Antonio Aracre, el empresario que defiende al ministro Guzmán: “El excesivo ruido político es claramente inflacionario”

El director general de Syngenta aseguró a Infobae que el titular de Economía “es el mejor ministro de los últimos 50 años” y sostuvo que desplazar al kirchnerismo del gabinete nacional “le daría más coherencia a Alberto Fernández, pero mucha menos gobernabilidad”

Antonio Aracre: "¿Cómo puede ser que el kirchnerismo se quede atrapado en el discurso ideológico del FMI, que es un discurso viejo?" (Foto Maximiliano Luna)

En medio de la ofensiva kirchnerista contra Alberto Fernández y el ministro Martín Guzmán, un importante empresario los defiende. E incluso se confiesa optimista respecto de la posibilidad de que la inflación baje a partir de mediados de año y que puede llegar “otra Argentina expansiva que venga con 20.000, 30.000 o 40.000 millones de dólares”. No sólo eso: cuando casi todo el Gobierno olfatea una derrota electoral, este mismo directivo de una compañía multinacional advierte que “si la macroeconomía se ordena y en la segunda mitad del año tenemos una inflación que vuelve a los niveles del 2% o 3% mensual, con paritarias anticipadas y fuertes en el primer semestre, podríamos llegar al 2023 con un escenario económico que vuelva a poner competitivo al Frente de Todos”.

¿Digno del “Créase o no” de Ripley? Digno de Antonio Aracre, director general de Syngenta para Latinoamérica Sur, la compañía de insumos agropecuarios de origen suizo que fue adquirida por un grupo chino. Se hizo conocido como un militante antigrieta, de buen diálogo con el Gobierno y con la oposición, y como un librepensador que se anima a opinar sobre lo que muchos de sus colegas callan.

En la entrevista con Infobae, aseguró que Guzmán “es el mejor ministro de Economía de los últimos 50 años” y que “la mejor cualidad de Alberto Fernández puede ser al mismo tiempo su peor cualidad, su talón de Aquiles, y es ese espíritu incansable por el diálogo, el acuerdo y el consenso”. Y se mostró implacable ante la puja del Frente de Todos cuando sostuvo que en la gestión hay que acordar y avanzar: dentro del mismo frente vos podés criticar, proponer, pero no paralizando el trabajo diario”.

Aracre calificó a Cristina Kirchner como “muy inteligente y políticamente muy hábil”, aunque también cuestionó algunas de sus posiciones más dogmáticas: “Si yo fuera kirchnerista, tomaría mucho más la bandera del productivismo y del desarrollismo en lugar de aferrarme a la bandera del déficit fiscal, que, de hecho, ni siquiera el propio Néstor Kirchner jamás abrazó”.

El CEO de Syngenta justificó las dudas del Presidente sobre una ruptura con la Vicepresidenta cuando dijo que desplazar al kirchnerismo le daría más coherencia a Alberto Fernández, pero mucha menos gobernabilidad”. Y fue contundente al vincular las peleas en el oficialismo con la crisis económica: “El excesivo ruido político es claramente inflacionario porque cuando no sabés para qué lado va un país, cuando la incertidumbre salta, te cubrís. Y cubrirse significa aumentar precios, y aumentar precios es inflación”.

—Hace un año, usted se mostraba optimista respecto de la situación económica, sobre todo si se llegaba a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). ¿Sigue manteniendo el optimismo, pese a las malas señales en la economía?

—Tengo un optimismo vinculado al mediano plazo, de acá a 2 o 3 meses y no necesariamente los próximos 6 meses, y tiene que ver con toda una serie de proyectos productivos muy importantes que están alcanzando un nivel de madurez y que en la segunda parte de esta década van a empezar generar una serie de flujos de dólares hacia la Argentina muy importante. A veces, el día a día te come la agenda y no te permite verlo, pero cuando uno piensa en minería, en litio, en hidrocarburos y en gas, en términos de lo que está pasando en el mundo en este momento, podemos estar hablando de otro país equivalente a la Argentina agropecuaria. Hoy, el 70% de las exportaciones lo genera la agroindustria. Estoy pensando que se puede generar una Argentina que, además de tener una agroindustria que trae 30.000 o 40.000 millones de dólares en exportaciones, pueda aparecer en Vaca Muerta, por lo tanto en hidrocarburos, gas, minería y litio, otra Argentina expansiva que venga con 20.000, 30.000 o 40.000 millones de dólares.

