La masiva y exultante peregrinación que encabezó La Cámpora por el Día de la Memoria, desde la ex ESMA a la Plaza de Mayo, fue un mensaje contundente a Alberto Fernández en el contexto de máxima tensión que se vive en el Gobierno. Las largas columnas de miles de manifestantes con banderas de la organización, los cánticos y los estruendos, y la caminata de 13 kilómetros desde el norte de la ciudad al microcentro representaron, más que un grito contra el terrorismo de Estado, una serie de veladas exigencias que, aseguran, ya hicieron llegar al primer mandatario. Son reclamos vinculados a la toma de decisiones en la gestión, a la admisión sobre el estado ruinoso de la situación económica, y al posicionamiento político en el Frente de Todos, pero también frente a Juntos por el Cambio.
“Alberto se tiene que sentar con Cristina. Pero no a tomar el té, sino a hacer autocrítica y tomar decisiones. Tiene que admitir que su gobierno es un desastre. Él no lo ve así, pero está equivocado. El país está destruido”, disparó ayer por la tarde un importante funcionario que habla a diario con Máximo y Cristina Kirchner, en diálogo con Infobae, casi a los gritos, para hacerse escuchar entre los bombos y los petardos. Acababa de desembarcar en la Plaza de Mayo junto a las bases que responden a La Cámpora y a varios intendentes de peso del PJ bonaerense después de caminar durante cinco horas desde Núñez al Microcentro, en el marco de la movilización organizada durante un mes, con una convocatoria muy amplia y una puesta en escena minuciosa, creada con el fin de mostrarle a Alberto Fernández quién tiene mayor peso en la coalición.
En La Cámpora están convencidos de que la situación gravísima de la economía es responsabilidad pura y exclusivamente de Alberto Fernández. Creen que el Presidente y su equipo de gobierno no son idóneos, y ratifican, una y otra vez, que el diagnóstico que hizo Cristina Kirchner hace ya un año y medio, con su emblemática carta sobre “los funcionarios que no funcionan”, sigue en pie. Juran que en los últimos meses se corrieron de la gestión para “dejarlo gobernar”, pero consideran que el resultado, inclusive después de la derrota en las PASO, fue “desastroso”.
“El problema es que él se envalentonó cuando hizo como que ganó las elecciones generales, pero desde entonces sólo siguió pifiándola”, sostuvo, y se mostró muy duro también contra el entorno de Alberto Fernández, al recordar sus discursos triunfales por la remontada de las devastadoras PASO, a pesar de que Juntos por el Cambio se había impuesto decididamente en las urnas en noviembre. En La Cámpora todavía mastican bronca por aquella movida política del Presidente. Es más: le reprochan haber blanqueado y estar trabajando desde entonces en su plan de reelección, y creen que no debería siquiera pensar en presentarse como candidato. “Si tuviera posibilidades, lo votaría con las dos manos. Pero está clarísimo que no las tiene, con lo que ha hecho, con cómo está el país”, opinó un influyente referente de La Cámpora, muy satisfecho por haber logrado sumar a la convocatoria en la ex ESMA a los caciques del PJ en el conurbano que nutrieron, aunque en segundo plano, la movilización.
Se vivía un clima de fuerte tensión con el Presidente a lo largo del recorrido. En La Cámpora también resienten los acercamientos del Presidente a Juntos por el Cambio, con la aprobación en el Congreso del pacto con el Fondo en el centro de su rechazo. Mencionan, en particular, sus diálogos con referentes como el gobernador jujeño, Gerardo Morales, uno de los radicales “blandos” de la coalición opositora. Le reprochan al Presidente “jugar a la moderación y tirarse al centro”, en desmedro del ala de izquierda del Frente de Todos.
Más allá de las disputas por 2023 -aunque admiten que tienen aspiraciones propias y que buscarán una “PASO generosa”- el principal motivo de sus desvelos, juran, está en la gestión. “Nos pone mal ver cómo va a quedar el país”, dijeron mientras caminaban rumbo a la Plaza de Mayo. La principal exigencia, en palabras insistentes de un camporista, es que Alberto Fernández “entienda la situación en el Frente de Todos”. Es decir, que admita que el mayor caudal de apoyos electorales, “mal que le pese”, sigue estando en manos de Cristina Kirchner, la dueña de los votos en el densamente poblado conurbano. “No le conviene pelearse con ella”, deslizó un importante funcionario. “¿Por qué?”, le consultó este medio. “Yo no lo haría”, esquivó.
