de Ezeiza con Alberto Fernández y la comitiva presidencial, la interna que atraviesa al Gobierno quedó en suelo argentino. Flotando en el aire espeso que se respira en el peronismo desde hace largos meses.
Según pudo reconstruir Infobae, el Presidente conversó sobre los últimos capítulos de la crisis interna del Frente de Todos con algunos de los funcionarios que lo acompañan en la gira por Madrid, Berlín y París. Fue escueto, pero concreto.
“Yo no me voy a subir al ring. Tenemos mucho que hacer para reconstruir el país, como para estar peleándonos entre nosotros”, le dijo a un funcionario que forma parte de la comitiva. El Presidente no niega la importancia de la interna y su impacto en el día a día del Gobierno, pero quiere que la gira ponga el foco en la gestión.
Fernández lleva ya unas cuantas semanas abrazado a la estrategia de no responder los ataques del kirchnerismo. Silencio, la mayor parte del tiempo, e indirectas cada vez con más frecuencia. Mensajes disparados al aire para contrarrestar los embates K que se replican en forma permanente.
Cree que sus respuestas llegan a través de los ministros. Un camino lógico en un esquema político y de comunicación que intenta preservar al Jefe de Estado. No ha sido así casi nunca porque Fernández siempre estuvo en la primera línea de la batalla dialéctica. En general, en los duelos públicos con la oposición. Nadie se lo recomendó, fue decisión propia.
Los últimos exponentes de esa giro en la estrategia de defensa de la Casa Rosada fueron los ministros de Economía, Martín Guzmán, y de Producción, Matías Kulfas. El titular del Palacio de Hacienda le devolvió la gentileza a Cristina Kirchner, que el viernes pasado cuestionó su plan económico. Dijo que la política macroeconómica de su último gobierno tuvo inconsistencias.
Fernández está satisfecho con la respuesta de Guzmán al kirchnerismo. Así lo hicieron saber a este medio desde el entorno del Presidente. La idea es que él no responda, pero que si lo hagan los funcionarios. Hacer como si nada pasara, ya no es opción. Esa decisión tomada en el corazón del Gobierno se terminó el día que Andrés “Cuervo” Larroque aseguró que el Gobierno era del kirchnerismo. Puertas adentro de Balcarce 50 entienden que cruzó un límite.
“La pelea es con los de afuera”, repitió el Presidente durante el diálogo que tuvo con su círculo de confianza. ¿Qué significa? Que no quiere enfrentarse a Cristina Kirchner ni a su espacio político. Que la verdadera batalla de intereses es con la oposición, con los que están sedientos por volver a la Casa Rosada el próximo año.
El gran problema es que ninguno de los que alimenta la guerrilla de cuestionamientos está preocupado realmente por esa circunstancia. La interna se devora la gestión cada día que se abre un nuevo capítulo. Se lo devora todo a un galope incontenible. Tanto que cualquier hecho político de gestión queda opacado rápidamente por una frase, una idea, una respuesta hacia adentro de la coalición.
Fernández está convencido de que todas las diferencias existentes sólo pueden saldarse en unas PASO. Más precisamente en las PASO a las que él convocó en su discurso del 17 de noviembre del año pasado, cuando abrió el juego para que el que quiera compita contra él. Una dinámica casi imposible para quienes llevan muchos años militando en el peronismo.
Fue en una Plaza de Mayo llena, el día que empezó un proceso de centralidad alejado de los condicionamientos de Cristina Kirchner. Más allá de su voluntad de abrir el juego, aquella tarde lo que hizo Fernández fue cortarle el dedo todopoderoso a la Vicepresidenta. Decirle, en forma indirecta, que ella no iba a decidir nuevamente el candidato.
En esta gira que tuvo su comienzo formal este martes, el Presidente intentará tomar distancia de la interna. Ponerse por encima de ella y enfocarse en las reuniones que tendrá con tres de los principales líderes europeos. Al menos, hará el intento. Sin saber si en Buenos Aires el ala K volverá a la carga o aplicará una tregua de unos días.
Fernández gestiona con los alineados. Lleva más de dos meses sin hablarse con su compañera de fórmula. Por momentos parece un camino sin retorno. Pero en la política casi no existen las decisiones incorregibles. Se puede dar marcha atrás. Aún sin creerlo profundamente.
Esquivar los coletazos de la interna será una tarea bastante difícil para el Jefe de Estado. Lo intentará cargando su agenda con contenido internacional. Buscando poner en el centro de su gestión el encuentro con líderes importantes de la Unión Europea como Pedro Sánchez, Olaf Scholz y Emmanuel Macron. Dándole entidad al análisis del impacto en la economía global que tuvo la invasión de Rusia a Ucrania.
Fernández suele decir que cuando el mundo salía de la pandemia, llegó la guerra y las variables económicas de todo el mundo, incluso de las grandes potencias, se dieron vuelta como nunca antes. La inflación y la escasez afectaron a los países más ricos del planeta. También a la Argentina.
Con la interna política del gobierno nacional le sucede algo similar, aunque de una importancia claramente menor a la de la pospandemia. Cuando salía de la crisis desatada por la decisión de La Cámpora de no votarle el acuerdo con el FMI en el Congreso, se encontró con una batería de críticas del kirchnerismo a su plan de acción y sus ministros. El final de esa interna no está a la vista, aunque en estos días este a miles de kilómetros de distancia del ring al que no está dispuesto a subirse.
SEGUIR LEYENDO: