La relación política entre Alberto Fernández y Cristina Fernández ya es una ficción institucional. La ruptura entre el jefe de Estado y la Vicepresidente quedó finalmente en evidencia durante los graves incidentes ocurridos durante el debate parlamentario del acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Ese día -jueves a la tarde- una banda fascista arremetió contra las oficinas de CFK en la Cámara Alta, mientras estaba reunida con el diputado Máximo Kirchner y los senadores Oscar Parrilli y Anabel Fernández Sagasti. La inesperada agresión política -en forma de continua pedrada- rompió las ventanas del despacho y puso en riesgos a la vicepresidente y a los legisladores nacionales.
Alberto Fernández se enteró de la gravísima situación y escribió dos chats por WhatsApp: uno dirigido a Cristina y el otro a su secretario privado, Mariano Cabral. Se ponía a disposición.
Nadie le respondió, aunque los dos estaban en línea.
El Presidente aguardó un tiempo razonable mirando su WhatsApp, y a continuación replicó sus mensajes. Esta vez utilizó Telegram -una red de mensajes con mejor seguridad y encriptado- para insistir con su predisposición frente a los ataques fascistas contra CFK, Máximo Kirchner, Fernández Sagasti y Parrilli.
No hubo respuesta. Ni siquiera del secretario Cabral.
El método de comunicación de Alberto Fernández con Cristina es simple. El Presidente tiene “Doctora” en su WhatsApp, y desde allí chatea para abrir el diálogo con su vicepresidente. CFK puede contestar por esa vía, o hablar directamente por celular.
Desde hace varias semanas que el jefe de Estado y “Doctora” no chatean ni hablan por WhatsApp o Telegram. Hay un pesado silencio entre ambos que se agravó con los incidentes del jueves frente al Congreso.
La ausencia de respuesta desde el despacho de Cristina no desalentó al Presidente. Alberto Fernández ordenó a Aníbal Fernández, ministro de Seguridad, que se hiciera cargo de las circunstancias. El ministro se enteró que CFK había retirado a la custodia uniformada de la Policía Federal que opera en la Cámara Alta y que se negaba al uso de camiones hidrantes para desalojar a la banda fascista que actuaba frente a la explanada del Parlamento.
Aníbal Fernández comentó las inesperadas novedades al jefe de Estado, y Alberto Fernández le pidió al ministro que garantizara -como pudiera- la seguridad de la Vicepresidente. En 15 minutos llegaron efectivos federales de civil al Senado, y se estableció una rápida coordinación represiva con la Policía de la Ciudad.
Mientras CFK grabada la locución del vídeo mostrando los resultados del ataque fascista a su despacho, Aníbal Fernández desplegó un mecanismo de seguridad para evitar nuevos ataques a las oficinas de la vicepresidente en la Cámara Alta.
Alberto Fernández y CFK se preocuparon por guardar las formas hasta las pedradas en el Congreso. Pero la ficción política terminó cuando la Vicepresidente soslayó contestar los mensajes del Presidente.
Cristina ya había consumado su distanciamiento al releer el acuerdo cerrado con el FMI, y ratificó su ruptura interna al conocer las negociaciones que el titular de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, emprendía con Juntos por el Cambio.
Massa cumplió instrucciones directas de Alberto Fernández para lograr una amplia mayoría a favor del acuerdo con el Fondo, pese a la presión de Máximo Kirchner y La Cámpora que apostaban por un default para forzar un cambio político en la Casa Rosada.
Máximo Kirchner, La Cámpora y CFK fueron derrotados por la robusta decisión política de 202 diputados. La vicepresidente y sus alfiles sólo juntaron 35 votos -entre negativos y abstenciones-, y esa misma correlación de fuerza es probable que se repita en el Senado: se prevén 55 votos a favor, y apenas 10 en contra de la bancada oficialista.
Ni siquiera el titular del bloque, José Mayans, estará al lado de Parrilli.
La posición intransigente de Cristina ante el FMI, su silencio público frente a Alberto Fernández, la caída de La Cámpora en Diputados y la posible derrota del kirchnerismo duro en la Cámara Alta aceleraron los tiempos de una nueva batalla política en el Gobierno.
“Todavía Cristina no explicó porqué esta en contra del acuerdo con el FMI”, comentó Alberto Fernández en Olivos. Y remató: “Ya es hora que se ubiquen”.
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