El último viernes el presidente Alberto Fernández y el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, almorzaron durante dos horas en la Casa Rosada. Fue, según aseguran en Balcarce 50, solo una reunión de gestión, aunque el ingrediente político inevitablemente formó parte de la comida.
El encuentro se llevó a cabo en medio de una semana marcada por la profundización de la crisis del Frente de Todos, que está sumergido en una pelea de poder que parece no tener fin. El último en levantar la voz fue el ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni. Fue duro. Muy duro.
“Gobierna con ‘el diario de Yrigoyen’ que le escriben cinco alcahuetes”, dijo sobre la gestión de Alberto Fernández. Y agregó: “Hay que corregir el rumbo económico del país, no hemos hecho todo lo que hicimos para recuperar el Gobierno y que sea tomado como un juego de cinco amigos del Presidente que no han arriesgado nada para llegar hasta acá”.
En ese clima enardecido y de confrontación permanente, De Pedro volvió a juntarse con el jefe de Estado, como lo había hecho luego de la gira que realizó por España. Un gesto de distensión entre tantas guerrillas verbales.
En la reunión le hizo un detalle sobre el estado de situación del conflicto que existe con el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, por la coparticipación. Avances y retrocesos de una puja por la quita de fondos a la ciudad de Buenos Aires que pulverizó la relación entre ambos mandatarios.
Le anticipó que la relación con el distrito porteño está tensa y que no atraviesa el mejor momento, pero que las negociaciones siguen. El próximo encuentro en el ministerio del Interior será mañana a las 13. De Pedro también le dijo que hay gobernadores molestos con la posición larretista.
Muchos de ellos quieren exponer su visión sobre la discusión entre el gobierno nacional y CABA porque la corrección de lo que debe coparticiparle la Nación genera fondos que pueden ser repartidos a las provincias. Por eso De Pedro convocó a los gobernadores para una reunión en la Casa Rosada, que se llevaría a cabo en los próximos días.
En el oficialismo hay ciertas dudas sobre el rol que está cumpliendo “Wado” en medio de la batalla interna que afecta al Gobierno. ¿El motivo? El ministro del Interior es parte de la mesa de conducción de La Cámpora, agrupación que ha criticado con dureza a Fernández en los últimos días y que marcó diferencias irreconciliables con el plan económico que ideó el titular de Economía, Martín Guzmán.
Es también un dirigente de extrema cercanía a Cristina Kirchner, que sigue sin hablarse con el Presidente y que se mantiene distante de las decisiones de gestión. Además, la Vicepresidenta es su jefa política. En ese contexto, el ministro camporista se ha inclinado por los mensajes más conciliadores y menos estruendosos.
El último sábado, durante una entrevista televisiva, dijo que “el Frente de Todos encontrará la forma de coordinar un diálogo interno para generar tranquilidad a la ciudadanía”. Antes de la discusión parlamentaria por la aprobación del acuerdo con el FMI sostuvo que había que respaldar el final de esa negociación. Posturas disociadas de las que tomó La Cámpora y Cristina Kirchner.
Por eso en las filas peronistas se preguntan por la actuación del ministro. Se multiplican interpretaciones que van desde que el kirchnerismo duro “está jugando al policía bueno y el policía malo” hasta que “Wado” se apegó a su rol institucional de ministro. En Interior se limitan a decir que está “tendiendo puentes” para reconstruir los vínculos internos de la alianza política.
En la Casa Rosada quieren bajar el nivel de confrontación y calmar las aguas. “No somos sommeliers de declaraciones. Son pocos los que pelean. Nosotros seguimos trabajando”, indicaron en el corazón del Gobierno, dejando en claro que la vocación presidencial es dar por terminada la interna, más allá de las cuestionamientos que está recibiendo a diario.
Además, destacaron como un punto de acuerdo el proyecto de ley que presentó el bloque de senadores del Frente de Todos para crear un “Fondo Nacional para la Cancelación de la deuda con el FMI”. Fernández le pidió a su gente evitar la confrontación con el kirchnerismo, que es lo que viene haciendo él desde el discurso público en los últimos días.
Ayer por la tarde, el jefe de Estado se reunió con representantes de la CGT y la UIA para avanzar en un pacto que les permita contener las expectativas inflacionarias. Ese es el tema central de la gestión en este momento, ya que estiman una inflación que esté por encima del 6% en el mes de marzo, número que preocupa a todo el Gobierno.
La preocupación va en aumento y por eso los problemas de la gestión terminarán invadiendo la agenda política. Para Fernández ya no hay margen para seguir agregando capítulos a la interna del peronismo, cuando la situación económica está muy lejos de estar estabilizada y el precio de los alimentos es remarcado con frecuencia.
Este martes dará un nuevo paso para marcar la agenda con una actividad de gestión. A las 11 de la mañana participará de una nueva convocatoria del Consejo Económico y Social (CES), y volverá a referirse al tema de la inflación como el problema central de la gestión.
Allí se presentarán los ejes para la implementación del Plan Argentina Productiva 2030, que incluirá la puesta en marcha de mesas multisectoriales a lo largo de todo el país, junto a gobernadores y representantes de sindicatos, de cámaras empresarias, de la academia y de la sociedad civil.
Fernández se abocará intentar controlar la inflación. Es, en gran medida, la clave para que su Gobierno no se desintegre por completo. Lo tendrá que hacer con o sin interna política. No hay opciones.
Por eso está decidido a ignorar los cuestionamientos e intentar taparlos con el vértigo de la gestión. Es una jugada arriesgada. Sobre todo porque, por ahora, no hay demasiadas medidas concretas para afrontar la tan anunciada “guerra” contra la inflación.
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