“Nuestra ancla está puesta en el Cielo”, aclaró el arzobispo de Rosario, monseñor Eduardo Martin, aunque habló en las vísperas de la Pascua de Resurrección sobre la cruda realidad de su arquidiócesis: los sicarios, el tráfico de armas, las muertes de adolescentes, el juego online, los casinos, los planes sociales y el narcotráfico.
“Las bandas narcos es tremendo cómo lo arruinan todo; antes la pobreza tenía dignidad”, dijo. Y lamentó que los políticos “ya están todos pensando y enfocados en las elecciones del año que viene”.
El obispo de Rosario no es un verborrágico referente de la Iglesia. No habla tan seguido con los medios. Menos en los últimos años de pandemia, donde su voz estuvo más agazapada. Tampoco es usual conocerle declaraciones altisonantes; más bien mantiene el perfil del Episcopado, especialmente en temas sociales. Pero la situación de las bandas narcos en Rosario hace ineludible que se exprese sobre el tema.
A mediados del año pasado ya había alertado sobre la violencia urbana en Rosario cuando afirmó que el narcotráfico tenía una organización delictiva que superaba a la del Estado que lo tiene que combatir. Fue en una homilía en una jornada de ayuno y oración por la paz que se convocó por el mismo problema.
Nunca fue tan lejos como uno de sus antecesores, el fallecido monseñor y ex presidente del Episcopado argentino Eduardo Mirás, que en 2002 sentenció a propósito no de la violencia sino de las protestas piqueteras que “si se deja que cada uno haga lo que quiera, vamos a estar como en Colombia”.
Esta semana, el actual arzobispo de Rosario pareció más afectado por la violencia después de hablar con un cura de parroquia que le contó que una de las víctimas de la violencia armada reciente es una mujer que iba a participar de la ceremonia del lavado de pies en uno de los barrios castigado por la violencia a causa del tráfico de drogas.
Martin hace casi diez años que es obispo de Rosario. Vino a reemplazar a José Luis Mollaghan, ya fallecido, que fue removido por el Papa tras una investigación por “desmanejos” de fondos y denuncias de maltrato de laicos y sacerdotes.
Antes fue párroco en la ciudad santafesina de Venado Tuerto, en 2006 el Papa Benedicto XVI lo designó obispo de Río Cuarto, y Francisco promovió en 2014 su ascenso a la arquidiócesis de Rosario.
Si se lo compara con su antecesor inmediato, Mollaghan, se admite que el actual obispo vino a limpiar la imagen de la Iglesia, y en ese sentido mejoró las cosas, pero por lo bajo se comenta que la curia rosarina esperaba más, algunos cambios profundos, acciones que no se dieron. Prevalece cierta decepción con las expectativas que generó su llegada hace casi diez años. “Es un cura bonachón, afable, sencillo, de buen trato, pero no es un obispo jugado”, coinciden.
También tiene que compartir protagonismo en la ciudad con la figura del padre Ignacio y su fenomenal convocatoria de religiosidad popular, que se adueñó del Vía Crucis y este viernes volverá a protagonizar una concentración de cientos de miles de fieles. “Hay coexistencia pacífica, pero competencia feroz”, relatan en el seno de la Iglesia rosarina.
Los sicarios, la violencia, las muertes
En una entrevista con el periodista Hernán Funes, de Cadena 3 Rosario, el arzobispo de Rosario opinó que más que la situación social. “En Rosario lo que más aflige es la violencia urbana, sobre todo por la pérdida de vidas, las muertes de adolescentes víctimas de esa violencia, el tráfico de armas, los sicarios. Pasan los años y las cosas no mejoran”, lamentó.
“No hay una respuesta del Estado con un plan serio de búsqueda de solución de estos temas. No sé si se investiga el tráfico de armas, parece que hoy cualquiera tiene acceso a las armas de modo libre. Y que un niño esté con un arma es tremendo, está reflejando cuál es la situación. Expresa una cultura de la violencia, el que más vale es el que más poder de fuego tiene. Esto es muy triste”, expresó en un relato de la realidad que se vive cada día en su ciudad.
