Alberto Fernández enfrenta un dilema geopolítico frente a la decisión de Joseph Biden de forzar la expulsión de Rusia del G20, tras la guerra ilegal desatada por Vladimir Putin contra Ucrania. La Casa Blanca diseñó una estrategia de aislamiento internacional del Kremlin y su exclusión del G20 apunta a cumplir ese objetivo diplomático que es rechazado por China y resistido por la Unión Europea. El presidente mantiene un cauteloso silencio ante la exigencia de Washington, pero en Balcarce 50 reconocen que existe mínimo espacio político para maniobrar ante la ofensiva de Estados Unidos.
Durante la cumbre del G20, Alberto Fernández logró incluir tres propuestas claves para la Argentina en su declaración final. Todas vinculadas al Fondo Monetario Internacional (FMI) y a las consecuencias económicas y sociales derivadas de la pandemia y el COVID-19.
El jefe de Estado no quiere perder esa plataforma global y plantea que todos los escenarios multilaterales son indispensables para encontrar una solución diplomática a la invasión ilegal a Ucrania liderada por Vladimir Putin desde Moscú. Si el G20 implosiona, Argentina deberá conformarse con la Asamblea General de la ONU, que tiene 193 países pero escasísimo peso mundial.
Alberto Fernández busca una diagonal que le permita apoyar la supervivencia del G20 y evitar un roce con Biden, que jugó a su favor durante toda la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El Presidente asume que Brasil y México -los otros miembros regionales del G20- se moverán al compás de Washington, y su estrategia es acompañar la táctica reluctante de la Unión Europea.
Al comienzo de la Guerra Fría, Estados Unidos creó la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) para enfrentar al Pacto de Varsovia que unía militar y defensivamente a los países dependientes de la Unión Soviética. La OTAN es sostenida por la Casa Blanca y tras la caída del Muro de Berlín empezó a sumar estados que pertenecían al Pacto de Varsovia.
Este organismo de defensa -con treinta miembros y millones de dólares de presupuesto bélico- convive con la estructura económica y diplomática de la Unión Europea (UE). Y los países integrantes de la UE -liderados por Alemania y Francia- necesitan del gas y el petróleo que suministra Rusia todos los años.
En este contexto, la Unión Europea resistirá la decisión unilateral de Biden orientada a expulsar al Kremlin del G20. Europa apoya las sanciones económicas de Washington contra Moscú, pero dilatará su apoyo respecto al G20 y la exclusión de Rusia.
Un movimiento diplomático fuera de contexto, o forzado por distintas circunstancias políticas que interactúan en Estados Unidos, pueden dejar sin combustible a los países europeos que decidieron plegarse a toda la hoja de ruta prevista por la administración demócrata.
Los intereses de Europa y de Argentina son diferentes, pero sirven -acorde a la mirada presidencial- para contener la presión diplomática de la Casa Blanca. Biden pretende a Putin afuera del G20, y quiere que todos los países que le pidieron favores políticos en Washington, se plieguen a su guerra de desgaste que lidera desde el Salón Oval.
Desde esta perspectiva, y pese a la cautela del Gobierno, Alberto Fernández tiene poco espacio para evitar su apoyo a Estados Unidos. Recién en las últimas semanas, la Casa Rosada fue contundente en su condena a la invasión de Rusia a Ucrania, y en Washington aún recuerdan las declaraciones del Presidente frente a Putin en el Kremlin.
Ya sorprendió que el vicecanciller Pablo Tettamanti -un alfil diplomático de Cristina-, desobedeciera las órdenes directas de Santiago Cafiero respecto a la condena de Rusia en la Asamblea de la ONU. Y ahora Washington apunta a lograr que Balcarce 50 respalde la maniobra de Estados Unidos para excluir a Moscú del G20.
Alberto Fernández se encontrará con Biden en junio, durante la Cumbre de las América. Hasta ese momento -si puede-, el Presidente hará silenzo stampa.
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