Con CFK y Máximo Kirchner en silencio, Alberto Fernández busca recuperar poder en el Gobierno a días de cerrar con el FMI

El Presidente estuvo con gobernadores e intendentes y realza a sus alfiles en el Gabinete para reconstruir su capital político interno. Se prepara para iniciar la segunda parte del mandato con el foco en lograr mejoras en la economía

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Axel Kicillof, Cristina Kirchner, Máximo Kirchner y Alberto Fernández
Axel Kicillof, Cristina Kirchner, Máximo Kirchner y Alberto Fernández

Un hecho político que pasó inadvertido esta semana puede servir para representar el estado de ánimo en el Gobierno durante la etapa final de las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Ocurrió el lunes por la noche, al final del plenario del PJ bonaerense celebrado en La Plata antes del cierre de listas del jueves siguiente. La diputada nacional cercana a Alberto Fernández, Victoria Tolosa Paz, señaló -en su discurso de cierre-, que durante las tres horas de exposiciones no se había hecho una sola alusión a la refinanciación de la deuda que llevan a cabo el Presidente y el ministro de Economía, Martín Guzmán. Y llamó, aunque sea, a “debatirlo”. En la sala reinó el silencio y varios dirigentes, según pudo reconstruir este medio, captaron de inmediato un clima de tensión. En especial porque el reclamo no tuvo eco en el presidente del partido a nivel provincial, Máximo Kirchner, que obvió cualquier respuesta y mención al tema que ocupa el centro de la agenda política.

La anécdota, que este medio pudo reconstruir a través de los relatos de algunos de los participantes, describe el panorama interno en el Gobierno. Tras su renuncia a la presidencia del bloque del Frente de Todos con una carta explosiva, el jefe de La Cámpora no volvió a referirse públicamente al asunto del Fondo. Tampoco la vicepresidenta Cristina Kirchner. Ni los referentes de las segundas líneas de la organización.

Como quedó claro el martes, buscan evitar que el espinoso tema del Fondo y el ajuste queden en la primera plana asociado a sus figuras. Al menos por ahora. “No quieren elevar la tensión, pero tampoco quedar claramente en minoría frente a un planteo que es de todos”, consideró un referente albertista de la primera hora, consciente de que el silencio de los líderes kirchneristas no significa un cambio de postura sobre el acuerdo por la deuda, sino todo lo contrario.

Encuentro del PJ bonaerense
Encuentro del PJ bonaerense

Los intendentes del PJ también mantuvieron la reserva y en el albertismo pasaron factura por esa cautela, que consideraron excesiva. “Hay una postura de ‘nos hacemos los disimulados’. No quieren ser juzgados por el presidente del partido. Pero él tendría que permitir que todos hablen, y a la vez, decir lo que piensa. Lo evita porque no quiere fortalecer el ala de quienes piensan como Kicillof y Alberto. Eso está claro”, dijo un referente bonaerense del entorno del Primer Mandatario.

En este contexto de tensión silenciosa, pero latente, Alberto Fernández viene emprendiendo un camino orientado a fortalecer su figura, alicaída después de las elecciones, y perjudicada por sus declaraciones en Rusia que diezmaron la relación con Estados Unidos, hoy en proceso de recomposición.

Las señales en este sentido son inequívocas. Recientemente, Alberto Fernández dio el aval a los propios para que alcen la voz puertas afuera como dentro del Gobierno y empiecen a militar la gestión, con la mirada puesta en el horizonte de 2023. Sin ir más lejos, ayer, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, enfrentó públicamente al ala camporista del gabinete económico: “Quien crea que la inflación se resuelve con acuerdos de precios tiene una visión muy acotada”, dijo. Fue un disparo prácticamente directo contra el secretario de Comercio Interior, Ricardo Feletti, proveniente del riñón kirchnerista, quien impulsó distintos programas de control desde que asumió en lugar de la Paula Español, del círculo de confianza gobernador bonaerense, Axel Kicillof, quien parece encontrarse, desde las elecciones, más cerca de Alberto Fernández que de Cristina Kirchner.

Los intendentes

El plan, sigiloso, incluye la construcción política cara a cara. Esta semana Alberto Fernández viajó a Mar de Ajó para destacar los números de la temporada de verano y mostrarse distendido. Pero en su agenda se encontraba, como hecho central, un encuentro en persona con los jefes comunales de la quinta sección.

“Los intendentes estaban muy contentos. En estos dos años no fue común verlo dialogando con la dirigencia del interior, y se fueron exultantes. Sintieron que Alberto se estaba comportando como lo hacía Néstor. Se está empezando a generar una mística”, dijeron cerca del primer mandatario. Aunque en su entorno festejaron la actividad, también lamentaron la repercusión en redes sociales con memes que lo mostraban atajando penales en la playa en plena crisis económica.

Alberto Fernández atajó penales en la playa de Mar de Ajó
Alberto Fernández atajó penales en la playa de Mar de Ajó

El recorrido, en esa tónica, siguió el viernes, cuando visitó una fábrica en Villa Lugano. Y continuará el lunes en Santa Clara del Mar. Fuentes oficiales aseguraron que la visita al Partido de la Costa fue inaugural y que en las próximas semanas empezará a sistematizarlas, en una especie de reedición de la última etapa de la campaña, cuando buscó retomar cierto protagonismo después del golpe de la derrota, a través de los diálogos con vecinos. Con la diferencia de que esta vez, maridará los encuentros de cercanía con la construcción política.

El Gabinete

Mientras tanto, Alberto Fernández se rodea de referentes de su extrema confianza y los impulsa a avanzar en sectores clave. El asesor presidencial con despacho en la Casa Rosada y operador porteño, Juan Manuel Olmos, volvió a ocupar un lugar central en el alborotado ecosistema albertista, donde las disputas están a la orden del día tras la llegada de Gabriela Cerruti como portavoz y los choques por las acusaciones de desigualdad de género que llegaron desde su oficina y la secretaría de Legal y Técnica, que comanda Vilma Ibarra, contra órganos comandados por soldados del Presidente, como el secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, y el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello.

Olmos participó la semana pasada, por primera vez, de la reunión de Gabinete Económico que organizó Alberto Fernández en Olivos. Habla a diario con el Presidente, mientras trabaja con Ibarra en una ampliación de partidas con fines sociales, que se anunciaría esta semana, para soslayar la falta de una ley de Presupuesto para 2022. En el Gobierno aseguran que no está previsto enviar una nueva ley de leyes. En cambio, las finanzas y las erogaciones para obras y subsidios a las provincias se harán por decisiones administrativas, en las cuales trabaja silenciosamente desde fines de diciembre -cuando se frustró el presupuesto en el Congreso- Jorge Neme, vicejefe de Gabinete y hombre de Manzur.

El impulso a una cada vez mayor injerencia en el Gobierno busca, además, sumar poder a los propios mientras continúa tensa la relación con Juan Manzur. Si bien el Presidente tuvo gestos para aceitar la relación con el ministro, algunas señales indican que la puja sigue vigente. Una quedó registrada hace algunas semanas, cuando el Presidente llevó una propuesta para que Comunicación de la Presidencia, donde mandan Cerruti y Juan Ross, se anexara con el área de Medios Públicos y puta oficial, encabezada por una mujer de extrema confianza del tucumano, Valeria Zapesochny. El gobernador en uso de licencia se negó. El control sobre ese sector es un fuerte activo para el tucumano, que sirve al despliegue de su armado en el interior a través de la pauta. Por ahora todo permanecerá igual en el sector, que también se vio convulsionado por el corrimiento del vínculo con los periodistas del subsecretario que respondía a Juan Pablo Biondi, Marcelo Martín, a instancias de la Portavoz. Ese capítulo de intrigas palaciegas, indicaron fuentes oficiales, sigue abierto.

La designación de otra de las asesoras preferidas del Presidente, Cecilia Nicolini, como secretaria de Cambio Climático, además de ser una acción para reforzar el alicaído ministerio de Medio Ambiente, fue también parte de la estrategia para avanzar directamente sobre áreas de influencia en un gobierno que está loteado desde diciembre de 2019 entre el “albertismo”, el kirchnerismo, el Frente Renovador y los movimientos sociales afines al peronismo.