—¿No parece ciencia ficción si se considera el escenario de alta inflación que sufrimos, por ejemplo?

—Para poder crecer en cualquier tipo de actividad industrial en la Argentina, necesitamos una buena proporción de insumos importados. Por lo tanto, el crecimiento de esas industrias y del PBI es completamente dependiente de la cantidad de dólares disponibles que tenga el país para darles a esas industrias para que crezcan. Muchas veces me preguntan: ¿cuánto va a crecer el PBI este año? Quizás el 4, el 5, tal vez podría ser el 6. ¿Y en base a qué? Dependerá de los dólares que terminen quedando disponibles en la balanza comercial para poder fogonear el crecimiento de las otras industrias. No hay que olvidarse que tenemos que acumular 5000 millones de dólares de acuerdo con una meta que hemos definido con el FMI dentro de las reservas del Banco Central y, aparte de esa acumulación, tenemos que dedicar dólares a todas esas industrias que quieren seguir creciendo. Entonces, si tenemos una supercosecha, muy valorizada por el precio de los commodities y esto sigue así, tal vez tengamos la suerte de poder estirar el crecimiento a 5 o 6 puntos. Es decir, fíjese cuán condicionante es la disponibilidad de dólares en Banco Central para el crecimiento, para la generación de empleo, para la reducción de la pobreza. Por eso muchas veces me enoja que algunos sectores que se dicen progresistas y que buscan reducir la pobreza y el desempleo sostengan que no había que firmar con el FMI: era la única alternativa viable, nos guste o no nos guste, para que la Argentina recupere esa cantidad de dólares que necesitaba para poder seguir operando, creciendo y generando nuevas exportaciones.

—¿Sin acuerdo con el FMI realmente todo hubiera sido peor?

—Sí, un caos de varios tipos porque también eso se hubiese trasladado a una incertidumbre gigantesca en el libre cambio, la brecha. Se sabe lo que pasa después con la inflación y, por lo tanto, con la pobreza. Entonces, ¿cuál era el negocio y para quién era el negocio?

—De todas formas, más que criticar un acuerdo con el Fondo, algunos dirigentes del oficialismo cuestionan los términos en que el Gobierno finalmente firmó el entendimiento. ¿Qué opina?

En el contexto de los acuerdos hechos por el FMI en los últimos 20 años, no existe ningún acuerdo que se aproxime siquiera a la benevolencia que tuvo el Fondo con nosotros en materia de los tiempos que nos otorgó.

Cristina Kirchner y Alberto Fernández

—¿En este acuerdo?

—Exactamente, en particular con los tiempos que nos concedió para enfocarnos en un equilibrio fiscal, de 3, 4 años. Normalmente, en el segundo año pedía equilibrio fiscal, igual sabemos lo que significa eso más tarde o más temprano, y también con la necesidad de acumular reservas, pero, al mismo tiempo, entregándote 10.000 millones de dólares de golpe que te permiten seguir operando, importando, creciendo. Fíjese la lectura que hace el mercado práctico... Siempre digo que hay un mercado práctico y un mercado financiero teórico. El mercado práctico lo mide el dólar, el tipo que está produciendo, operando, que necesita pagar una importación, liquidar una exportación, y el dólar es ese termómetro inmediato que marca cómo está la economía argentina. Ese dólar se viene desplomando. Está en $195, podría estar en $180, $170, y si no llega a desplomarse a ese nivel es porque la política genera suficiente cantidad de ruido como para que los operadores digan: “Las cosas van bien, pero ¿seguirán bien?”. Esas son las dudas.

—Cuando se habla de ruido político, obviamente, uno lo asocia con la virtual ruptura entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner. ¿Es un factor muy condicionante de la economía ese tipo de peleas en el Gobierno?

