Un denso “silencio de radio” se instaló durante todo el fin de semana largo en la quinta de Olivos, como metaforizó un alfil del Presidente. A pesar de la expectativa en el arco oficialista sobre la próxima movida de Alberto Fernández en el marco de la interna con Cristina Kirchner, hacia el final de Semana Santa no había señales claras sobre cuál será el rumbo político que elegirá tomar. Sin embargo, en simultáneo a los menesteres familiares, el Presidente recibió a algunos de sus colaboradores, y ayer se imponía la versión de que los cambios en el Gabinete se orienten a relanzar la gestión en “acuerdo” con el kirchnerismo.
Tras su breve licencia por paternidad, Alberto Fernández evalúa cómo avanzar en el plano político interno. Si bien algunos colaboradores bregan por un gesto de empoderamiento frente a la Vicepresidenta, especialmente en la cartera económica, un grupo de peso le sugiere que los cambios se realicen de manera consensuada con el ala dura. De hecho, hay quienes los ven como una manera de zanjar las diferencias, al menos en el corto plazo. “La definición está por verse. Pero tiene que ser un acuerdo, inteligente, con todos adentro. El año que viene vemos lo electoral”, dicen en la Casa Rosada, y le bajan el tono a los pedidos de ruptura.
“A diferencia de otras veces, hay un consenso unánime en que hay que hacer algo, que hay que analizar los cambios de Gabinete. Pero más que para romper, para un relanzamiento, frente al año y medio que queda de gestión”, dicen cerca de Alberto Fernández. Creen que es el momento ideal, “en virtud de que está terminada la negociación con el FMI, de que pasó la elección, y de que pasaron los primeros meses del año con la inflación más alta, que iban a ser los más difíciles”. “Ahora viene otra etapa, y hay que relanzar”, consideran.
Los cambios se dan por sentado, pero hay incertidumbre sobre qué tipo de modificaciones se introducirán. La línea “rompedora”, como la denominó un alto funcionario, considera que es el momento adecuado para empezar a gestionar sin Cristina Kirchner, a través de la eyección de los funcionarios díscolos que son fieles a la Vicepresidenta, principalmente en el área económica: Roberto Feletti -aventuran que podría ir a un cargo en la Provincia-; y los kirchneristas en Energía, Federico Basualdo y Federico Bernal (aunque la lista de funcionarios que responden a La Cámpora y a la Vicepresidenta en el Gobierno sigue en el PAMI, YPF, Aerolíneas, la Anses, la Procuración del Tesoro).
El jefe de Estado escucha las voces de ambas corrientes en su espacio y medita qué hacer. El fin de semana recibió en Olivos a unos pocos colaboradores, y hay hermetismo sobre la próxima jugada. Quienes frecuentan al primer mandatario quieren bajarle el tono a las especulaciones -dicen que el tema está “manoseado”- y señalan que, más que la interna, su principal preocupación es bajar la inflación.
Es así hace meses, pero la inquietud se profundizó esta semana, luego de que el índice alcanzara el nivel más alto en 20 años, como se conoció el miércoles pasado. Ahora apuesta a que el número de abril sea, al menos, levemente más bajo que en marzo, y a que no vuelva a haber un pico similar durante el resto del año. Es decir, que se cumpla la promesa del ministro de Economía, Martín Guzmán. Aunque por ahora, a pesar de la crisis, no tiene planeado hacer nuevos anuncios económicos. Apuesta a “proteger” a los asalariados a través del incentivo a que las paritarias se cierren altas (aunque estima un techo del 50 por ciento), y planea ajustar por inflación las ayudas para los trabajadores informales. De todas formas, como adelantó Guzmán el lunes, evalúa un nuevo gravamen para los sectores agropecuarios que obtienen ganancias extraordinarias a raíz de la guerra en Ucrania, con el fin de “redistribuir entre los sectores más vulnerables”.
A pesar de las dificultades económicas, Alberto Fernández está decidido a proteger al funcionario que negoció el acuerdo con el FMI de los pedidos de remoción que le llegan desde las filas kirchneristas. Especialmente de cara a las audiencias públicas por las subas de luz y gas que serán convocadas oficialmente en los primeros días de la semana -para el 12 de mayo-, y que podrían terminar en un nuevo enfrentamiento con el kirchnerismo.
“Los cañones, hoy, no están puestos en Alberto, sino en Guzmán. Con el desastre que hay se lo critica tanto como es posible cuestionar a un funcionario”, confirmó la lectura, en diálogo con Infobae, un alfil del kirchnerismo duro. En La Cámpora saben que Alberto Fernández “no va a tocar” al titular de la cartera económica, pero también están convencidos de que los inciertos cambios en el Gabinete no representarán un quiebre definitivo con Cristina Kirchner: “Todo indica que va a seguir en la línea de la unidad”, dijo, confiado, un funcionario que responde a la Vicepresidenta.
Si bien pujan para que salga de Hacienda, cerca de Máximo Kirchner también admiten que la figura del cuestionado ministro “le sirve” a la organización, también, para recuperar la cohesión interna tras el cimbronazo que representó la polémica renuncia de su jefe a la titularidad del bloque del Frente de Todos, y el fuerte daño en las propias filas del affaire de la titular del PAMI, Luana Volnovich.
“Estamos mirando la interna del Gobierno, pero también nuestra propia unidad”, destacó un vocero de la organización. Y señaló que tres fotos que se tomaron juntos en los últimos quince días Máximo Kirchner y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, fueron una manera de “marcarle la cancha” al ministro de Economía pero, a la vez, una forma de “unificar al interior de La Cámpora”, después del primer paso que representó la marcha por el Día de la Memoria.
“Agenda paralela”
Mientras esperan las definiciones de Alberto Fernández sobre los cambios de Gabinete, en el Gobierno se pusieron en alerta esta semana por el alto perfil internacional que empezó a regar Cristina Kirchner. Su llamativo encuentro con el embajador de Estados Unidos, Marc Stanley; su bilateral con el presidente de Bolivia, Luis Arce, de manera independiente de Alberto Fernández; y sus discursos con eje en recomendaciones sobre geopolítica durante los dos últimos actos que encabezó (en el Senado por el aniversario de la guerra de Malvinas y en el CCK por la Asamblea Legislativa EuroLatinoamericana) hicieron ruido en la Casa Rosada, y algunos funcionarios que frecuentan al Presidente empezaron a hablar de una “agenda paralela”, que se suma a los planteos díscolos en términos económicos, especialmente en Energía y la secretaría de Comercio.
En el Instituto Patria reniegan de esa mirada y aseguran que todas las reuniones de Cristina Kirchner fueron “estrictamente protocolares”, en su calidad de presidenta del Senado. “No es que Cristina se haga más internacional. Lo que pasa es que el internacionalismo está viniendo a la Argentina y ella sirve a los intereses argentinos. Tiene una mirada diferente del rol que eligió la Argentina para negociar con el FMI”, dijeron cerca suyo, en un tiro por elevación al pacto que firmó Guzmán con el aval de Alberto Fernández.
En el kirchnerismo no es un secreto el malestar por el voto a favor de la expulsión de Rusia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU por la guerra en Ucrania -como dijo el senador más fiel a la ex presidenta, Oscar Parrilli, la semana pasada- y por la falta de definiciones en el avance de las relaciones con China, más allá de la firma de la adhesión a la ruta de la seda. “Las miradas son claramente distintas, pero ella tiene una mirada muy institucionalista y no va a hacer nada por fuera del protocolo”, se atajaron en uno de los despachos kirchneristas en la Cámara alta.
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