Alberto Fernández no se olvida de que el día de su cumpleaños a Cristina Kirchner le regaló un libro que llevaba oculto un cargado mensaje político contra su gestión. Y aunque en la intimidad de Olivos resiente ese gesto, hacia afuera se mantiene fiel a su estrategia de quedarse en silencio ante las embestidas de la Vicepresidenta, y en esa tesitura se mantendrá por tiempo indefinido. A pesar de los aguijoneos del kirchnerismo, que ayer se redoblaron con la arremetida del secretario de Comercio, Roberto Feletti, contra el ministro de Economía, Martín Guzmán; y aunque sus propio círculo le pida que “se plante”, la única respuesta del jefe de Estado será la gestión en torno a la provisión de energía y la contención de los precios de los alimentos.
Mañana se cumple una semana desde que Cristina Kirchner arremetió, como pocas veces, contra Alberto Fernández, en el acto cargado de ironías que encabezó el sábado, por el aniversario Malvinas, en el Senado. Y en los días que siguieron, tres de sus principales alfiles, su hijo Máximo, el gobernador bonaerense, Axel Kicillof -que volvió a alinearse con la Vicepresidenta-, y Feletti, que culpó a Guzmán por la inflación, se encargaron de reiterar los cuestionamientos en público contra su gestión.
Los tres dispararon con indicaciones, aunque vagas, sobre cómo debería llevarse a cabo la gestión de gobierno. “La semana que viene se va a conocer la inflación. Será muy duro. Es compleja la situación que nos toca pasar. Tenemos que tener la inteligencia y la voluntad suficiente para defender a nuestro pueblo”, fue la última declaración del diputado Kirchner, también presidente del PJ bonaerense, ayer, durante la ceremonia de jura las nuevas autoridades partidarios en Merlo.
A pesar de las presiones, en el despacho del Presidente la decisión ya está tomada, al menos por ahora: no habrá respuestas políticas en actos, ni en entrevistas con medios afines o críticos. La única réplica, aseguran muy cerca de Alberto Fernández, será “la gestión”. El miércoles, el primer mandatario se cuidó de hacer comentarios políticos durante el anuncio del aumento de los montos para el Plan Alimentar durante la puesta en escena en Almirante Brown junto a su ministro de Desarrollo Social, Juan Zabaleta. De hecho, no hubo siquiera una transmisión oficial del acto, algo inhabitual para ese tipo de actividad. Y ayer, con Arce en la Casa Rosada, se limitó a hablar de la “unidad en el continente”, y a tramitar la aceleración de un acuerdo por la provisión de gas. Hoy mantendrá el mismo perfil moderado cuando encabece, a las 12:30, el lanzamiento de dos programas para “fortalecer la investigación científica en la Argentina”, junto al ministro de Ciencia, Daniel Filmus, en el Museo del Bicentenario.
En la misma línea, durante los últimos días nadie en el “albertismo” salió a rebatir los comentarios irónicos de Cristina y Máximo Kirchner y de Kicillof. Ministros, legisladores e intendentes afines se mantuvieron en el molde en sus redes, y si hablaron, lo hicieron con cautela. “Debemos actuar como Frente de Todos, no lastimar la figura presidencial. No podemos poner en crisis al Gobierno”, dijo anteayer, conciliadora, la secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra, mano derecha del Presidente, durante una entrevista con el programa Desiguales, en la TV Pública.
Del lado del kirchnerismo, como adelantó Infobae, la exigencia apunta a una incorporación del sector de izquierda progresista del Frente de Todos a la mesa de decisiones. Las embestidas en sendos discursos, como el de Cristina Kirchner en el Senado el sábado pasado, las entrevistas radiales que dio Kicillof nuevamente aliado al Instituto Patria; las duras palabras de Máximo Kirchner en un encuentro sindical en Campana junto a gremialistas de la UOM que habían tenido su prolegómeno el día de la marcha de La Cámpora a la Casa Rosada durante el Día de la Memoria, y la frase demoledora de Feletti contra Guzmán, anoche, días antes de que se conozca la inflación de marzo, apuntan a obtener mayor injerencia en la administración nacional, a pesar de que ya ostentan algunos de los cargos más importantes de la gestión.
Frente a estas acometidas, en la Casa Rosada señalan que el kirchnerismo se critica a sí mismo. “Tienen Interior (Wado de Pedro), el PAMI (Luana Volnovich), la Anses (Fernanda Raverta), la secretaría de Comercio (Feletti), la secretaría de Energía (Darío Martínez y Federico Basualdo), YPF (Pablo González) y Justicia (Martín Soria). Todas áreas sensibles y con el mayor presupuesto. Y dicen que no están conformes, pero le echan la culpa al Presidente. Deberían admitir que no están conformes consigo mismos”, lanzó un dirigente desde un alto cargo.
Desde la Casa Rosada y los ministerios afines no sólo harán mutis por el foro, sino prolongarán los repetidos llamados a la unidad. Inclusive, varias voces importantes, aunque por lo bajo, se atreven a asegurar, desde hace varios días, que hay una apuesta a sanar las heridas “entre las segundas líneas”, por más difícil que pueda parecer cuando la misma cúpula está resquebrajada al límite.
“A nosotros nos votaron para gobernar, no para pelearnos. Si seguimos discutiendo sobre política, los nuestros no nos lo van a perdonar nunca. Y lo que está del otro lado, la derecha, es muy peligroso. Con cada una de nuestras discusiones se fortalecen”, aseguró un importante funcionario con despacho en la sede de Balcarce 50 respecto de Juntos por el Cambio, donde tienen cada vez más peso figuras como Macri y Patricia Bullrich y hay coqueteos con el liberal Javier Milei.
