Este viernes 22 de abril por la mañana el Papa Francisco recibirá en Roma al canciller argentino, Santiago Cafiero. Será una visita oficial y un encuentro que se realizará en el Vaticano. El ex jefe de Gabinete estará acompañado por el Secretario de Culto, Guillermo Olivieri.
La visita, más allá del protocolo, le servirá a Cafiero para explicarle al Papa los pormenores de la crisis política y económica que está viviendo la Argentina. En ese contexto se enmarca el conflicto entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner, que llevan un mes y medio sin dirigirse la palabra.
La crisis interna del Frente de Todos afecta la gestión y la estabilidad del Gobierno. Y, en consecuencia, sus decisiones sobre la macroeconomía y las negociaciones parlamentarias. Un gobierno débil no es redituable para el bienestar del país por el que tanto vela Francisco.
Este domingo Cafiero metió los pies en esa crisis y replicó la nueva posición de la Casa Rosada. “Nadie obliga a nadie a ser parte de un Gobierno en el que no coincide con el rumbo”, aseguró en lo que fue un claro mensaje para el kirchnerismo duro que cuestiona la conducción del Presidente.
En el último mes y medio el Papa recibió a dos dirigentes importantes del oficialismo. En marzo estuvo en Santa Marta con un albertista puro que integra la mesa chica de Fernández: el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Beliz. Con quien conversó sobre la situación en la Argentina y la crisis global generada por la invasión de Rusia a Ucrania.
A principios de abril quien visitó a Francisco en Santa Marta fue el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, el nombre más importante que tiene Cristina Kirchner en el Gabinete. Los temas tratados fueron similares a los que estuvieron sobre la mesa cuando estuvo Beliz.
Esos dos temas centrales serán los que vuelvan a estar en la charla de Cafiero con el Santo Padre. La crisis política que tiene la Argentina, con un gobierno partido, una oposición que empezó a transitar el camino hacia las elecciones con sus propias internas, una inflación que rompió récords, un ministro de Economía que el Presidente sostiene y la Vicepresidenta quiere tumbar, y una relación entre el Poder Ejecutivo y el Poder Judicial desgastada y cada vez más tensa.
En ese encadenamiento de factores aparece también el proceso electoral que tendrá lugar en el país el próximo año, pero que comenzó a vivirse con claridad en las últimas semanas. Por eso, más allá de la invitación formal que Cafiero le hará a Francisco para que visite la Argentina el próximo año, es casi imposible que el Papa decida viajar a su país en un año electoral.
La posible visita de Francisco a la Argentina es un tema que sobrevuela la política argentina en forma permanente. En ese mundillo hay versiones cruzadas entre quienes creen que más temprano que tarde visitará el país, y entre los que consideran que no vendrá nunca.
En el 2023 se cumplen 10 años de papado. Una fecha con alto contenido simbólico. Lo que haga el Papa, con el que todos se quieren mostrar cerca, marcará la agenda nacional. Difícilmente pise la Argentina en un año donde el peronismo dimirá las diferencias que quebraron el Gobierno y que dañaron al espacio político.
El otro tema que tocarán es el impacto que ha tenido en todo los mercados y economías del mundo la invasión de Rusia a Ucrania. Argentina no quedó afuera de ese mapa y sobre una base inflacionaria alta, también le golpeó la provocada por el efecto de la guerra. Este domingo, en la celebración de la misa de Pascuas, Francisco pidió que llegue la paz a Ucrania arrastrada “por una guerra cruel e insensata”.
“Que haya paz en la martirizada Ucrania, tan duramente probada por la violencia y la destrucción de la guerra cruel e insensata a la que ha sido arrastrada. Que un nuevo amanecer de esperanza despunte pronto sobre esta terrible noche de sufrimiento y de muerte”, sostuvo el Papa, dejando en claro su posicionamiento político sobre la guerra.
La visita formal es también un gesto de acercamiento entre Alberto Fernández, a través de uno de sus funcionarios de máxima confianza, y el Papa, luego de que la relación se enfriara por el apoyo que el Gobierno le dio a la ley que legalizó el aborto. Fernández participó en persona de negociaciones para que la ley pudiera pasar el difícil filtro de la Cámara de Senadores.
En diciembre del año pasado Alberto Fernández recibió en la Casa Rosada a la Conferencia Episcopal Argentina, que conduce Monseñor Oscar Ojea, un hombre del Papa. La visita sirvió para comenzar a recomponer la relación después de la sanción de la ley del aborto.
En aquel momento la Iglesia emitió un comunicado posterior al encuentro en el que remarcaron que le habían pedido al Presidente que “se lleguen a acuerdos fundamentales y superadores, que hagan detener la continua confrontación que se vive en nuestro país, ya que en un clima así es muy difícil salir adelante”.
En ese entonces el mensaje estaba contextualizado en una grieta profunda marcada por las discusiones post pandemia entre Gobierno y la oposición. A la luz de lo que sucede hoy con la crisis interna que afecta al Frente de Todos, el objetivo no fue cumplido.
En medio de esa visita formal es posible que Cafiero se vuelque algunos segundos a la informalidad y le transmita al Papa la voluntad de Alberto Fernández de que bautice a su hijo Francisco, nacido la semana pasada. El Presidente eligió ponerle ese nombre en alusión a Sumo Pontífice y le gustaría que reciba el sacramento de parte de él.
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