Alberto Fernández apuesta a mejorar los indicadores de inflación y desempleo para derrotar a Cristina Kirchner en la interna del Gobierno

El Presidente evitará dar señales políticas de ruptura y se mantendrá en el eje del discurso de unidad, a pesar de los embates de La Cámpora y la falta de diálogo con la Vicepresidenta. Envalentonado por el desembolso millonario del FMI tras el acuerdo que alcanzó gracias al apoyo de Juntos por el Cambio, buscará fortalecerse con supuestos avances en la delicada gestión económica

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Alberto Fernández y Cristina Kirchner
Alberto Fernández y Cristina Kirchner no se hablan hace semanas. La última vez que se los vio juntos en un acto partidario fue el 10 de diciembre, en el Día de la Democracia

“No nos sorprendió una marcha, no nos va a sorprender una carta de Cristina, ni una ruptura”. Después de la demostración de fuerza que hizo La Cámpora con su masiva movilización el Día de la Memoria, en la Casa Rosada aseguran que, por ahora, no habrá una respuesta política de parte de Alberto Fernández, y está prácticamente decidido que se evitarán los cambios en el Gabinete. En cambio, seguirán predicando en público la necesidad de unidad -aunque saben que es inexistente y prácticamente imposible recomponer-, apelarán para la unidad a la figura de Mauricio Macri, y buscarán dar la pelea interna a través de -aún inciertas- mejoras en los indicadores económicos, como respuesta a las predicciones catastróficas del kirchnerismo. Mientras tanto, profundizarán las actividades de campaña adelantada en la provincia de Buenos Aires y en el interior, y buscarán sumar adhesiones en la dirigencia del PJ a nivel capilar, con la mira en 2023.

Con la experiencia de la “mesa de los lunes” (que reunía Alberto Fernández, Sergio Massa y Máximo Kirchner junto a algunos ministros e intendentes) pulverizada tras la derrota electoral de 2021, hoy descartan por completo ceder a la exigencia que expresó La Cámpora el jueves 24 de crear un nuevo ámbito de decisión política entre albertistas, massistas y kirchneristas, con el fin de lograr una mayor injerencia de Cristina y Máximo Kirchner en la gestión nacional. “Las decisiones las toma el Presidente, y el presidente es Alberto”, dijo, con vehemencia, un ministro muy cercano al primer mandatario. Mientras otro importante funcionario que frecuenta al jefe del Estado aseguró que, al menos en lo inmediato, no habrá nuevos llamados de su parte a Cristina Kirchner para acercar posiciones. “Él ya la llamó, con el tema de los vidrios, y no lo atendió. Ya está”, deslizó, en referencia al ataque contra el despacho de la Vicepresidenta durante la votación en Diputados del acuerdo con el FMI.

Al contrario: en Balcarce 50 sugieren que son los dirigentes y funcionarios del kirchnerismo los que deberían pedir una reunión al jefe de Gabinete, Juan Manzur, que hace algunas semanas mejoró la sintonía con el Presidente. “Lo tienen que llamar para decirle: ‘Acá estamos, queremos ser conducidos’. Si no, van a seguir a la deriva”, lanzaron, convencidos de que el kirchnerismo quedó aislado con la votación en el Congreso del pacto con el FMI.

La sintonía entre Manzur y el Presidente había quedado dañada, prácticamente, desde el desembarco del gobernador en la Casa Rosada, por los recelos de Alberto Fernández derivados del ímpetu con el que arribó el tucumano. Pero el vínculo mejoró ostensiblemente en las últimas semanas, aunque siguen flotando los rumores de una salida para retomar su proyecto provincial. El viernes, el jefe de Gabinete llevo a su predecesor, Santiago Cafiero, mano derecha de Alberto Fernández, y la diputada nacional Victoria Tolosa Paz, referente del “albertismo”, a Tucumán, para reunirse en conjunto con empresarios y participar de un encuentro del PJ local, donde encabezaron un acto que exaltó el pacto por la deuda frente a dirigentes afines. Fuentes oficiales que trabajan en la campaña adelantada del Presidente adelantaron que en los próximos meses se harán cada vez más actividades partidarias como esa en el interior y en la Provincia, con el horizonte en las elecciones presidenciales, donde buscarán la reelección.

