Máximo Kirchner decidió poner sobre la mesa lo que sugería el quiebre por el rechazo al acuerdo con el FMI, es decir, el mayor cuestionamiento efectivo al Presidente y su núcleo del área económica. Pero ahora, además de presiones casi a diario sobre la gestión, termina de redondearse el mensaje interno, para exponer que Olivos no es el vértice del oficialismo. Los mensajes de estas horas dicen eso y más: buscan despojar a Alberto Fernández del discurso con invocaciones a Néstor Kirchner, casi como escudo frente al “cristinismo”.
El Presidente reivindica siempre a Kirchner y por momentos, hasta utiliza giros discursivos que lo colocan en el lugar de coautor de aquella gestión. Desde hace tiempo, y de manera más aplacada ahora, aparece cada tanto la tentación de presentar al “nestorismo” como la versión aplomada y más asimilada al juego del peronismo tradicional. Una especie de construcción -no consumada- diferente y hasta opuesta al sector más duro, que gira en torno de Cristina Fernández Kirchner.
El análisis del ciclo en cuestión -doce años en el poder- es sin dudas más matizado y complejo. Los cuatro años de Néstor Kirchner son reivindicados, sobre todo en el PJ, como una etapa más moderada y tradicional en el trato con el peronismo, en materia económica y en la relación con los sectores empresariales, más allá del discurso. Se recuerda que el corte con el Fondo no fue en términos de incumplimiento y menos de default. Los ocho años de CFK son asociados a diferentes tensiones y peleas, la grieta inicial, además del deterioro económico y el renacido y profundizado déficit.
Pero lo de “nestorismo” y “cristinismo” derivó en construcciones de otra naturaleza. En el caso del peronismo más clásico, el “nestorismo” sería un modo de entender la política en modo amplio, capaz de contener la candidatura de Alberto Fernández, el aporte de Sergio Massam y después, además, los puentes hacia Roberto Lavagna. Para el sector más cercano a la ex presidente, con La Cámpora como mayor estructura orgánica, el “cristinismo” sería la versión ideológica más asentada en la disputa política y con los “factores de poder”. Una especie de recreación de baja escala y distorsionada de evitismo y peronismo.
Máximo Kirchner se encargó esta semana -en público, porque dentro de su organización ya era tema- de dejar a Olivos sin nada que porte su apellido en el discurso. Como parte del reclamo de mayor decisión al Presidente -ahora, específicamente frente a la inflación-, dijo que nadie puede utilizar la gravedad de la crisis como fundamento para tomar decisiones difíciles de digerir: en otras palabras, los compromisos asumidos con el FMI.
“Qué no nos vengan a explicar lo que son las situaciones difíciles”, dijo, para reivindicar las gestiones de Néstor Kirchner y CFK frente a esta enumeración: las estribaciones de la crisis de 2001, la presión de los mercados, el FMI y hasta las devaluaciones. En la traducción menos áspera, le adjudica al Presidente falta de determinación.
Hace apenas dos semanas, Andrés Larroque había colocado a Alberto Fernández en condición de socio menor del frente oficialista, con una chicana sobre su apuesta por Florencio Randazzo en 2017. Ese señalamiento, que por extensión no le reconoce jefatura doméstica en el ejercicio de la Presidencia, fue parte de la línea conversada internamente en La Cámpora, para destacar que el “cristinismo” es actor principal y fundacional de la coalición oficialista. Y que, por lo tanto, no estarían rompiendo sino marcando el centro de gravedad.
“Fuimos la base de la construcción en 2019 y también en 2017, cuando nos miraban de costado y pensaban que era historia terminada”, resumió Máximo Kirchner, con nuevo reproche al Presidente. También, a otros socios del Frente de Todos que no acompañaron a CFK cuando fue derrotada en al elección de senadores y daban por agotado su ciclo político.
El enojo del kirchnerismo con Martín Guzmán y otros ministros del área económica y social es parte del mismo conflicto. Complica los intentos para lograr una salida de compromiso que permita revitalizar la gestión, frente a la gravedad que supone el efecto corrosivo de la interna sobre el capital político: un daño increíble frente a la necesidad de generar expectativas luego del acuerdo con el FMI y frente a la escalada de precios. Lo saben algunos actores como Sergio Massa y otros pocos que reman en sentido contrario.
Desde el círculo más cercano a Olivos se difunde que el Presidente estaría dispuesto a manejarse sin recomponer el sistema de consulta con CFK. No está claro con qué plan o construcción política lo haría.
Los gobernadores del PJ no se muestran dispuestos a una pelea incierta. Por supuesto, reaccionan como cuerpo -por ejemplo, frente a convocatorias del Presidente- para evitar un desgaste general que lime el poder territorial. Esperan que el conflicto entre el Presidente y CFK sea resuelto, pero dejan trascender que no se involucran en la resolución. Al menos, hasta que el panorama sea más claro.
En cambio, el kirchnerismo se muestra activo. Y a veces, el Gobierno responde hasta gestualmente. Un ejemplo cercano: el almuerzo que el Presidente compartió ayer con Pablo Moyano, difundido por voceros del Gobierno como “muy bueno”. Fue después del encuentro del dirigente de los camioneros con Máximo Kirchner, que viene trabajando personalmente en la franja del sindicalismo que estaría rearmando sus líneas en la disputa sindical.
La presión en el terreno más sensible de la crisis expuso otra vez a Axel Kicillof. Venía golpeado en el espacio de la ex presidente desde la derrota electoral del año pasado, Eso hizo suponer algún puente diferenciado con Olivos en medio de la interna. Pero tal hipótesis fue desmentida y la última sucesión de declaraciones del gobernador bonaerense fue en la misma dirección.
Mientras tanto, el Senado muestra al oficialismo embarcado en proyectos que pueden contener puntualmente la interna – la reforma del Consejo de la Magistratura, por ejemplo-pero que no resuelven la disputa de fondo y anticipan un panorama complicado en Diputados, con el cortinado de la pelea con la oposición en sentido amplio y dificultades para sumar aliados.
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