Las voces en el entorno de Alberto Fernández, sin embargo, no son unánimes. Algunos pesos pesados de su círculo creen que la situación de la coalición es crítica, consideran que la unidad directamente no existe, y alertan que Cristina Kirchner puede estar creando “un gobierno paralelo”. Ponen como ejemplos algunas señales políticas de la vicepresidenta durante las últimas semanas: su reivindicado encuentro con el embajador de Estados Unidos, Marc Stanley; los viajes de su ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, a Madrid y a Roma -donde hubo algunos esfuerzos, aunque sin éxito, de reunirse con el Papa-, y su próxima visita a Jerusalén, a fines de abril; y así como la presentación en el Congreso de una ley de blanqueo de capitales para contribuir a cancelar la deuda externa, el tema más importante de la agenda del Presidente, y el otorgamiento de un aumento, el primero hasta ahora, a estatales, que otorgó la Vice a empleados legislativos en otro acto donde se mostró junto a Sergio Massa. También listan el mítin, por fuera de la agenda oficial de Alberto Fernández, también en el Senado, con Arce y su comitiva.
En este contexto, inesperadamente hay una coincidencia entre las dos alas del Gobierno. El pedido de “reacción” está en boca de moderados y duros cada vez que se menciona la postura de Alberto Fernández ante la profundización de la crisis política, aunque por motivos distintos.
Los funcionarios de su riñón, algunos gobernadores y representantes del sindicalismo y los movimientos sociales cercanos al Presidente, esperan que “active” el armado de una fuerza propia. “Todos estamos esperando que haga algo. Pero depende de él y de su forma de pensar. No lo hizo antes, y no hay nada que indique que lo vaya a hacer ahora”, dijo, impaciente, funcionario que frecuenta Olivos, y señaló que muchos ya están perdiendo la tolerancia. “Si no toma impulso ahora, hay varios que se van a empezar a correr”, deslizó, y se refirió, en particular, a los gobernadores, con intereses y “juego” propios, que empezaron a dar señales, en las últimas semanas, de que podrían desmarcarse del proyecto del primer mandatario.
Hace algunos días, el impulso renovador se reflotó en los diálogos en la Casa Rosada, aunque sin definiciones claras. Por ahora sólo se mencionan como figuras que podrían desembarcar en el gobierno nacional a Agustín Rossi, el ex ministro de Defensa que se fue con en malos términos del Gobierno al insistir con su candidatura en Santa Fe, el año pasado, a pesar de la resistencia de Cristina Kirchner; el embajador en Brasil, Daniel Scioli, delfín de la entonces presidenta a pesar de la relación históricamente tirante que mantenían y que perdió las elecciones contra Mauricio Macri; y el embajador en Uruguay, letrado y amigo de Alberto Fernández, Alberto Iribarne.
En este marco, el encuentro que organiza para este sábado el ex ministro de Defensa, Rossi, con su fuerza La Corriente de la Militancia, con funcionarios y legisladores del riñón de Alberto Fernández como Zabaleta y la vicecanciller Cecilia Todesca Bocco, no tendrá un estilo confrontativo, sino “de debate al interior” del espacio. Y destacan que también habrá presencia de algunos intelectuales que formaron parte del kirchnerismo duro durante el gobierno cristinista, como Eduardo Jozami, Edgardo Mocca y Ricardo Forster. Rossi incluso se atajó y ya le dijo a distintos medios que la actividad “no tiene nada que ver con el lanzamiento del albertismo” sino que busca “compartir con los compañeros que tienen responsabilidad de gestión con otros que aporten desde el pensamiento”.
De todas formas, algunos funcionarios sí leen el cónclave como una gesta alrededor de Alberto Fernández. De hecho, las principales figuras que asistirán forman parte círculo al Presidente. Y Forster integra el equipo de asesores de la Casa Rosada, con Juan Manuel Olmos a la cabeza. “Si se juntaron ellos (por el encuentro del kirchnerismo el Día de la Memoria), y en dos semanas se reúne el Frente Renovador, ¿por qué no vamos a hacerlo nosotros también, no?”, se preguntó, retóricamente, un alfil del albertismo.
La provisión de energía para la producción y la calefacción en el invierno, y la baja de los precios -especialmente de los alimentos- serán los principales caballitos de batalla de Alberto Fernández ante las embestidas del kirchnerismo. La reunión de ayer con el presidente de Bolivia, Luis Arce, en la Casa Rosada, y el acuerdo, aunque poco frondoso, con importantes sindicatos y empresarios de la CGT y la UIA, fueron, para los moderados, botones de muestra de las “respuestas” del Presidente al discurso de Cristina. Ambos cónclaves fueron reivindicados como sendos logros, respectivamente, de cara a las discusiones paritarias, a la suba de precios, y a la amenaza de una profundización del faltante de combustible en los próximos meses, que empezó a evidenciarse especialmente en el interior del país en los últimos meses.
El éxito de la respuesta de Alberto Fernández dependerá de los resultados que pueda exhibir. Si la inflación continúa disparándose y hay faltantes de combustible, podría empeorar aún más el panorama de la coalición de gobierno frente a los -ya sistemáticos- asaltos del kirchnerismo que, todos en el Gobierno coinciden, causan un daño flagrante en la imagen del Presidente.
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