—Sí, diría que así como antes hablaba del mercado teórico y el mercado práctico, ¿se dio cuenta de que el Riesgo País no bajó tanto? Como es más financiero, no interesa tanto desde el punto de vista productivo. En lo político también hay aspectos teóricos y prácticos. Los aspectos teóricos pueden tener que ver con estas cuestiones de la imagen pública cuando uno ve a dos líderes de semejante magnitud que no dialogan cuando deberían acordar sobre ciertas cosas fundamentales que pasan en el país. Los medios lo levantan mucho, pero queda un poco en el plano teórico-político. Ahora, cuando eso se traslada a una parálisis de gestión... Por ejemplo, si la política de energía no sigue la política económica definida por el ministro en términos de lo que se acordó y lo que se pactó con el FMI, entonces eso sí empieza a repercutir en la macroeconomía porque no vas a poder reducir los subsidios de acuerdo con lo que pactaste, vas a tener un déficit fiscal de una magnitud mayor a lo que podés afrontar con los recursos internos que permite el mercado de endeudamiento local. En fin, te empiezan a alterar una serie de cosas que pasan del plano teórico-político al plano de la gestión y a la práctica, y por eso es importante resolver esa interna, al menos para que no frene la gestión del día a día.

—Eso es lo que está pasando, en definitiva, y es el reclamo que hizo el ministro Guzmán.

—Es lo que está pasando, pero parecería que hay ahora un posicionamiento diferente. Por lo menos, por primera vez veo al ministro muy firme en asumir que se pueden tener posiciones distintas, y más dentro de un frente político compuesto por distintos sectores, pero que quienes están involucrados en la gestión diaria no pueden tener posicionamientos tan divergentes al que marca el Poder Ejecutivo.

—¿Es una obviedad que no la parece tanto en este gobierno?

—Yo lo pienso en términos de una empresa. A veces en tu equipo directivo tenés gente que opina una cosa, otros que opinan otra, pero en un momento vos tomás una decisión y van todos atrás de esa decisión. Si alguno está tan contrariado con eso, no se puede quedar adentro diciéndole a los clientes que no está de acuerdo o a los empleados que no le parece bien que la empresa haga tal o cual cosa, se tiene que ir y dar un paso al costado porque si no deteriora toda la estrategia definida por la corporación. En materia política ocurre lo mismo. En la gestión hay que acordar y avanzar. Dentro del mismo frente vos podés criticar, proponer, pero no paralizando el trabajo diario.

El ministro de Economía, Martín Guzmán

—Parece un problema insoluble porque la postura de Cristina Kirchner es alertar que este acuerdo, tal como está firmado, lleva a un ajuste que va a hacer perder las elecciones al Frente de Todos. ¿Usted coincide?

—Pienso que las elecciones, y las del 2023 no van a ser una excepción, las definen las mayorías silenciosas moderadas y centristas de una sociedad. Entonces me parece que, aquel sector político que sea más capaz de interpretar y representar los valores de esa mayoría silenciosa en materia de decisiones políticas, económicas, de seguridad, de empleo, de producción, de distribución, va a tener más posibilidades, y aquel que se ve obligado a regalar ese espacio para no perder contra quienes los corren por los extremos, va a perder. En ese sentido, los dos sectores políticos mayoritarios tienen un dilema, En Juntos por el Cambio lo tienen a Milei y al sector libertario carcomiéndole una buena parte de su electorado con un discurso más de tipo populista de derecha que una parte de la sociedad frustrada, desengañada, le interesa seguir, y en función de no perder ese porcentaje, que es importante para Cambiemos, muchas veces tienen que asumir un discurso que espanta a esa mayoría silenciosa y de centro. En contrapartida, en el Frente de Todos hay sectores, que Alberto y Guzmán encarnan bastante bien, que le hablan permanentemente a ese sector.

—¿De qué manera?

—Por ejemplo, se comunica esta decisión de no aumentar las retenciones, pero, al mismo tiempo, de buscar mecanismos para que se mejore la distribución, para estar atentos a la problemática social sin menoscabar el equilibrio macroeconómico. Es un diálogo muy coherente hacia el centro de la sociedad. Pero hay una parte del Frente representada por el kirchnerismo más duro que tiene miedo de perder los votos en manos de la izquierda o de los desengañados que sienten que las políticas del Gobierno no los favorecen tanto como pensaban. Entonces, en ese dilema se van a encontrar los dos sectores mayoritarios y quien sea capaz de interpretar a los votantes mayoritarios del centro, sin desengañar demasiado a quienes los corren por derecha y por izquierda, serán quienes tengan más posibilidades. En ese sentido, lo que están haciendo el presidente Fernández y el ministro Guzmán me parece muy inteligente. Si yo fuera Cristina no los cascotearía tanto porque, en el fondo, puede ser funcional a no recuperar a ese votante que en el 2019 los llevó al poder.

—De todas formas, lo que se notó en las últimas elecciones es que justamente los que crecieron, por izquierda y por derecha, son los sectores más duros del electorado, los que expresan más el descontento, y no los moderados de centro.

