“El Gobierno es malo y está todo roto. Se la dejamos en bandeja a la oposición”, asumió un ministro hace pocos días mientras la coalición se hundía al ritmo de una interna feroz. Un par suyo se abrazó a esa misma resignación. “La economía es irremontable en el año y medio que queda. Es una realidad. Hay que hacer lo que se pueda”, reconoció.
Desde las primeras líneas del Gobierno hacia abajo el desánimo por la crisis política y la incertidumbre por el final anunciado de la tregua endeble existente, retratan el clima de época. Nadie sabe a ciencia cierta dónde pueden terminar la gestión del gobierno nacional y la inestabilidad de la coalición peronista en los próximos meses.
El ministro de Hábitat, Jorge Ferraresi, lo expuso durante el fin de semana durante una entrevista radial. “Si salimos a la cancha con ‘vamos a perder’, vamos a perder”, dijo en clave futbolera. Se refería al 2023. Para llegar a esa instancia falta cerca de una eternidad.
En el peronismo reina el desconcierto sobre el futuro del Frente de Todos y sobre qué capacidad tiene Alberto Fernández para poder gobernar sin Cristina Kirchner, proceso que se activó y está en fase de prueba.
La conducción en soledad de Fernández es un hecho. Está cumpliendo con la promesa que le hizo a sus allegados sobre la decisión de gobernar sin consensuar las posturas con Cristina Kirchner y La Cámpora. La coalición está en pleno proceso de descomposición.
El problema no es solo que el Gobierno está quebrado, sino que las expectativas de una posible reconstrucción disminuyen a pasos agigantados cada día. Los pocos intermediarios que intentaron generar una reunión o un acercamiento entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner, fallaron.
Internamente ven lo que el discurso y las acciones de ambos reflejan en público. La Vicepresidenta no tiene ningún tipo de voluntad de acceder a sellar un nuevo pacto de gobierno con el Presidente. Fernández es menos duro y más pragmático. Sobre todo porque nunca logró convencerse de romper los lazos políticos con la ex presidenta y emanciparse.
Sin embargo, quienes lo rodean insisten en que después de la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque oficialista en la Cámara de Diputados, el Jefe de Estado terminó de convencerse que la ruptura no es una opción, pero que la autonomía es una necesidad.
Su compañera de fórmula y La Cámpora le dieron el argumento necesario para sentirse menos condicionado. Le diagramaron una carrera de obstáculos para ver cómo sobrevive sin acceder a sus reclamos
El libro “Diario de una temporada en el quinto piso”, de Juan Carlos Torre, que la Vicepresidenta le regaló a Alberto Fernández para su cumpleaños lo único que logró fue profundizar la grieta interna. Le cayó muy al Presidente, que se lo hizo saber a su círculo íntimo.
¿El motivo? El libro retrata la historia del gobierno de Raúl Alfonsín que, luego de lograr un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), ingresa en un espiral de deterioro económico y político, que deriva en la entrega del poder antes de tiempo en medio de un contexto de hiperinflación, saqueos y crisis social.
Fernández no es Alfonsín, el contexto histórico no es el mismo que 30 años atrás y el volumen político de quien ocupaba la vicepresidencia en ese tiempo y quien la ocupa ahora es extremadamente diferente. En el peronismo tomaron el regalo como “una maldad” que grafica el mal momento de la convivencia doméstica.
Es extraño el circuito de recomendaciones que se generó con el libro de Torre. Cristina se lo recomendó a Fernández en un juego de ironías políticas y humor negro. A la Vicepresidenta se lo habían recomendado algunos meses atrás. ¿Quién? El ministro de Economía, Martín Guzmán. Fue en otro tiempo. Donde la Vicepresidenta aún le guardaba un mínimo de aprecio.
La cabeza de Guzmán es pedida por todo el kirchnerismo cada vez que sale el sol. Si Fernández lo entrega, también se estará entregando él. En esta crisis prolongada correr a su ministro de Hacienda por la presión de Cristina Kirchner sería también perder la pulseada que los llevó a transitar un camino espinoso que parece no tener retorno.
Allegados al Presidente comenzaron a prepararse para sostenerlo en el poder, en el caso de que Vicepresidenta intente avanzar sobre el Gobierno buscando imponer cambios en el Gabinete o produciendo algún movimiento sísmico que transforme una discusión de gestión en una instancia de vida o muerte.
Por delante, la batalla más segura aparece con la segmentación en el aumento de las tarifas de luz y gas proyectadas para junio. Guzmán quiere aumentarle a la clase media un 40% y el kirchnerismo más duro cree que no puede superar el 25%. El Presidente está decidido a respaldar a su ministro y el kirchnerismo a levantar la voz y sus banderas.
En este proceso de degradación permanente al que se está sometiendo el Frente de Todos la figura que apareció bajo el sol de abril es la de Sergio Massa. Dejó en el olvido el perfil bajo de las gestiones parlamentarias y se posicionó en el centro de la escena política para pedir racionalidad y compromiso de las partes.
Cristina Kirchner le hizo un guiño el 2 de abril y las fotos juntos recorrieron los chats de la política nacional. En algunas terminales del kirchnerismo, Massa es considerado el posible garante de la continuidad del Frente de Todos en el 2023. Es decir, el único capaz de encausar el destino de la alianza unida.
Quienes viven en el micromundo de la política saben que el presidente de la Cámara de Diputados tiene ambiciones presidenciales y que en el peronismo no sobran los posibles candidatos a la presidencia. Fernández confía en Massa, pero sabe que mientras él intenta decidir cómo seguir adelante con una gestión llena de trampas, el peronismo sigue en marcha. Es un tren que nunca para.
Los que aún guardan una mínima ilusión de reconstrucción advierten que al Gobierno le falta un relato. Como lo supo tener el kirchnerismo y también el macrismo. Por qué hacemos lo que hacemos. Uno, dos, tres motivos. Un puñado de ejes de gestión, una causa patriótica, un enemigo a quien responsabilizar, una agenda para contar en público.
En la vida real, los únicos relatos que están vivos dentro del Gobierno son los que retratan el diario íntimo de la crisis política y el de los esfuerzos inconclusos de una gestión débil que pide ayuda para bajar la inflación.
Lo que se vive en el Frente de Todos es un gran nivel de incertidumbre. Nadie sabe qué puede pasar mañana. Por donde puede entrar la mala nueva. ¿Una carta de Cristina? ¿Alberto avanzando sobre La Cámpora? ¿Massa ganando terreno con el mote de “sucesor”? ¿La retirada del kirchnerismo de la coalición? ¿La renovación de medio Gabinete y la cabeza cortada de Guzmán?
¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?
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