Alberto Fernández estaba invitado al acto que organizó en Rosario su ex ministro de Defensa, Agustín Rossi, para defender su gestión, ayer, una semana después de las irónicas críticas que lanzó en su contra Cristina Kirchner. Y aunque optó por quedarse en Olivos -hace semanas definió responder con gestión a la Vicepresidenta y alejarse, en público, de las disputas palaciegas-, avaló el gesto político, que se realizó a viva voz en el marco de la interna caliente del Gobierno.
El Presidente dejó en manos de sus funcionarios afines el respaldo a su gestión, frente a centenares de militantes, en una ceremonia desde la ciudad santafecina, transmitida por streaming, que culminó con cargados discursos, seguidos de la marcha peronista y la exhibición, en pantalla gigante, de una foto que lo mostraba junto a la Vicepresidente.
La ausencia del primer mandatario, en buena parte, fue para evitar copar el acto y que su aparición fuera interpretada como una señal excesiva en el momento más delicado del Frente de Todos desde que se gestó. Pero la ceremonia en su conjunto fue una reivindicación flagrante de su figura dentro del Frente de Todos, si bien hubo guiños en pos de la recuperación de la unidad, por ahora perdida, del oficialismo.
La puesta en escena se armó, no casualmente, una semana después de la acometida de la Vicepresidenta contra Alberto Fernández durante el acto por el aniversario de la guerra de Malvinas, en el Senado. Y luego de cinco días durante los cuales algunos de los principales alfiles kirchneristas -el diputado Máximo Kirchner, el gobernador bonaerense Axel Kicillof, la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, entre otros- salieron a marcarle la cancha al Presidente con observaciones y cuestionamientos sobre los problemas de la gestión, especialmente en el ámbito económico, con énfasis en la inflación, las tarifas y la provisión de energía.
“Fue un espacio para sostener a Alberto, sin romper con Cristina”, resumió la exhibición de ayer un importante funcionario que dialoga con el Presidente, su vice, y el tercer integrante de la coalición oficialista, Sergio Massa, que se posiciona como mediador “neutral”, desde el Congreso, y ayer no estuvo presente en el acto.
Durante seis horas, unos diez dirigentes peronistas, algunos de ellos afines con el kirchnerismo, pero en su mayoría de albertistas, se turnaron para reflexionar ante la militancia sobre el futuro de la gestión. Los platos fuertes estuvieron al final, cuando hablaron el ministro de Desarrollo Social, Juan Zabaleta; la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra, ambos del riñón de Alberto Fernández; el titular de Vivienda, Jorge Ferraresi, que se posiciona en un lugar intermedio entre el ala dura y la moderada; y, para el cierre, el organizador del cónclave, Rossi, referente de pasado kirchnerista pero cada vez más cercano al Presidente. A pesar de los cortocircuitos por las candidaturas por Santa Fe en las elecciones legislativas del año pasado, que terminaron en su eyección del Gabinete, hace varias semanas se rumorea en la Casa Rosada sobre su eventual retorno al gobierno nacional, aunque no hay certezas.
El martes, Rossi conversó largamente Alberto Fernández en la Casa Rosada, entre otras cosas, sobre el tono que tendría la puesta en escena, gestionada por su partido de origen santafecino, La Corriente de la Militancia. Y después, en público, se encargó de aclarar, a diestra y siniestra, que no sería el lanzamiento del albertismo, sino un espacio de “reflexión”. Sin embargo, la de ayer fue, al menos, una demostración de fuerza del espacio que rodea al Presidente.
Los discursos variaron sólo en las palabras. Los mensajes de fondo, repetidos por todos, giraron en torno al apoyo a la gestión ante las embestidas del kirchnerismo, y al amparo de la “unidad”. Al unísono, mencionaron positivamente a Cristina Kirchner y a su gestión, pero señalaron la importancia de la autoridad presidencial y del desafío que plantea el crecimiento en la imagen de las representaciones partidarias de “la derecha”, con menciones indirectas a Juntos por el Cambio y al liberal Javier Milei.
Además, hubo cierta autocrítica, que algunos leyeron como un guiño a la Vicepresidenta para favorecer la reconstitución del diálogo con el Presidente, hoy inexistente. En ese sentido, se admitieron problemas en la comunicación de la administración que, pesar de las renovaciones de figuras y del organigrama, sigue estando en duda, inclusive entre los propios. Varios dirigentes reclamaron poner el eje en los logros y no en las divisiones políticas. También se reconoció que la suba de precios es un problema grave, aunque el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, uno de los primeros oradores, la atribuyó principalmente al contexto internacional. Pero todos coincidieron en señalar que las divisiones internas perjudican al conjunto de los partidos que integran el frente de cara a 2023.
De hecho, la próxima elección presidencial estuvo, abiertamente, en boca de los principales dirigentes, que se pararon sobre el escenario con sus respectivos nombres en letras de molde a sus espaldas. Ya Gabriel Katopodis, el ministro de Obra Pública, muy cercano al Presidente, había clamado, hace dos semanas, que sin unidad la oposición podría “cagar a palos” al FDT en las urnas. Aunque ayer no estuvo presente, los funcionarios albertistas retomaron aquella advertencia.
La exhibición de fuerza sin quiebre fue la respuesta del Presidente ante las embestidas del kirchnerismo y de las presiones de algunos integrantes del círculo de Alberto Fernández para romper, de una vez por todas, con el ala dura. Pero se desconoce, aún, cuál será la respuesta del kirchnerismo.
Cristina Kirchner, la conductora de la porción mayoritaria del oficialismo, está abiertamente enemistada con el Presidente. “Ella no quiere romper el FDT, pero sí discutir cómo seguir, y cómo resolver los problemas del momento”, resumió la postura de la Vicepresidenta un hombre que dialoga seguido con ella. “Su argumento es que, si bien Alberto es el Presidente, en la boleta estaban los dos, y no va a avalar cualquier cosa”, completó.
Del otro lado, Alberto Fernández le dice a su entorno que quiere gestionar sin que le pongan piedras en el camino. “Quiere resolver, sin que lo jodan. Y quiere decidir él si hace cambios. Para él, la unidad es importante, pero es tan importante como la autoridad presidencial y la gobernabilidad”, definió un alto funcionario que conversa con el Presidente prácticamente a diario.
Desde hace varios días, pasada la primera ola de enfrentamientos en público pero sin ruptura concreta, algunos actores con terminales en ambos espacios están reiterando los intentos para que el primer mandatario y su vice “se sienten a conversar”, como repiten hasta el infinito los principales interlocutores de la dupla del Ejecutivo ante la pregunta sobre cómo se sigue gobernando durante dos años en una coalición virtualmente quebrada. Pero ninguno se atreve a asegurar si ocurrirá y cuál debería ser el contenido de esa conversación. Se habla de cambios consensuados en el Gabinete, pero nadie se anima siquiera a aventurar, con cierta certeza, que el Presidente, que pasó el fin de semana en Olivos, vaya a tomar ese camino. “Depende de él”, aseguran, pero no lo descartan.
Lo que sí se atreven a declarar, con seguridad, es que el ansiado diálogo entre ambos será, básicamente, una negociación. “Esta es una pelea donde ambos tienen razón. Por eso es tan complejo”, dijo un altísimo funcionario que tiene diálogo, en simultáneo, con el Presidente y su vice, y hasta ahora vio frustrados sus intentos para acercar posiciones.
Por lo pronto, Alberto Fernández está decidido a defender de las embestidas a los funcionarios propios, especialmente el vapuleado ministro de Economía, Martín Guzmán, sobre todo de cara a los aumentos de tarifas que se aproximan -ya se hizo el llamado para las audiencias públicas, sin fecha-, que prometen traer nuevos ruidos por la resistencia kirchnerista a porcentajes de suba que superen el 20 por ciento.
Más allá de las intenciones políticas de unidad con la mira en las próximas elecciones las mayores dificultades se presentan en las decisiones diarias, donde el kirchnerismo quiere tener una participación más importante, mientras el Presidente insiste, como quedó claro en el acto de anoche, y como declaran sus colaboradores por lo bajo, para que lo dejen gobernar “en paz”.
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