—Por eso creo que ninguno de los dos puede prescindir de esos sectores duros que le suman una cantidad, o le restan, una cantidad de votantes importantes y tradicionales en su electorado, pero el arte de ganar va a pasar más por cómo hacen para seducir a ese 10% o 15% que no es de nadie, que no le gusta fidelizarse con nadie y que mira y escucha con detenimiento antes de definir su voto.

La Mesa Nacional de Juntos por el Cambio

—Igual, con esta pelea entre el Presidente y la Vicepresidenta es muy difícil hablar de medidas que sean aptas para tranquilizar la economía. Todo este ruido político no contribuye a bajar los altos niveles inflacionarios. ¿Es así?

—Sí, a pesar de que hay muchos economistas que no les gusta esto, en todo el equilibrio macroeconómico la emisión y el déficit contribuyen mayoritariamente al proceso inflacionario, pero en un país como la Argentina la cuestión de las expectativas es crítico también. El excesivo ruido político es claramente inflacionario porque cuando no sabés para qué lado va un país, cuando la incertidumbre salta, te cubrís. Y cubrirse significa aumentar precios, y aumentar precios es inflación.

—Es curiosa la situación porque, en definitiva, fue Cristina Kirchner quien eligió al actual Presidente y ahora se convirtió en una opositora. Es una encerrona política porque termina haciéndole mal no sólo a la coalición que gobierna sino a todo el país.

—Tenés razón, pero es muy inteligente y políticamente muy hábil. Así como en 2019 nos sorprendió a todos anunciando un binomio presidencial inesperado, alguna cosa en conjunto con el Presidente van pensar para ver cómo resuelven esto, cómo le encuentran una vuelta a institucionalizar de alguna manera los desacuerdos, a participar en las decisiones de una manera más o menos pública. Lo más complicado de digerir para la sociedad es cuando la pelea es demasiado pública. Eso es algo que se puede evitar y se puede reencauzar en un esquema de resoluciones de decisiones más reservado, una discusión más íntima.

—En este contexto de tensiones en el oficialismo, ¿qué opina sobre el ministro Guzmán? ¿Es justificado el ataque que sufre por parte del kirchnerismo duro? ¿Tiene que seguir en su puesto o ya se cumplió su ciclo?

Yo tengo 58 años, así que diría que desde el año 70 y pico para acá, donde tengo cierto grado de lucidez de lo que pasaba en la Argentina y en el mundo, y siendo economista, Martín Guzmán es el mejor ministro de Economía que tuvo la Argentina en los últimos 50 años. Muchos me dicen “eh, pero Lavagna”, Lavagna fue muy bueno también, pero, primero, tuvo otro ministro (se refiere a Jorge Remes Lenicov) que hizo un trabajo sucio que le permitió a él construir desde ahí, y segundo, ya desde el punto de vista internacional y académico, el reconocimiento que tiene Martín (Guzmán) en el mundo me parece que no lo tenía Roberto (Lavagna) en aquel entonces, y te lo dice alguien que lo votó a Roberto en el año 2019, así que siento un profundo respeto por él, pero creo que Martín Guzmán es el mejor. Lo digo en varios sentidos, no sólo desde lo académico, lo profesional, su pericia en la forma en que maneja las cosas, su contracción al trabajo. Yo he hablado un sábado a las 12 de la noche o un domingo a la 1 de la tarde y era como si hablaras con él un día de semana en hora hábil. Es una persona que no para de trabajar y tiene una cualidad que quienes tenemos posiciones de liderazgo buscamos mucho tener nosotros mismos y las personas que nos rodean y que no es tan fácil de conjugar, sobre todo cuando vos tenés una capacidad intelectual como la que tiene él y un éxito y una trayectoria que normalmente se traducen en cierto nivel de ego: tiene una capacidad de controlar de sus emociones y su nivel de stress, o por lo menos las formas en que lo tramita es de una elegancia y de una responsabilidad para el cargo que ocupa que pocas veces he visto en mis 35 años de vida corporativa.

Para Antonio Aracre, "si el FMI viene en mayo a revisar las metas del primer trimestre, nos sacaríamos una nota de un 8 o un 9" (Foto Maximiliano Luna)

—Cualquier ministro de Economía siempre debe tener una cintura política que va más allá de sus conocimientos técnicos. Desde ese punto de vista, ¿Guzmán está afrontando bien esta ofensiva del kirchnerismo? ¿Podría haber hecho alguna otra cosa?

