En el máximo evento del liberalismo argentino, Javier Milei, la estrella libertaria del momento, no aceptó la invitación para convertirse en uno de los oradores principales. Ni siquiera concurrió como un invitado más. No fue la única curiosidad de la cena anual de la Fundación Libertad, que se hizo anoche en las instalaciones del Golden Center (y que pertenece a un sindicato peronista, el de Comercio que lidera Armando Cavalieri). Entre las intervenciones de los políticos, se produjo un sugestivo contrapunto entre los dos (hasta ahora) rivales presidenciales del PRO, Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich.
El jefe de Gobierno, que se sentó en la mesa principal, pero se fue antes porque era el cumpleaños de su mamá, eligió abrir el encuentro con un discurso digno de un candidato presidencial, en el que reforzó su perfil moderado: insistió con su objetivo de “terminar con la grieta”, reiteró su obsesión por una construcción “de centro mayoritario” y ensayó una apología de su vocación acuerdista, tan criticada por los “halcones” de su partido: “Hay que negociar, y negociar es ceder para poder hacer”.
La jefa del PRO, media hora después, pareció contestarle a su adversario interno: “No hay medias tintas. No podemos jugar al medio. El medio es la continuidad de la decadencia”, aseguró. Incluso sostuvo que “la grieta no es un invento de esta coalición, sino una construcción cultural de quienes hoy dominan el poder del gobierno para generar la idea transversal de un enemigo” y terminó proponiendo, sin vueltas, que el próximo gobierno lleve adelante “un cambio cojonudo”.
Para los intérpretes de los gestos, Mauricio Macri no miró a Rodríguez Larreta mientras éste hablaba al auditorio. Estaba sentado de costado del escenario y no movió su cabeza ni su cuerpo para seguir lo que decía el alcalde porteño. Tampoco se sumó a las cinco tandas de aplausos del público para apoyar algunas de sus definiciones, aunque sí lo hizo al final del discurso.
En un salón plagado de empresarios y dirigentes políticos (sobre todo del PRO y del liberalismo, más algunos de la UCR y de la Coalición Cívica, sin rastro alguno de miembros del Frente de Todos), esas señales se leyeron en obvia clave electoral. Lo mismo sucedió cuando Macri, en el tramo final del encuentro, durante la mesa que compartió con Mario Vargas Llosa y Julio María Sanguinetti, rescató las palabras de Bullrich y pareció alejarse de la moderación larretista: pidió “dirigentes que conmuevan y que sean el cambio, no el recambio”. “Nunca más lo políticamente correcto, que es joder a la gente”, planteó el ex presidente, que exigió a la dirigencia política “mucho coraje, mucha decisión” y propuso que tengan “ideas claras, planes, equipos”.
En el cóctel de bienvenida, el salón se parecía a una convención del PRO. Prácticamente no faltó nadie, sobre todo de “los halcones”: desde legisladores como Diego Santilli, Cristian Ritondo, Humberto Schiavoni, Federico Angelini, Rogelio Frigerio, Waldo Wolff, Hernán Lombardi, Laura Rodríguez Machado, Fernando Iglesias, Alejandro Finocchiaro, Gabriel Chumpitaz, Alex Campbell y Fabián Perechodnik hasta ex ministros como Hernán Lacunza, Nicolás Dujovne, Guillermo Dietrich, Andrés Ibarra, Jorge Faurie y Francisco Cabrera, pasando por funcionarios porteños como Soledad Acuña, Fernando Straface, Enrique Avogadro y Carmen Polledo, intendentes como Martín Yeza y Javier Iguacel y dirigentes como Federico Pinedo, Florencia Arietto, Paula Bertol, Silvina Giudici, Juan José Méndez y Eugenio Burzaco, entre otros.
Por el lado del radicalismo estuvieron el gobernador de Mendoza, Rodolfo Suárez; los senadores Alfredo Cornejo (uno de los oradores de la noche, que pidió que “en la campaña se hable más claro de las ideas de libertad”), Martín Lousteau, Carolina Losada y Mariana Juri; Maximiliano Pullaro y el dirigente Enrique “Coti” Nosiglia. También concurrió la fundadora de la Coalición Cívica, Elisa Carrió (quien compartió la mesa con Mirtha Legrand y Pampita Ardohain), y la diputada Mariana Zuvic. Hubo otros aliados de Juntos por el Cambio como el senador nacional Luis Juez y el senador provincial Joaquín de la Torre.
Entre los oradores, jugó de local Ricardo López Murphy, de Republicanos Unidos, muy aplaudido por los presentes, sobre todo cuando comentó su entusiasmo por la forma en que se extendieron las ideas liberales en la Argentina: “Antes sentía que estaba hablando en el desierto y ahora siento que hablo en un vergel”, confesó. Lo mismo sucedió cuando habló José Luis Espert, diputado de Avanza Libertad, quien defendió el pensamiento liberal y reiteró que por el camino actual “el país será una gran villa miseria”. En este caso, a diferencia de lo sucedido con Larreta, Macri lo miró fijamente mientras pronunció su discurso.
Una de las mesas estaba copada por enemigos de Hugo Moyano: eran los integrantes del Movimiento Empresarial Anti Bloqueos (MEAB), con su presidenta, Verónica Razzini, y, entre otros, Ariel Rey, uno de los dueños de empresa de San Pedro que fue bloqueada en 2021 y cuya denuncia penal permitió que dos dirigentes de San Nicolás fueran detenidos. Al grupo se sumó Matías Morante, el dueño de la pyme del Chaco que bajó las persianas porque los bloqueos no lo dejaban trabajar.
SEGUIR LEYENDO: