El plan secreto de la CGT para compensar el ajuste del FMI y salir indemne de la rebeldía de las bases

Se reunirá con gobernadores y senadores para analizar medidas y llevárselas a Alberto Fernández. La semana próxima, encuentro de dirigentes en la UOCRA y presencia en la Cámara de Diputados. Cómo serán las paritarias que vienen. Los temores sindicales

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Héctor Daer, Pablo Moyano, Carlos
Héctor Daer, Pablo Moyano, Carlos Acuña y José Luis Lingeri, en el salón Felipe Vallese de la CGT

“Es la primera vez que los gobernantes van al Fondo Monetario sin llevar en sus papeles el lomo de los laburantes”. Lo aseguró Héctor Daer, cotitular de la Confederación General del Trabajo (CGT), luego de los anuncios de Alberto Fernández en la Asamblea Legislativa. Sin embargo, en la práctica, la cúpula cegetista está muy preocupada por los alcances del entendimiento con el FMI. Es decir, el ajuste económico tan temido y que ahora parece tan cercano, por más que el relato oficialista haga esfuerzos por camuflarlo.

La inquietud llega hasta tal punto que la CGT decidirá comenzar a mediados de mes una ronda de encuentros con gobernadores y senadores del Frente de Todos: quiere consensuar propuestas que apunten a defender el salario, reactivar la producción y amortiguar las medidas antipáticas que se vienen, para luego reunirse con el Presidente y rogarle que el Gobierno las aplique.

En las reuniones de la mesa chica cegetista nadie disimula nada ni habla con eufemismos. La mayoría cree que el acuerdo con el FMI es un mal menor que se debe afrontar para evitar un default que dejaría al país a la deriva y con 20 puntos más de pobreza. Y si bien el grueso de la dirigencia apoya a Alberto Fernández (en muchos casos porque no quieren a Cristina Kirchner), se escuchan duras críticas a su estilo desconcertante y tan subordinado a la Vicepresidenta. Para el sindicalismo, no es momento de embestir contra la oposición, sino todo lo contrario: preocupada por la gobernabilidad, la central obrera pedirá un gran acuerdo con todas las fuerzas políticas.

Antes de cualquier solicitud de ese tipo, la CGT debatirá su postura ante el acuerdo con el Fondo en una reunión que se hará el martes a la tarde en la sede de la UOCRA. Será la antesala, además, de la presencia de la central obrera en el encuentro de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados, un día antes de que el oficialismo intente lograr un dictamen para que el proyecto pueda ser tratado en la sesión del jueves. Los sindicalistas quieren darles a los legisladores una fuerte advertencia contra el ajuste y reflotar su “Plan de Acción para una Argentina de todos”, una plataforma con ejes programáticos que servirá para “la discusión, el fortalecimiento y el encuentro de un camino de solución”. Esa será la base del diálogo proyectado con los gobernadores y los senadores.

Alberto Fernández y Juan Manzur,
Alberto Fernández y Juan Manzur, con la CGT, en la Casa de Gobierno

Los dirigentes gremiales suelen ser expertos en detectar el poder y también en olfatear su pérdida. Y en la intimidad imaginan que si no se corrige el rumbo tan estricto que marca el acuerdo con el Fondo habrá más crisis socioeconómica, rebeldía de las bases de trabajadores e incluso un horizonte de clara derrota de las próximas elecciones presidenciales. Por eso romperán su pasividad y tratarán de aportarle al Gobierno, al que ven desenfocado, una hoja de ruta para no perder de vista los intereses del electorado peronista.

En realidad, se proponen hacer lo que no quiere hacer el kirchnerismo duro, que parece boicotear el proyecto diseñado por Alberto Fernández. Puertas adentro, en la CGT también critican en duros términos a La Cámpora y a sus máximos referentes, como Máximo Kirchner, al que algunos sindicalistas rebautizaron despectivamente como “Mínimo” por sus desplantes al primer mandatario, como sucedió con su sugestiva ausencia a la Asamblea Legislativa del martes pasado que encabezó el Presidente.