—Creo que él tiene la medida justa y manda mensajes a los dos lugares. Fijate lo que hizo esta semana en la entrevista con C5N donde él claramente dice “el Presidente ha definido una política económica y la vamos a instrumentar con aquellos alineados con esa política”, mandándole un claro mensaje a algunos funcionarios, incluso de su propia cartera, pero, al mismo tiempo, en la misma entrevista dice: “Estamos pensando en mecanismos que sin tocar los derechos de exportación permitan captar algún tipo de tributo sobre las rentas inesperadas que no vienen por el esfuerzo de nadie sino por situaciones completamente fuera de cualquier situación de negocio para poder distribuirla entre los sectores que se hayan visto más afectados por la pandemia y su situación social”. Es una habilidad política el poder ser duro en algunas cosas y ser blandos en otras al mismo tiempo y en el mismo momento discursivo.

—Para que esa dureza que demostró Guzmán termine de completar el ciclo hace falta que el Presidente…

—(Interrumpe) Tome la decisión.

—Claro, que tome la decisión de desplazar a los funcionarios que ponen trabas o no están consustanciados con los lineamientos del Gobierno.

—Sí, pongamos una ficha ahí, todavía no lo sabemos, pero usted no me preguntó por Alberto sino por Guzmán. Que Martín se haya expresado en ese sentido le marca una cualidad política en un momento de tanta tensión y tanta interna donde se ve poca gente que sale a posicionarse y a hablar.

—Le pregunto entonces por Alberto Fernández. ¿Qué pasa con un Presidente que frente a una especie de conspiración interna no actúa y de alguna manera termina avalando esa pelea? También es difícil entenderlo.

—Yo lo he tratado en algunas oportunidades a Alberto. Diría que su mayor cualidad puede ser al mismo tiempo su peor cualidad, su talón de Aquiles, y es ese espíritu incansable por el diálogo, el acuerdo y el consenso. Preside un gobierno de un frente con distintos sectores y que a veces tienen pensamientos ideológicos muy divergentes en algunas cosas críticas. Uno podría decir que eso lo deberían haber conversado antes de asumir el poder y definir cómo iban a dirimir esas cuestiones, pero por alguna razón eso no ocurrió y lo que intenta el Presidente es maximizar las opciones de diálogo, incansablemente.

Antonio Aracre: "A partir de mediados de año, todos estos esfuerzos de reducir el déficit fiscal, sí o sí van a generar una reducción importante de la inflación"

—Con Cristina Kirchner no estaría funcionando. Dicen que no se hablan.

—Es correcto lo que dice. Uno podría preguntarse por qué no hace tal cosa, por qué no termina de definir tal otra. Cuando mi respuesta a eso es que implicaría una ruptura en el frente, empiezo a escribir en una hojita cuáles podrían ser las consecuencias de una ruptura y ahí enseguida doy vuelta la página y digo: “Mejor que siga intentando dialogar”. De todos los escenarios posibles, la ruptura no es la mejor.

—Más allá del conflicto, una definición aportaría coherencia en la gestión. Tirotear al Gobierno desde adentro es injustificable.

—Acuerdo con usted en un 100% pero si la consecuencia de romper es que hay un clima social en la calle incentivado por el sistema político que no te facilita la gobernabilidad, o que te la impide, tampoco es una solución.

—¿Piensa que sería peor porque los kirchneristas estarían realmente en la calle provocando desorden?

—No sé si pasaría, pero es una posibilidad que ocurra eso. El Presidente puede estar evaluando la situación y pensar: “Frente a estas posibilidades, mejor es gestionar el conflicto e ir avanzando como podemos dentro de este nivel de conflictividad. Una ruptura le daría más coherencia a mi gobierno, pero probablemente mucho menos grado de gobernabilidad”.

—¿Su optimismo por el mediano plazo no es tan aplicable al corto plazo?

—No en el corto plazo. El optimismo viene por el lado de que todo este ruido que estamos viviendo en este momento se vincula con una imprescindible corrección de precios relativos, que durante los dos años de la pandemia se movieron como pudieron. Entonces tenemos en los últimos meses una aceleración de precios que intentaron acomodar las empresas en función de los atrasos de los últimos años. El dólar, que está empezando reavivar su apreciación después de todo un 2021 donde se lo intentó pisar para que no fogonee la inflación. Tenemos las tarifas que imprescindiblemente se tienen que mover porque el gasoil, el combustible y el gas tienen que ajustarse. Y, sobre todo, las tarifas públicas que llegan a los hogares y a las industrias también y eso va a generar inflación. Por último, pero lo más importante de todos, si los salarios no se actualizan rápidamente va a generar mayor malestar y reclamo social. Entonces es evidente que esos cuatro factores están moviéndose mucho con expectativas muy altas y van a generar hasta junio un proceso inflacionario alto. No sensibilizarnos con eso, no concientizarnos, va a implicar una frustración muy grande. Creo que una vez que ese proceso de ajuste en los precios relativos termine, digamos, a partir de mediados de año, todos estos esfuerzos que estamos viendo en la macroeconomía de reducir el déficit fiscal, los subsidios, la emisión, subir las tasas de intereses reales positivas, sí o sí van a generar una reducción importante de la inflación.

El presidente de Chile, Gabriel Boric

—¿Cristina Kirchner no limita también estas decisiones que quiere tomar Guzmán?

—Eso es lo que vamos a ver. Si vemos que en los próximos meses no hay audiencias para los ajuste de tarifas públicas, o no se mueven en función de esa segmentación que se había acordado, podremos asumir que en las próximas revisiones con el FMI empezaríamos a tener problemas y podríamos caer en un eventual default. Ojalá que no porque hacia fin de año estaríamos de vuelta en un problema similar. Hoy, lo que puedo decir es que si el FMI viene en mayo a revisar las metas del primer trimestre nos sacaríamos una nota de un 8 o un 9. Porque el déficit bajó, la emisión bajó notablemente, las tasas de intereses subieron, el dólar se está apreciando. Es decir, todas las metas que puso el FMI y que acordó con el Gobierno se están cumpliendo y hasta en algún caso sobrecumpliendo. Si seguimos haciendo esto, en el segundo semestre vamos a ver los frutos de esta situación. Pero hay que un signo de interrogación que marca la política.

—¿El ruido político no se exacerba con las versiones de que las elecciones en la provincia de Buenos Aires, por ejemplo, se pueden anticipar para que el kirchnerismo quede supuestamente a salvo en su distrito de una derrota de Alberto Fernández?

Pero si la macroeconomía se ordena y en la segunda mitad del año tenemos una inflación que vuelve a los niveles del 2% o 3% mensual, con paritarias anticipadas y fuertes en el primer semestre, podríamos llegar al 2023 con un escenario económico que vuelva a poner competitivo al Frente de Todos ante Juntos por el Cambio. Eso es lo que debieran evaluar en el kirchnerismo, que demasiado anticipadamente está tirando la toalla diciendo “hay que pensar en otra cosa porque el 2023 a nivel nacional está perdido”.

—Porque les fue mal en las últimas elecciones. Es cierto que el antecedente no es bueno.

—Pero también en el 2017 le fue muy bien a Macri y en el 2019 perdió. Nada es tan irremediable, pero si vos contribuís para que sea irremediable, sí.

—¿Es más difícil cuando se hace política con los rótulos que aplica el kirchnerismo para su electorado más fiel? “El Fondo es el diablo”. “No se puede acordar con el Fondo porque es ajuste y hambre”. “No se pueden tocar las tarifas”.

—En ese sentido, me gusta rescatar a las izquierdas modernas. Por ejemplo, a un (Gabriel) Boric que dice que “hay que terminar con esa idea de que el equilibrio fiscal es de derecha y el déficit fiscal es de izquierda” porque el déficit fiscal crónico te condena a la sumisión y a la dependencia de los organismos internacionales.

—¿Por qué acá un dirigente político de izquierda o progresista no puede decir eso?

—Esa es la gran pregunta. ¿Qué pasa que no podemos salirnos de ese esquema? Si yo fuera kirchnerista tomaría mucho más la bandera del productivismo y del desarrollismo en lugar de aferrarme a la bandera del déficit fiscal, que, de hecho, ni siquiera el propio Néstor Kirchner jamás abrazó, y teniendo la Argentina tantos proyectos para enarbolar, como la sustentación del crecimiento, la generación de empleo. ¿Cómo puede ser que no se aferren a eso y, en cambio, se queden atrapados en el discurso ideológico del FMI, que es un discurso viejo?

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