“Vamos a trabajar para fortalecer al Presidente y darle espacio al peronismo en el interior. Hay avidez para conducir el peronismo kirchnerista que no está con La Cámpora. Hay espacio para salir a caminar, e iniciativa de arrancar con encuentros en todo el país”, dijeron entusiasmado cerca del Presidente, a contramano de los pronósticos de La Cámpora, y señalaron que buscarán dar “volumen” a los ministros, “caminando, con plenarios políticos en todo el país y en la provincia”. Mencionaron a Cafiero, a Zabaleta, al titular de Vivienda, Jorge Ferraresi y a Katopodis como los principales alfiles que “trabajarán mucho en cuestiones de gestión en el territorio”.

(Maximiliano Luna)
(Maximiliano Luna)

La relación política entre el ala dura y la moderada del Gobierno está rota, pero ese quiebre no se cristalizará, por ahora, en cambios en el Gabinete. “Puede pasar en algún momento, va a depender del Presidente. Pero poner el foco en eso, hoy, es un error, porque lo que sucede tiene que ver con la política”, dijo un hombre que frecuenta Olivos, al considerar que “lo primero es reordenar el frente”. “Ahora que se superaron todas las externalidades negativas, la crisis de deuda, y la pandemia, el único desafío es cómo hacer crecer la economía”, afirmó. Se refirió, en particular, del crecimiento del empleo y la baja de la tasa de inflación, en especial en los alimentos. “Desde el cumplimiento de objetivos concretos tiene que venir el reordenamiento político”, resumió la postura de la Casa de Gobierno el alto dirigente del albertismo tras una consulta sobre la continuidad de la administración en el conflictivo contexto político del oficialismo.

El viernes por la tarde, cuando no habían transcurrido 24 horas desde la marcha de La Cámpora, el Presidente, que había llegado por la mañana a la Casa Rosada, se mostraba “de muy buen humor”, según describió un funcionario que lo vio en su despacho, mientras el primer mandatario firmaba documentos, entre sendos diálogos con su secretaria de Legal y Técnica, Vilma Ibarra, y asesor y su mano derecha, con cada vez más ascendencia sobre el área económica del Gobierno, Juan Manuel Olmos. Ese día, Alberto Fernández bajó indicaciones sobre el posicionamiento político de su espacio dentro del Frente de Todos luego de la última arremetida de La Cámpora contra su gobierno.

Así, durante los dos días que siguieron a la movilización del kirchnerismo, en redes sociales, radios, diarios y portales, Alberto Fernández y sus ministros y asesores salieron a la cancha discursiva con un mensaje minuciosamente unificado, orientado a realzar los datos positivos de la economía, y a disparar contra Mauricio Macri, el expresidente que buscarán volver a encumbrar como el gran fantasma de cara a las elecciones de 2023, con el fin de unificar a las bases.

En su cuenta de Twitter, el jefe de Estado reivindicó el acuerdo con el FMI; mientras que en sendas entrevistas, el ex ministro de Defensa, Agustín Rossi, hoy muy cerca del Presidente; el ministro de Obra Pública, Gabriel Katopodis; y la diputada nacional Victoria Tolosa Paz aludieron al fundador de Cambiemos -que venía de pasearse por distintos medios para posicionarse en la interna de Juntos por el Cambio-, y festejaron la cifra del 7 por ciento de desocupación que se conoció esta semana. “Nos van a cagar a palos”, advirtió, contundente, el ministro Katopodis, en diálogo con radio 10. Mientras que la legisladora pidió “desdramatizar las diferencias, porque el verdadero adversario es el macrismo”.

Lejos de Máximo y Cristina
Lejos de Máximo y Cristina Kirchner, Alberto Fernández se apoya en su círculo íntimo. Ante los embates de La Cámpora, pide que salgan a defender la gestión y alerten sobre el eventual regreso de Mauricio Macri al poder (Presidencia)

El primer mandatario no cree que a esta altura de la escalada en las disputas haya espacio para recomponer el vínculo con Cristina Kirchner. Pero a diferencia de la crisis post-PASO, cuando la terminante carta de la Vicepresidenta lo obligó a cortar cabezas en el Gabinete, está decidido a mantenerse inmutable, con el equipo de gobierno tal y como está, y sin escalar en sus declaraciones públicas, más allá de lo que haga el ala dura. “Alberto se dio cuenta de que hasta acá llegamos. El daño de romper sería irreparable, pero los va a ir desangrando”, describió con ímpetu un importante referente que dialoga seguido con el Presidente. La estrategia es no romper, no por falta de deseo, sino porque representaría un “alto costo para la gobernabilidad”. ¿Podría ocurrir lo mismo del otro lado? Es una posibilidad poco probable, creen, pero una posibilidad al fin. “No les conviene, sino ya lo hubieran hecho. También nos necesitan”, dijo un alto funcionario.

