El escenario político de la Argentina comienza a encontrar cierto orden dentro del caos. En el gobierno nacional los roles, deseos y proyecciones se configuran al ritmo de la estruendosa interna que sacude a todo el peronismo de un lado hacia el otro. Nadie está a salvo del fuego cruzado. Mucho menos quién más debería estarlo: el Presidente.
Después de una semana de acusaciones camporistas, pedidos de unidad albertistas y silencios cristinistas, el Gobierno empieza a transitar una nueva fase de la gestión apoyado sobre una coalición completamente quebrada, en la que, lejos de haber señales de paz, se acrecientan las críticas hacia quien el Jefe de Gabinete, Juan Manzur, denominó hace pocos días el “jefe del peronismo”: Alberto Fernández.
El primer mandatario lleva una semana asegurando que el mejor camino que puede seguir el Frente de Todos es retomar el diálogo interno entre los socios y reencausar la gestión empujada por una coalición con fisuras arregladas. Sus buenos deseos se esfumaron en el aire cada uno de los últimos días que reclamó paz y amor.
Este domingo fue otra vez el secretario genera de La Cámpora, Andrés “Cuervo” Larroque el que hizo explotar los puentes de la reconstrucción peronista. En una entrevista radial apuntó contra Alberto Fernández, su círculo más chico, el albertismo y el ministro de Economía, Martín Guzmán. No quedó nadie en pie.
Palabras más, palabras menos, el ministro de Desarrollo Social del gobierno bonaerense acusó al Presidente de querer gobernar para “cinco amigos”, de ponerle el mote de “sectarios” a Cristina Kirchner y La Cámpora, y de estar de detrás, junto a sus laderos, de “una operación de desgaste” que “demuestra ingratitud”, y que “termina llevando a la idea de que Cristina es el problema”.
“Tenemos que estar a la altura, tener grandeza. El Presidente como sus laderos o personas de mayor confianza, deben salir del laberinto en que se metieron respecto a creer que el enemigo es Cristina o el sector que representa”, indicó el líder camporista.
Larroque se ha convertido en la voz de las críticas al Presidente en medio de la tormenta. El jueves, durante los homenajes por el Día de la Memoria, le recordó que había sido “el jefe de campaña de un espacio que sacó 4 puntos en la Provincia de Buenos Aires”, en referencia a su rol en la candidatura del ex ministro de Transporte y actual diputado, Florencio Randazzo. Ayer lo trató de ingrato.
La Cámpora jura que no se irá de la coalición y que, en cambio, podría ser Fernández el que tome esa decisión. Piden la institucionalización del Frente de Todos y advierten que el Presidente no puede tomar las decisiones en soledad. Hay una razón clara para sostener ese argumento. Alberto Fernández está donde está porque Cristina Kirchner lo eligió.
Ayer Fernández se mantuvo inquebrantable en su posición respecto al futuro de la coalición. Volvió a decir en público que hay que trabajar por la unidad del frente para evitar el regreso al poder de Juntos por el Cambio y aseguró, en referencia a su relación con Cristina Kirchner: “Estoy seguro que nadie quiere romper nada”.
Sin embargo, el kirchnerismo duro está llevando el vínculo político a límites que antes no se habían cruzado dentro del espacio político. Los últimos días han sido un ping pong de críticas y silencios. La Cámpora lo cuestiona y Fernández evita lanzar un contragolpe y recae en la unidad como fin último.
En definitiva, es un movimiento político que busca preservar la sumatoria de todas las partes y, en todo caso, dejar expuesto al kirchnerismo más duro como los que no quieren acordar un camino común para transitar los dos años de gestión que quedan.
El Presidente no quiere darle demasiada entidad a los dimes y diretes con el camporismo. Apuesta a darle volumen a la agenda de la gestión como un viaducto para escaparse del conflicto con los K. En sus planes no está romper la alianza política, entonces debe buscar la forma para convivir sin caer al vacío.
En ese contexto, el Jefe de Estado comienza una nueva etapa de su mandato en soledad. A partir de ahora la gestión y las decisiones están en manos de Fernández. No de Fernández y Kirchner como sucedió en otro momento del Gobierno. El Presidente no se habla con la Vicepresidenta, el kirchnerismo no respalda sus decisiones y La Cámpora lo destrata. No hay acuerdo de gestión. Es claro.
Al día de hoy las alianzas que tiene se pueden contar con los dedos de una mano. En la lista aparece la Confederación General del Trabajo (CGT), un sector importante de los movimientos sociales, la mayor parte de los gobernadores del PJ; el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa; y el empresariado.
Algunos tienen intereses, otros obligaciones. Lo concreto es que Fernández, frente al quiebre de la coalición, volcará la gestión sobre ellos. Mientras tanto, continúan los pedidos de unidad de diferentes sectores de la alianza política, y crece la idea de buscar la institucionalización del Frente de Todos. Es decir, seguir un camino similar al de Juntos por el Cambio y conformar una mesa de decisión con todos los sectores.
Por el momento, ese plan no avanza puertas adentro de la Casa Rosada, pero es un tema latente dentro del oficialismo. Este fin de semana el gobernador de Chaco, Jorge Capitanich, reclamó la unidad de la coalición y que se institucionalice el Frente de Todos. “Si logramos reducir la inflación y fortalecer la unidad en la diversidad con institucionalización el gran objetivo es entender que hay 2023″, sostuvo.
En una línea similar se expresó el ex ministro de Defensa Agustín Rossi. Durante una entrevista con Infobae aseguró: “Tenemos que dejar de mirarnos entre nosotros para mirar más a la sociedad”. Además, dijo que la coalición peronista fracasaría si no puede conformar una opción electoral para enfrentar al “macrismo” en el 2023.
El “Cuervo” Larroque también se expresó en esa sintonía durante la misma entrevista en la que cuestionó al Presidente y señaló: “Queremos que exista el frente. No hay una institucionalidad del Frente de Todos, no hay una mesa, ámbitos visibles, no se sabe donde se discute. No creo que los off sean el ámbito pertinente para discutir en el seno de una fuerza política que tiene la responsabilidad de gobernar”.
El domingo a la noche, durante una entrevista en la TV Pública, Fernández evitó responder con claridad sobre su posición respecto a la institucionalización del espacio. Sin embargo, aseguró que durante los dos años de gestión la mesa de decisiones existió dentro de la coalición. Es decir, que no tomó decisiones en soledad, y que Sergio Massa y Cristina Kirchner siempre estuvieron al tanto.
Alberto Fernández empieza una nueva etapa de la gestión en dónde lo que más le preocupa es darle pelea a la inflación. En especial, al aumento del precio de los alimentos y del combustible. Las proyecciones de inflación para los próximos dos meses son muy preocupantes, con cifras que superan los 4,7 del mes pasado. No solo se trata de amortiguar la suba de precios, sino también de contener a los sectores más afectados de la sociedad para que el descontento no se vuelque a las calles.
Por el momento, tiene pensado sostener a Martín Guzmán en su cargo y no hacer cambios de Gabinete. Lo que implica que no avance sobre ningún lugar que La Cámpora tiene en su poder, como le pedían en el sector del peronismo que le responde y en una parte de su círculo más cercano.
La nueva etapa de gestión lo encuentra sin diálogo con la Vicepresidenta y con La Cámpora recordándole que no tiene autonomía. Lo más importante es bajar los precios. Por eso en los próximos días se reunirá con empresarios y sindicalistas para acordar el equilibrio entre precios y salarios. Más gestión, menos interna política. Hacía allí va.
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