En la interna del Frente de Todos ya no hay lugar para equilibristas. El único que todavía -aunque cada vez menos- puede colgarse ese mote es Sergio Massa, quien, por su rol institucional, actúa de mediador entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner. Pero su relación con la Vicepresidenta y los dirigentes que la rodean está cada vez más aceitada. El otro que mantenía una postura parecida, también por cargo -y necesidad-, era Axel Kicillof. Sin embargo, esos tiempos quedaron atrás y el gobernador de la provincia de Buenos Aires ya no esconde que se encolumna detrás de la ex presidenta.
El horizonte final de la guerra sin cuartel que se está librando en el oficialismo son las elecciones del año que viene. Aunque ahora, al menos en público, hablar de eso sea mala palabra -el discurso está enfocado en combatir la inflación-, la ingeniería electoral del Gobierno ya está en movimiento y los principales actores de la coalición empezaron a analizar sus alternativas. En este rompecabezas, Kicillof es una pieza clave porque gobierna el distrito más importante en términos electorales de la Argentina que, además, es el refugio del votante duro de Cristina Kirchner.
A contramano de lo que muchos le recomiendan en base a proyecciones de cómo estará la situación social y económica del país en 2023, el mandatario bonaerense no está pensando en desdoblar los comicios. Su intención es que el mismo día se voten los cargos provinciales y nacionales. El motivo es uno solo, irrefutable e imbatible: la certeza de que Cristina Kirchner será candidata a senadora nacional para renovar la banca que obtuvo en 2017.
El razonamiento es simple: nada tracciona más que la foto de la ex mandataria en la boleta. Para Kicillof, si CFK es parte de la elección, ya no es importante quién sea el candidato a presidente. En la provincia de Buenos Aires la figura de la titular del Senado es la que cotiza más alto. Por eso no se arriesgaría a que las votaciones sean en días distintos, aún sabiendo que en un “mano a mano” con cualquier opositor por el cargo de gobernador le sería beneficioso.
La ecuación funciona igual -y hasta mejor- si Cristina Kirchner decide competir por la presidencia. Aunque este escenario es menos probable. La ex presidenta suele decirle a sus cercanos que está grande para ir por un tercer mandato y siempre recibe como respuesta el ejemplo de Lula Da Silva en Brasil para estimularla. Por ahora quienes la impulsan no han tenido éxito.
Militante de una obediencia debida de las decisiones de la Vicepresidenta, Kicillof construye un Plan B a la par de su reelección por si, llegado el caso, la jefa del Frente de Todos le pida que ocupe otro lugar en la contienda electoral como, por ejemplo, candidato a vicepresidente. Aquí entraría a jugar Martín Insaurralde, actual jefe de Gabinete del gobernador. Para el intendente con uso de licencia de Lomas de Zamora actúa como doble ganancia: se posiciona para competir por la gobernación y se asegura tener mejores lugares en el nuevo gabinete de Kicillof con acuerdos preelectorales.
La única variable que no maneja Kicillof es qué hará Máximo Kirchner. Las últimas semanas se mostraron juntos en reiteradas ocasiones, pero la tensión entre ellos, que existe desde que se conocen, no mermó. “La saben llevar”, resumen cerca de ambos. Con el nivel de división que hay en el Frente de Todos, el gobernador y el jefe de La Cámpora coinciden en que no es momento de mostrarse distanciados. Pero lo electoral corre por otro carril y sólo el hijo de la Vicepresidenta sabe qué harán él y su agrupación en 2023.
Juntos por el Cambio será el otro actor decisivo. Si bien Horacio Rodríguez Larreta a nivel nacional y Diego Santilli en Buenos Aires parecieran ser los dirigentes con mejor posicionamiento, Kicillof apunta su preocupación hacia la Unión Cívica Radical. El gobernador pone como ejemplo lo rápido que Facundo Manes se instaló en las elecciones legislativas consiguiendo un impresionante caudal de votos, aunque perdiera con Santilli en las PASO. En su análisis, fue el partido centenario el responsable de la derrota del oficialismo y no el PRO. El ojo está puesto en el interior de la provincia: “Es de ellos, están muy fuertes”.
Este panorama que plantea Kicillof no está respaldado, por ahora, con encuestas. Desde diciembre, cuando el Frente de Todos comenzó a crujir, que el armado bonaerense oficialista no encarga mediciones. Quieren que primero se calmen las aguas internas. Pero el mandatario provincial sabe que la situación es esa. No tiene pruebas, pero tampoco dudas, sería una buena síntesis.
En los meses que siguen, el gobernador no cambiará su accionar. Continuará con gestos y guiños hacia el kirchnerismo y enfocará su construcción en reuniones de gestión. En su manera de ver las cosas no hay espacio para la rosca. Lo que seguro seguirá ocurriendo serán los encuentros cada 15 días con Cristina Kirchner en el Senado, de los que nunca trasciende el contenido. Se sabe, de todos modos, que Kicillof es el referente económico de la Vicepresidenta y, con la coyuntura actual, es el tema que más los ocupa.
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