En este panorama sombrío, el fantasma que flota hoy sobre el Frente de Todos es el de una ruptura definitiva, y no potencial como hasta ahora. Ayer, Alberto Fernández encabezó, en homenaje a la fecha, un acto institucional, por separado de La Cámpora, en el Ministerio de Ciencia y Tecnología. Y después se recluyó en Olivos. Mientras que en la Casa Rosada hace semanas empezaron a deslizar, al igual que el año pasado, que es necesario hacer una purga de camporistas del Gobierno.
En la misma línea, todas las señales del kirchnerismo desde que empezó el 2022 (y quedaron atrás los actos “de unidad” post electorales) indican que hacia allí apuntan. Desde la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque oficialista en Diputados como protesta contra el acuerdo con FMI; al silencio desaprobador de Cristina Kirchner sobre la gestión; a la admisión, por parte de la propia Presidencia, de que no hay diálogo hace semanas entre ella y el jefe de Estado; a las críticas de la Vicepresidenta y de sus funcionarios afines contra los “albertistas” por el silencio frente al ataque a su despacho.
Sin embargo, en La Cámpora prometen que no buscan un quiebre en el Gobierno, sino presionar para que se modifique el rumbo de la gestión, en especial la económica. A diferencia de lo que sentencian desde la oposición, donde algunos los asan de buscar una desestabilización del sistema democrático, en el kirchnerismo aseguran que quieren la permanencia de Alberto Fernández como presidente -aunque lo cuestionan a niveles notables-, pero con una mayor injerencia de los dirigentes y cuadros propios en la toma de decisiones. En este contexto, lo que quieren significar es que no es posible tomar medidas de gobierno para mejorar la gestión económica sin el protagonismo de sus referentes políticos. ¿Esto significa un cambio en el Gabinete? Después de todo, hace meses disparan, por lo bajo, contra el ministro de Economía, Martín Guzmán -a quien consideran el ejecutor de un plan de refinanciación de la deuda externa que se atrasó sobremanera y terminó siendo pernicioso para el país-, y contra sus pares de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, y de Trabajo, Claudio Moroni, todos muy cercanos al Presidente. La respuesta es que “no necesariamente”.
Hablan, en cambio, de crear una “mesa política de verdad” -lamentan el resultado de las experiencias anteriores en este sentido- y de “institucionalizar el Frente de Todos”. Curiosamente, este último deseo también reivindicado por el propio Alberto Fernández, aunque nunca lo llevó a los hechos. En el entorno presidencial vienen justificando el freno a esta ambición con una eventual resistencia del kirchnerismo, pero en esas filas tienen otra opinión: “Es un pillo. No quiere institucionalizar nada porque sabe que tiene la lapicera y quiere seguir decidiendo solo”.
En este contexto, en La Cámpora interpretan los pedidos públicos de “unidad” que hizo Alberto Fernández en los últimos días como una burla, o una provocación. Aseguran que, en los hechos, en privado, el primer mandatario no hizo ningún esfuerzo para acercar posiciones con la Vicepresidenta y Máximo Kirchner. Y leen sus llamados en discursos públicos y en entrevistas con los medios -cayó muy mal su conversación con C5N después de la renuncia de Máximo Kirchner- como una jugada para que el kirchnerismo “quede como el malo de la película”. Eso no va a pasar, aseguran: se van a quedar adentro. En todo caso, el que tendrá que romper es el Presidente, pero creen que no lo hará.
Ayer por la tarde, después de la marcha donde participó la primera plana de La Cámpora, tanto Máximo Kirchner como Andrés “El Cuervo” Larroque lanzaron algunas críticas contra Alberto Fernández, de buen humor y semblante irónico, rodeados de miles de seguidores. ”El Gobierno tiene que ser con la gente adentro”, dijo el hijo de Cristina Kirchner. “Fue jefe de campaña de un espacio que sacó 4 puntos en la Provincia de Buenos Aires”, agregó Larroque.
La pelota, ahora, está del lado del Presidente, consideró un importante representante de la organización. Quieren que se pliegue a sus exigencias, que abra el juego, les brinde protagonismo en la mesa de decisiones políticas y de gestión, y, sobre todo, que haga una autocrítica y admita que debe cambiar el rumbo en el Gobierno. “La gente no llega a fin de mes, con una inflación del 70 por ciento el 2023 no sólo no hay una posibilidad de ganar las elecciones, no hay país”, dicen. Ahora esperan una señal de respuesta, que en Olivos y en la Casa Rosada meditaban mientras terminaba una jornada cargada de simbolismo político, en un nuevo pico de una crisis sin antecedentes para el joven Frente de Todos.
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