Pablo Moyano estuvo ayer en la Casa Rosada, pero no se reunió con Alberto Fernández, como decían algunas versiones, sino con el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello. La reunión fue pedida por el sindicalista. ¿Habrá ido a explicar su foto con Máximo Kirchner, que circuló tras el encuentro que mantuvieron el miércoles y que causó alto impacto en el mundo político y gremial?
En la Casa Rosada hay quien deslizan que el hijo de Hugo Moyano pidió una audiencia con el Presidente y no la consiguió. Sí, en cambio, fue recibido por uno de sus funcionarios de mayor confianza. Parece lógico que haya fracasado en el intento. Pablo Moyano cruzó no sólo una barrera difícil de aceptar con su desafiante imagen al lado del líder de La Cámpora, enfrentado con el primer mandatario, sino que lo hizo dos veces: también fue un gesto de provocación hacia sus colegas de la Confederación General del Trabajo (CGT), cercanos al Presidente y enemistados con la Vicepresidenta.
Es curioso que en las redes sociales de Infocamioneros, el canal oficial de comunicación del Sindicato de Camioneros, que publica cada actividad desarrollada por Pablo Moyano, no haya salido nada de una visita del dirigente a la Casa Rosada. Pero hubo testigos de su llegada a la explanada de la Casa de Gobierno que lo fotografiaron y se preocuparon por enviar esa imagen a un medio periodístico.
“No se juntó con el Presidente. Menos todavía después de la foto con Máximo. Está más tensa la cosa tanto con Hugo como con Alberto”, confió un dirigente que frecuenta a los protagonistas de este enfrentamiento. Hasta ahora, no hay mediadores, diálogo ni redes de contención. La inquietante pelea entre Hugo y Pablo Moyano se profundizó en las últimas horas, de la misma forma que se amplió la brecha que separa al hijo del líder camionero de sus colegas de la cúpula de la CGT. ¿Hasta dónde llegarán ambos conflictos?
En la CGT, al menos, suenan tambores de guerra. Para la semana próxima, aún sin día definido, está prevista una reunión de su Consejo Directivo en la que, hasta ahora, se prevé que estén frente a frente los dos sectores: por un lado, el secretario adjunto de Camioneros, los moyanistas (Omar Plaini, de canillitas; Juan Pablo Brey, de aeronavegantes, y Cristian Jerónimo, empleados del vidrio, entre otros), sus principales aliados (como Mario Manrique, del SMATA) y los kirchneristas (Sergio Palazzo, de Bancarios,y Walter Correa, de curtidores); por el otro, la coalición sindical que es mayoritaria en la central obrera y que integran los dirigentes del sector de “los Gordos” (Héctor Daer, de Sanidad, y Armando Cavalieri, de Comercio); del barrionuevismo (Carlos Acuña, de estaciones de servicio) y de los independientes (Andrés Rodríguez, de UPCN; Gerardo Martínez, de la UOCRA, y José Luis Lingeri, de Obras Sanitarias).
Allí, formalmente se hará un repaso de las reuniones de la mesa chica de la CGT con Alberto Fernández, pero todo puede desmadrarse por ese mismo mismo motivo: el sector mayoritario de la central obrera mantuvo dos encuentros con el Presidente en las últimas dos semanas, pero en ninguno de ellos estuvo Pablo Moyano. Al primero directamente no fue invitado. Al segundo, afirman que Daer lo llamó, pero que el camionero nunca respondió. Mientras, la cúpula cegetista -incompleta- firmó un acuerdo junto con la Casa Rosada y la Unión Industrial Argentina (UIA) para conformar una mesa de diálogo y avanzar en acciones para frenar el alza inflacionaria.
Unos y otros se unieron en la nueva central obrera en el congreso del 11 de noviembre pasado, con un triunvirato en el que conviven (o pretendían convivir) Daer, Acuña y Moyano. Pero la unificación cegetista comenzó con el pie izquierdo: el dirigente camionero no concurrió al congreso que lo iba a elegir con la excusa de estar enfermo y envió a los presentes un mensaje por videollamada
Desde entonces, Pablo Moyano tuvo una agenda autónoma de Daer y Acuña, con reuniones políticas y sindicales en la sede cegetista de Azopardo 802 y sobre las que nunca informó a sus pares del triunvirato sindical. Incluso se diferenció al desmarcarse del albertismo: luego de que el Gobierno firmó el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), apoyado por el resto de la CGT, advirtió que “en caso de que haya ajuste, reforma o lo que sea en contra de los trabajadores, vamos a estar en la calle”.
