Los gobernadores peronistas empezaron a salir de la quietud lógica de la gestión provincial, en relación al caos permanente de la gestión nacional. La proximidad de las elecciones del 2023, sumado a la incertidumbre creciente sobre el futuro del Frente de Todos y la conducción del peronismo, los obligaron a moverse con un rumbo más definido en el escenario político.
Por estas horas se está gestando una convocatoria para que los gobernadores que integran el Norte Grande y los que están en la zona centro se sienten alrededor de una mesa para discutir las necesidades de gestión que los vinculan con la Casa Rosada y cómo se va a ordenar la política y el peronismo en los meses venideros.
Hasta el momento, en lo formal, solo hubo cumbres por separado. La semana pasada se reunieron los que integran el Consejo Federal del Norte Grande, conformado hace dos años por 10 provincias: Catamarca, La Rioja, Jujuy, Salta, Corrientes, Formosa, Tucumán, Chaco, Santiago del Estero y Misiones.
En el encuentro, que se desarrolló en Salta, los mandatarios propusieron “terminar con las asimetrías y las desigualdades” que las distancian de la zona central del país, en términos de infraestructura y de logística. En el grupo hay gobernadores de fuerzas provinciales, de la UCR y del PJ. No todo es peronismo.
Ayer, en tanto, Omar Perotti (Santa Fe), Gustavo Bordet (Entre Ríos) y Juan Schiaretti (Córdoba), se mostraron juntos en una actividad institucional, pero que dejó una foto política importante. Los tres gobernadores peronistas, todos sin reelección, conducen las provincias que son el corazón productivo de la Argentina.
Pero detrás de los encuentros institucionales está la “rosca”. Estrategias y alianzas posibles, acercamientos y alejamientos del poder real, perspectiva, conexiones de poder y proyecciones de armados políticos. Es decir, la construcción de un mapa político que les permita moverse mejor.
Ese tipo de reuniones empezaron a generarse en los últimos meses. Una tuvo lugar en el Consejo Federal de Inversiones (CFI), ubicado en el centro porteño, que supo ser el lugar que los gobernadores peronistas utilizaron para reunirse durante el mandato de Mauricio Macri. Esta semana había otra prevista, pero se suspendió.
Pero además, hay encuentros furtivos y llamados cruzados. Entre los gobernadores hay cierto malestar por la falta de definiciones de Alberto Fernández. Nadie duda sus buenas intenciones, pero en privado le achacan que las promesas no se terminan de cumplir.
De todas formas, los gobernadores están apegados a la idea de la gobernabilidad. No se paran en la vereda del kirchnerismo más duro, que parece dispuesto a limar la gestión presidencial. Respetan a Cristina Kirchner por su volumen y posicionamiento político, pero muchos no comparten sus formas y sus decisiones.
Los mandatarios encontraron en el Jefe de Gabinete, Juan Manzur, el principal apoyo en la Casa Rosada, aunque aún siguen tendiendo puentes con el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro. Cuando visitan Balcarce 50 suelen pasar por ambas oficinas.
“Visitan a mamá y a papá”, dijo, con ironía, un funcionario, en referencia al lugar que ocupan ambos cerca de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, respectivamente. Pero la relación con el tucumano es diferente. Lo sienten uno de los propios.
En gran medida, Manzur llegó a ese lugar central de la administración como resultado de un acuerdo con los gobernadores. Por eso una posible salida del ex mandatario de Tucumán, como marcaron un sinfín de rumores en las últimas semanas, no sería una buena noticia para los gobernadores.
Los gobernadores peronistas están muy preocupados por la incertidumbre creciente que agobia al Frente de Todos y al gobierno nacional. El desorden de la política impide la búsqueda del orden en la economía y, sobre todo, en las decisiones de gestión, como es el caso del aumento de tarifas que se aproxima.
En medio del caos político, surgió la idea de reconstruir un esquema de gobernadores, que se transforme, como ya ha sucedido en otras oportunidades, en un nudo de poder concentrado. Es decir, que las voluntades aglutinadas generen más volumen político.
Se trata de mostrar músculo, pero también de ponerse de acuerdo en frenar medidas concretas que provienen del Poder Ejecutivo, como el aumento en las retenciones de los principales cereales o derivados de trigo, las limitaciones en la exportación de carne o el aumento del precio del biodiesel, por poner algunos ejemplos.
Los que más se están moviendo con la idea se acercar posiciones entre los gobernadores son Jorge Capitanich (Chaco) y Gerardo Zamora (Santiago del Estero), dos mandatarios que aparecen en el tablero político como posibles presidenciables, al igual que Schiaretti y el gobernador de San Juan, Sergio Uñac.
Los jefes provinciales, como suele pasar con los intendentes en la provincia de Buenos Aires, desearían que algunos de los suyos, en el caso de que Fernández no busque la reelección, compitan por la presidencia. “Sería bueno que haya un candidato que tenga experiencia en la gestión”, comentó uno de ellos en una de las últimas reuniones.
La línea de trabajo está vinculada a la voluntad de “hacerse más fuertes” en un contexto político del peronismo que es muy complejo. A los gobernadores les preocupa también que no hay una conducción del espacio político. Cristina Kirchner conduce un sector, pero no a todo el peronismo. Lo mismo sucede con Fernández. Son líderes de porciones
Para Fernández, los gobernadores son una parte esencial de esquema de poder que busca construir para llegar al final del mandato y convivir con los embates kirchneristas. Los mandatarios están más cerca del Presidente que de la Vicepresidente, pero también le han perdido confianza al jefe de Estado por los innumerables tropiezos en sus dos años de gestión.
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