Apuntó que la función de la Iglesia es contener y dar un horizonte de fe con su presencia en los barrios, a través de las parroquias, Cáritas, las capillas, los centros de día y de vida, para tratar de cortar el circuito del narcotráfico, pero pareció desanimado ante los resultados de esa tarea: “Antes la pobreza tenía dignidad; hoy el tema del narco es tremendo como arruina todo”, sentenció.
Situación social, planes sociales y trabajo
A la par del tema violencia urbana, el arzobispo de Rosario señaló que los piquetes y la conflictividad social que hay en el país “expresa un malestar” y se da “cuando las instancias normales no dan una respuesta o no funcionan” y revelan en general que “algo no está andando bien”.
Distinguió que las ayudas de la Iglesia a través de Cáritas, así como los planes de los gobiernos sirven para morigerar la situación social, pero reclamó que “lo que más falta es empleo digno, en blanco, la fuente de trabajo”.
En ese contexto pidió que los planes sociales de ayuda que entrega el gobierno “tienen que ser transitorios y son paliativos, pero nunca pueden ser lo definitivo”. Recordó que “una vez un sindicalista me dijo que pan sin trabajo es humillación y trabajo sin pan es explotación. Es una síntesis muy clara”, coincidió.
Y se explayó sobre ese punto: “Pan sin la correspondiente prestación de trabajo es humillante, porque es como decirle a una persona vos no servís para nada, no tenés nada que aportar al conjunto de la sociedad. Tus manos, tu inteligencia, tus capacidades no sirven, pero para que no te mueras de hambre te damos un poco para que comas. Cualquiera quiere ganar el pan con el sudor de su frente. Esto es lo digno, lo que corresponde”, opinó.
Propuso que todos los planes “tienen que ir caminando hacia propuestas de contraprestación de trabajo, por la misma dignidad de la persona, porque no podemos darnos el lujo de que haya argentinos que no tengan nada que aportar al conjunto de la sociedad”.
Se manifestó a favor de un plan de transformación de los planes sociales en trabajo. “Tiene que haber algún tipo de ruta que vaya en esa dirección, que hoy lo empiece este gobierno y mañana lo siga el que viene. Hay cosas que tienen que superar la confrontación de hoy”, deseó.
“Cada uno quiere llevarse un pedazo”
También trazó un panorama crítico de lo que ve del país: “Vivimos una sociedad donde cada uno quiere reclamar su parte, esto es como en una herencia, donde cada uno reclama su parte, pero nadie quiere afrontar el compromiso de llevarla adelante. Si en una empresa familiar, muere el padre y vienen los hijos y cada uno quiere llevarse un pedazo, se termina la empresa. En cambio, si los hijos se comprometen todos, es posible seguir llevando adelante la empresa. El país es lo mismo, es la gran empresa, la gran obra, pero si cada uno lo único que quiere es agarrar un pedazo, la obra se viene abajo. Acá se necesita cambiar la mentalidad”, aseguró.
Sobre los intentos de la Iglesia de promover el diálogo nacional, Martin afirmó que “uno de nuestros déficits es la capacidad de generar políticas de Estado que vayan más allá de un período de gobierno. Es el pedido que siempre se hace a la clase política y dirigente, de encontrar acuerdos mínimos que vayan más allá de lo que es un período de cuatro años, que es muy breve para resolver los graves problemas que tiene la Argentina”.
“Mientras no tengamos esa guía que nos haga ver un horizonte de esperanza, cada uno que viene le echa la culpa al otro y deshace lo que el otro hizo. Somos realmente autodestructivos. Gracias a Dios desde 1983 hasta ahora llevamos adelante el período más largo de la historia del país con sistema democrático, ya casi 40 años. Eso es un capital, algo bueno que no hay que descuidar y hay que salvaguardar. Pero en el orden de la economía y del desarrollo tenemos mucho déficit, sobre todo de la pobreza”.