Sus adversarios internos, a tono con la actitud individualista del camionero, le respondieron casi de la misma forma: lo excluyeron de los encuentros de la mesa chica cegetista de las últimas semanas, donde incluso lo criticaron ferozmente, y luego lo marginaron de los recientes contactos con el Presidente. Podría decirse que hay, en la práctica, dos CGT.
La tensión interna no hizo más que empujar a Pablo Moyano hacia el kirchnerismo, del que se había alejado luego de que Cristina Kirchner dejó afuera al moyanismo de las listas de candidatos para las últimas elecciones. Así se reunió con referentes de La Cámpora, enemistados con Alberto Fernández, y firmó un documento con sindicalistas de su propio sector y otros alineados con el kirchnerismo en el que advirtieron que “ante cualquier ajuste nos convocaremos nuevamente a las calles, a lo largo y a lo ancho de nuestra patria, reclamando por lo que se comprometieron, salarios y jubilaciones por encima de la inflación, ningún tipo de reforma laboral ni previsional, y las tarifas de los servicios públicas deben ser razonablemente accesibles para el trabajador”.
Para estos dirigentes gremiales, además, debe “prorrogarse” la Ley de Aporte Solidario y Extraordinario de las grandes fortunas que impulsó el kirchnerismo “mientras dure el endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional (FMI)” porque “deben ser los sectores más pudientes de nuestra sociedad” los que se encarguen de pagar la deuda externa.
El broche de oro fue el encuentro de esta semana entre Pablo Moyano y Máximo Kirchner, que terminó con la célebre foto de ambos sonriendo y con los dedos en V, en una sugestiva toma de posición en medio de la dura interna del Frente de Todos. No fue sólo un mensaje envenenado del dirigente camionero para sus colegas-rivales de la CGT. También para su propio padre, con quien está distanciado desde 2020 por la crisis financiera de la obra social camionera. Todo comenzó cuando el cotitular de la CGT criticó a su papá por permitir que mientras el sistema de salud del gremio atraviesa serios problemas financieros, la empresa que la gerencia, que es propiedad de Liliana Zulet, la esposa de Hugo Moyano, esté pasando por un momento de esplendor económico.
El malestar del viejo líder camionero hacia su hijo mayor se acrecentó en la medida en que éste se mostró crítico de Alberto Fernández. Es que Hugo Moyano mantiene, desde que comenzó la pandemia, una relación intensa con el jefe del Estado: se hablan por teléfono, mantienen más encuentros que los que se conocen (el más célebre fue el polémico asado de ambos y sus familias en agosto de 2020, en plena pandemia, sin barbijo ni distancia social, mientras regía la etapa más restrictiva del aislamiento obligatorio).
Para colmo, Pablo Moyano sacudió más aún la interna familiar al quejarse de la creciente influencia de su hermano menor, Jerónimo, hijo del matrimonio de Hugo Moyano y Zulet, en la estructura del Sindicato de Camioneros y en el Club Independiente. La disputa terminó con la decisión de Pablo de dejar el cargo de secretario adjunto de su padre en la Federación de Trabajadores Camioneros y de no integrar la lista que propuso la reelección de Hugo como titular de Independiente (donde llegó a ser vicepresidente).
La pelea incomoda también a Facundo Moyano, que está en el medio de su papá y su hermano, y que quedó descolocado por la foto de Pablo y Máximo Kirchner: después de todo, renunció a su banca de diputado nacional por sus expresas diferencias con La Cámpora, aunque mantiene en firme sus cuestionamientos a todo el gobierno nacional, empezando por el propio Alberto Fernández.
Nadie sabe en qué puede terminar el clima beligerante entre Pablo y Hugo Moyano. Para el Presidente es una mala noticia que estas tensiones se produzcan en forma simultánea con sus esfuerzos -verbales, al menos- para que baje la inflación. Lo es, además, porque pone en discusión a su amigo Hugo en un sindicato cuyo andamiaje interno se quiebra por la batalla entre padre e hijo y que, en su esquema, debería transformarse en un aliado para garantizar esa gobernabilidad hasta 2023 tan cascoteada por Cristina Kirchner.
Quizá la visita de Pablo Moyano a la Casa Rosada represente una forma de bajarse del escenario de confrontación con Alberto Fernández. La imagen con Máximo Kirchner ya no se puede borrar, pero su contacto con Vitobello puede evitar que escale la temperatura del conflicto. E incluso impedir que el hijo de Moyano agregue a su álbum de fotos una con Cristina Kirchner.
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