Hoy, en la central obrera se respira un clima de mayor concordia interna: están casi en sintonía el sector de “los Gordos” (Daer, de Sanidad, y Armando Cavalieri, de Comercio) y los independientes (Andrés Rodríguez, de UPCN; Gerardo Martínez, de la UOCRA, y José Luis Lingeri, de Obras Sanitarias) con Pablo Moyano, cotitular de la CGT y secretario adjunto de Camioneros, quien hasta el momento se mostraba cerca del kirchnerismo y más lejos de Alberto Fernández (al revés que Hugo, su padre, un buen amigo del Presidente).

El hijo de Moyano incluso se convirtió el 11 de febrero pasado en un crítico del Gobierno cuando movilizó a sus afiliados de Camioneros hacia la sede del Ministerio de Salud para reclamar al Gobierno y al ministro de Trabajo, Claudio Moroni, que prorrogue el decreto que considera a los contagios de coronavirus como “enfermedad profesional” presunta, en medio de estribillos poco muy cariñosos como “¡Si no escuchan a Moyano, le paramos el país!” o el más contundente: ¡Ole lé, ola lá, a todos los traidores los vamos a matar!”.

Los ministros Martín Guzmán y
Los ministros Martín Guzmán y Claudio Moroni, con sindicalistas en la sede de la CGT

En estas últimas horas, Pablo Moyano se diferenció de la dirigencia K al elogiar la negociación con el Fondo. “Nadie está de acuerdo en acordar con el FMI, pero no hay otra posibilidad. Ojalá que el voto sea favorable a este acuerdo”, declaró. Y agregó: “Me quedo con las palabras del Presidente en las que se comprometió a que no va a haber ajuste, reforma laboral, reforma previsional ni tarifazos”.

Hasta la Asamblea Legislativa, la relación entre Moyano Jr. y el resto de la CGT estaba destinado al clima de pelea. Sobre todo luego de que el dirigente camionero fue uno de los promotores y organizadores de la marcha contra la Corte Suprema del 25 de enero mientras que el resto de la conducción cegetista no participó y tomó distancia de la movilización que impulsó el kirchnerismo duro.

Sin embargo, el día en que el jefe del Estado inauguró el período de sesiones ordinarias, Pablo Moyano estuvo en un palco de la Cámara de Diputados junto con Daer y el metalúrgico Antonio Caló, aplaudiendo el discurso presidencial y alineándose al discurso oficialista: “La bomba que está a punto de explotar es el acuerdo que firmó Macri”, dijo, para alegría de la hinchada kirchnerista.

La CGT recibió en 2020
La CGT recibió en 2020 a la misión del FMI que visitó la Argentina

A todos los dirigentes sindicalistas, de todas formas, los hermana la alarma por la inflación tan rebelde, que en 2022 llegará al 55% anual, según estiman distintos analistas. Para compensarla, la CGT ya acordó reservadamente con el ministro de Trabajo que este año habrá paritarias más cortas, sumas fijas como anticipos a cuenta y revisiones salariales que podrían pactarse por semestre. Será una de las herramientas que desplegará el Gobierno para que no exploten las consecuencias del acuerdo con el FMI y del propio plan económico.

Alberto Fernández también les prometió públicamente el martes pasado que no habrá reforma laboral ni previsional. Algunos dirigentes gremiales no le creen: por las exigencias del FMI, hay quienes esperan que se termine modificando la edad jubilatoria. La reforma laboral se está dando de hecho, con empleo que sólo crece en el Estado y en el sector informal de la economía.

La CGT concretará la semana que viene su gesto para afirmarse como un factor de poder con peso propio. Fijará su posición sobre el acuerdo con el FMI y debatirá las medidas que permitan que los trabajadores no se hundan con el ajuste. Los une el temor a que la situación social se desmadre. Y a que en 2023, no tan lejano como parece, queden más rezagados aún que durante su gobierno.

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