También fue crítico de la política argentina. “Ya están todos pensando en el año que viene, en la campaña. Están más enfocados en eso. Y para enfocar un diálogo y un acuerdo, que creo que es necesario, se necesita una grandeza de ánimo, superar mezquindades y especulaciones electorales. No sé si está dado el clima. Desde la Iglesia siempre bregamos por el diálogo como método de búsqueda de grandes acuerdos”, reiteró.
Destacó que los acuerdos que se propicien tienen que ser también a mediano plazo, tener metas comunes, y no solamente servir para resolver lo que va a pasar mañana. Y lo tienen que hacer las autoridades que están a cargo en cada nivel.
El juego, los casinos, el vicio
Una opinión menos conocida del arzobispo de Rosario fue en contra de los Casinos y la habilitación del juego online, con críticas particulares a la provincia de Santa Fe y al último cambio en la provincia de Buenos Aires, por la habilitación del uso de tarjetas de débito y posnet en casas de juego e hipódromos.
“Eso atrasa y genera en el pueblo humilde fomentar el vicio, no conduce a una sociedad mejor. Dicen que el juego legal evita el juego clandestino. Eso es mentira. El juego legal no elimina el juego clandestino. Hay casos resonantes en la Justicia. Fomentar y explotar la debilidad humana y decir que con eso vamos a ayudar a la gente con los impuestos que se recaudan, es de poco vuelo. Es algo que perjudica. El Estado tiene que favorecer la cultura del trabajo”, expresó.
Sobre el enorme Casino que se encuentra a la entrada de Rosario viniendo desde Buenos Aires, Martin se lamentó y lanzó una cerrada crítica y comparó que mientras el edificio del City Center “parece un gran monumento, un mausoleo, al lado se encuentras una villa de emergencia”.
“Lamentablemente mucha gente humilde va ahí a tirar los pocos pesos que tiene. Porque eso está armado para que gane la banca, no para que gane el que juega. Y pasa lo mismo en la provincia de Buenos Aires y en la de Córdoba”, destacó.
También recordó que cuando era obispo de Río Cuarto el Casino “quería poner un horario menor, pero reclamaron en la Justicia y les dio horario corrido”. Valoró que en Santa Fe durante muchos años estuvieron prohibidos los casinos, y citó otro contraste en la ciudad santafesina de Melincué: “Parece que el único edificio más o menos lindo allí es el del Casino, un lugar de juego. La laguna, pobre, que es una de las riquezas más lindas de Melincué, está ahí, pero para eso no hay obra. En cambio tenemos el Casino, con todo bárbaro, mientras tanto el pueblo sigue pobre y sin trabajo”.
“El Papa no vendrá a la Argentina”
Por su cercanía y contactos con el actual Papa, el arzobispo de Rosario anunci cuando Francisco visitó Chile que existía la posibilidad de que pasara por Argentina, algo que luego se frustró. Ahora asegura que no está previsto que el Papa venga al país este año.
“El viaje del Papa a Argentina todavía está en veremos. Ahora nos juega en contra el tiempo, porque ahora el Papa tiene dificultades para moverse, tiene problemas en la rodilla. Y, si bien tiene programado viajes al África, a la Argentina en este año no está programado, aunque en la Conferencia Episcopal lo invitamos siempre y creo que también las autoridades del país estarían gustosas que venga. Recemos para que pueda darse la venida del Santo Padre. Dios quiera”, concluyó.
Pascua y un mensaje de esperanza
En medio de tantas pálidas, el arzobispo de Rosario alentó una mirada de esperanza que, aclaró, “no es desconocer la realidad ni es lo mismo que optimismo”.
“La esperanza es con mayúsculas. Nuestra ancla está puesta en el cielo, esa es la verdad, porque esta vida es transitoria. La Pascua es eso, la resurrección de Cristo, que nos salva y nos redime del pecado, que es el mal que tiene el ser humano, y que sólo no lo puede sacar, y de la muerte eterna. Nos da la esperanza de la vida eterna”, dijo.
“Tener el ancla puesta en la eternidad nos da la fuerza y una capacidad más grande para afrontar los problemas de cada día, no para huir, sino para tomar con mayor responsabilidad la tarea que a cada uno nos toca. Porque el más allá se conquista en el más acá”.
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