El tema que más los preocupa en la escalada de la interna, con los ministerios loteados entre albertistas y camporistas, son las dificultades para llevar a cabo la gestión. Según admiten en secretarías, subsecretarías y direcciones, muchos proyectos están prácticamente frenados por las rencillas internas. Entonces, ¿cómo se lleva adelante la administración del gobierno, en especial en el marco de una crisis económica de enormes proporciones? En la cúpula del Ejecutivo vuelven a la misma respuesta: creen que los problemas de la gestión empezarán a subsanarse una vez que empiecen, supuestamente, a mejorar los números de la economía.

Confían en que el primer empujón ya ocurrió, con el acuerdo con el FMI que permitió el ingreso -a cuenta- de cerca de 10 mil millones de dólares. Pero no dejan de admitir que los preocupa sobremanera el problema de la macro que afecta de manera más directa a la población, la inflación, que rozó los 5 puntos el mes pasado, y que en el próximo período podría aumentar ostensiblemente por la profundización de la tendencia y por el impacto de la guerra en Ucrania en los precios de las commodities energéticas en el mercado internacional. Ya se habla de un acumulado del 65 por ciento a fin de año.

Para este enorme problema aún no tienen una respuesta clara, pero aseguran que todos sus esfuerzos estarán puestos en disminuir esos guarismos. Mientras lo intentan -ya está en marcha la cuestionada “guerra contra la inflación”, que por ahora apela a recetas que antes no funcionaron-, buscarán hablar lo menos posible del conflicto político, al menos en público. “Alberto no se va a enganchar en esta discusión hiperpolitizada, que está muy alejada de lo que está pasando de verdad. Él busca seguir plegado a agenda cotidiana de la gente. Y si encuentra consensos, mejor”, dijo un referente de consulta del primer mandatario, que consideró “el hostigamiento” de la Cámpora como una forma de “darle de comer a la derecha y a los medios” y lo atribuyó a “la necesidad política de expresar diferenciación”. “Ya está, ya lo hicieron. ¿Qué más van a hacer? El Gobierno no va a modificarse porque Máximo renuncie al bloque o marche. Vamos a seguir gestionando”, agregó.

Con este envión y envalentonamiento inéditos, en la Casa de Gobierno no dudan de que tendrán acompañamiento de Máximo Kirchner y sus aliados en el Congreso, y apuestan como reaseguro a la continuidad en la relación entre el kirchnerismo y el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, que se mantiene en su rol como especie de pivot entre los sectores en pugna. “Máximo ya dejó en claro su posicionamiento sobre el Fondo. Pero no creemos que quiera volver a votar con la izquierda y con Milei. Ni que quiera mostrar que va en contra del desarrollo automotriz o energético. Va a estar con nuestras propuestas”, dijo un importante diputado que, además de ostentar un rol de referente en el bloque oficialista, mantiene un vínculo muy aceitado con Alberto Fernández.

En paralelo, el Gobierno se abocará a intentar poner paños fríos a la situación social para evitar un virtual estallido, que consideran como una posibilidad real en el preocupante contexto económico. La reunión de Alberto Fernández con la cúpula de la CGT para proponer un ”pacto de gobernabilidad”, el martes pasado, estuvo orientada en ese sentido. Y siguen las gestiones para lograr un acuerdo con la UIA que conduce uno de los dirigentes empresarios más críticos, Daniel Funes de Rioja. En el Gobierno están seguros de que habrá un encuentro, pero no ponen las manos en el fuego sobre un pacto formal. Creen que podrían presionar si hubiera desplazamiento de precios, pero los empresarios saben que el poder de Alberto Fernández está en jaque y no quieren hacerse cargo del ajuste.

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