La administración de Joseph Biden hizo una apuesta política con el gobierno de Alberto Fernández y jugó su poder en el board del Fondo Monetario Internacional (FMI) para evitar que la Argentina cayera en default por la falta de pago de 2.800 millones de dólares que vencían entre hoy y mañana. La Casa Blanca conoció las maniobras ejecutadas por La Cámpora y el Instituto Patria durante la discusión parlamentaria del acuerdo con el FMI, y optó por respaldar al Presidente frente a Cristina Fernández de Kirchner.
El acuerdo firmado entre Argentina y el Fondo establece un primer desembolso de 9.800 millones de dólares. Y ese desembolso debía cancelar una deuda de 2.800 millones de dólares que vencía el lunes 21 y el martes 22 de marzo de 2022. Esos plazos fueron subscriptos por Mauricio Macri cuando contrajo un crédito Stand-By por 45.000 millones de dólares en 2018.
Si el gobierno no estuviera fracturado, el acuerdo con el FMI se hubiera sancionado en el Congreso durante los primeros diez días de marzo. Pero La Cámpora, el Instituto Patria, CFK y Máximo Kirchner no apoyaron los términos de la negociación diseñado por Alberto Fernández, y la discusión parlamentaria se atrasó irremediablemente.
Martín Guzmán comentó estas circunstancias política a Kristalina Georgieva, directora gerente del FMI, y describió una posible sucesión de hechos verosímiles: si el board no se reunía el 18 de marzo para aprobar el acuerdo, y a continuación no giraba 9.800 millones de dólares en Derechos Especiales de Giro (DEG,s), Argentina caía en default el lunes 21 de marzo.
Georgieva conoce la lógica burocrática de los directores que integran el board del Fondo, y en pocas palabras le anticipó a Guzmán que era imposible una reunión el 18 de marzo para avalar el caso argentino.
Es decir: sin board no hay desembolso, y sin desembolso, Argentina entraba en default por falta de pago.
El ministro de Economía informó al Presidente sobre las dificultades económicas y financieras que se avecinaban, y a partir de ese momento se buscó una solución contrarreloj que debía tener un argumento jurídica y un aval directo de la Casa Blanca. Estados Unidos controla el board del FMI, y sin su apoyo nada existe en esa Torre de Marfil.
Guzmán ordenó revisar las decisiones de todos los directorios del FMI, mientras Jorge Arguello -embajador en Washington- se ponía en contacto con Jake Sullivan, el asesor de Seguridad Nacional de Joseph Biden. Si Sullivan se involucraba en el caso argentino, había una chance de esquivar al default con sus consecuencias distópicas.
El consejero de Biden -que apenas duerme por la guerra ilegal que Rusia libra en Ucrania- escuchó los argumentos de Arguello y se puso a disposición. No fue un acto piadoso: La Casa Blanca desconfía de Cristina y su agenda política, y apuesta a Alberto Fernández para mantener a La Cámpora y al Instituto Patria lo más lejos posible del primer piso de Balcarce 50.
Sullivan obtuvo la autorización política de Biden y después habló con Georgieva. El Presidente de los Estados Unidos no quería que Argentina cayera default y el board del Fondo tenía que hacer lo necesario para ayudar a la administración peronista. La directora gerente asumió el mensaje que llegó directo de la Casa Blanca y se puso a trabajar con su staff técnico.
El jueves pasado, Alberto Fernández estaba en Salta. Arguello lo llamó desde Washington y le comentó que la situación empezaba a encarrillarse. A esa misma hora, el Senado debatía el acuerdo con el FMI y Cristina contaba las horas para abandonar su oficina y explicitar su ruptura política con el jefe de Estado.
Un día más tarde, viernes 18 de marzo, Guzmán mantuvo una larga conversación con Georgieva. Había encontrado un argumento jurídico para postergar los pagos sin caer en default, y necesitaba coordinar la comunicación para evitar sobresaltos en el escenario político y en la city financiera.
El ministro de Economía pidió a la directora gerente que un eventual comunicado del FMI debía explicitar que Argentina no caía en default si no pagaba el lunes 21, que el board se reuniría sin demora para aprobar el acuerdo, y que se podía pagar todo junto (los 2.800 millones de dólares) antes que concluyera marzo.
Georgieva dijo que sí.
Guzmán cortó la comunicación con Washington, se subió al auto oficial y partió a Olivos. Alberto Fernández lo recibió a solas en su despacho y juntos analizaron los últimos acontecimientos vinculados al Fondo. No sólo tenían aprobado el acuerdo en el Congreso, sino que además el FMI aceptaba postergar los pagos hasta que llegara el primer desembolso.
En DC, Arguello agradeció a Sullivan las gestiones ante Biden y Georgieva. Sin el apoyo de la Casa Blanca, Argentina hoy caía en default.
El Presidente ya aprendió que la política exterior tiene una norma tácita e inviolable: Quid pro quo.
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