La ceremonia encabezada por Néstor Kirchner el 24 de marzo de 2004 para conmemorar los 28 años del último golpe militar marcó a fuego el devenir político de su gobierno y los de su predecesora, Cristina Fernández.
Al inicio de su gestión, el mandatario santacruceño pasó a retiro a varias decenas de generales, almirantes y brigadieres para “modernizar” la conducción de las fuerzas armadas y ponerla en manos de oficiales sin vínculos con la represión ilegal.
Roberto Bendini había sido la máxima autoridad militar de Santa Cruza durante la gobernación de Néstor Kirchner. Tenía una relación cercana y de confianza con el mandatario. Por eso en mayo de 2003 fue elegido, dos meses después de la asunción presidencial, como jefe del Ejército.
La política de Derechos Humanos sería uno de los ejes elegidos por Kirchner para ganar legitimidad, fortalecer su figura y construir una identidad política. Había asumido con el 21% de los votos en medio de una de las peores crisis sociales y económicas de la historia argentina.
El Gobierno ya había anunciado su apoyo a una iniciativa parlamentaria, encabezada por la diputada de izquierda Patricia Walsh -hija del célebre periodista desaparecido-, para anular las leyes de Punto final y de Obediencia debida. Junto con la declaración de inconstitucionalidad de los indultos, estas medidas permitirían luego el avance en la Justicia de cientos de causas por delitos de lesa humanidad.
El entonces presidente decidió utilizar el acto del 24 de marzo para enviar un mensaje político contundente. Días antes se había filtrado su intención de descolgar los cuadros de Jorge Rafael Videla y Reynaldo Bignone de la galería de directores del Colegio Militar. Ambos generales habían estado al frente de esa institución y fueron presidentes de facto. Al menos tres generales que debían estar presentes en el acto habían alegado distintas enfermedades para ausentarse. Muestra del malestar que generaba en las fuerzas una medida de este tipo.
Kirchner había llegado a Campo de Mayo en el helicóptero presidencial en compañía del vocero, Miguel Núñez, mientras que en la pista lo esperaban el ministro de Defensa, José Pampuro, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández. Todos estaban al tanto de lo que ocurriría pero sólo a último momento le comunicó al general Bendini que él descolgaría los cuadros.
La elección del jefe del Ejército tampoco fue azarosa. El lugar, la escenificación y los protagonistas fueron parte del mensaje: un presidente constitucional que ordenaba públicamente al general de mayor peso -y este lo obedecía- que bajara las imágenes de dos de los máximos símbolos de la represión ilegal en el Colegio Militar, donde se forman las nuevas generaciones.
“Proceda”, fue la breve indicación que pasaría a la historia. Luego, en su discurso, llamó a consolidar el sistema democrático y repudió el terrorismo de Estado.
“Señores integrantes del Colegio Militar de la Nación y de las Fuerzas Armadas, señores generales y oficiales superiores: nunca más, nunca más tiene que volver a subvertirse el orden institucional en la Argentina. Es el pueblo argentino por el voto y la decisión del mismo, quien decide el destino de la Argentina; definitivamente terminar con las mentes iluminadas y los salvadores mesiánicos que sólo traen dolor y sangre a los argentinos”, dijo Kichner.
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