Grupo Callao

En el plano partidario, después de dos años, el Presidente se prepara para bajar el freno de mano que mantuvo vigente durante dos años, y habilitó a su entorno para empezar a levantar el perfil del siempre relativizado “albertismo”. Pidió que, después de su discurso de apertura de sesiones legislativos, empiece a reactivarse el Grupo Callao, la agrupación que impulsó su candidatura con referentes que luego resultaron ser funcionarios, como el actual canciller Santiago Cafiero y la ex ministra de Seguridad, Sabina Frederic, después de que Cristina Kirchner lo designara a dedo como candidato presidencial, en 2019.

El grupo, denominado en honor a la avenida céntrica donde se ubica el bar que los recibía, perdió fuerza en los últimos meses. En especial a raíz de los golpes que recibió el Presidente de parte del camporismo a raíz de la derrota en las elecciones legislativas primarias del año pasado. Pero sus integrantes vienen reuniéndose con cada vez mayor asiduidad en persona, luego de meses de comunicarse únicamente por chat. Alberto Fernández les pidió que empiecen a “activar” después del discurso del 1 de marzo, a la vez que dio el visto bueno a la gesta de otras organizaciones para empezar a perfilar el armado para la campaña 2023. Por estos días, los “albertistas” se preparan para surgir y resurgir. Después de varios amagues, se verá si esta vez efectivamente ocurre.

Los gobernadores

En paralelo a los encuentros con intendentes, esta semana Alberto Fernández se reunió, con distintos grados de secretismo, con los gobernadores de Catamarca, Raúl Jalil; de Tucumán, Osvaldo Jaldo; y de Entre Ríos, Gustavo Bordet. Los diálogos, aseguraron fuentes oficiales, giraron en torno a las obras en las provincias. Pero desde el punto de vista político, se orientaron a ratificar el apoyo de los jefes provinciales afines y escuchar sus dudas con respecto a la letra chica del acuerdo con el FMI, que sufrió modificaciones técnicas a lo largo de los últimos dos meses en las conversaciones entre el ministro de Economía, Martín Guzmán, y el staff del organismo. También a prometer que las asistencias presupuestarias nacionales seguirán.

El Congreso

En el fondo de los diálogos está el interés por la influencia de los gobernadores en el Senado que controla Cristina Kirchner, aunque con menos peso desde la derrota en las elecciones legislativas. El Presidente busca asegurarse el apoyo al acuerdo con el FMI en la Cámara alta, una vez que el proyecto haya sido aprobado en Diputados, por donde ingresará al Congreso.

Ese será el anteúltimo tramo para lograr el ansiado objetivo de sellar definitivamente el pacto, que el Presidente buscará capitalizar como un gran triunfo político y usarlo de puntapié para lanzar la segunda parte de su mandato. Una vez aprobado por el Poder Legislativo, deberá recibir el aval final del board del Fondo. El Gobierno aspira a que esto se produzca antes del vencimiento para el pago del 22 de marzo de 2800 millones de dólares, una cifra que el Banco Central no puede afrontar con el caudal de divisas que registran hoy sus arcas.

Mientras tanto, en La Cámpora marcan resquemores con el ajuste. Si bien los líderes y las segundas líneas de la organización se mantienen sin emitir palabra en público, por lo bajo se despegan y señalan diferencias.

Hoy, inesperadamente, es la organización de Máximo Kirchner la que se siente atacada. En su carta de hace dos semanas, donde renunció al bloque de Diputados, su titular, además de manifestar los motivos de su dimisión -basados en su desacuerdo con el acuerdo con el FMI- deslizó un reproche por los” agravios recibidos”. Y destacó: “No lamento haber brindado un trato que no fue recíproco”.

No es el único. En los despachos kirchneristas pasan factura por la “ola de offs de los albertistas”, en alusión a las declaraciones fuera de micrófono que trascendieron en contra del ala dura del Gobierno a través de los medios. Hoy se sienten la víctimas del avance de un entorno presidencial que busca retomar la iniciativa después de los golpes que, consideran en la Casa Rosada, recibieron injustamente durante los dos primeros años de la gestión. Aunque son el grupo minoritario en la coalición, se basan, para tomar impulso, en un activo simbólico y material muy simple: su líder es el Presidente de la Nación.

A pesar de la permanencia de los ruidos internos, en simultáneo al armado propio, el Presidente busca conciliar con el otro lado. La semana pasada recibió al ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro en su oficina para dialogar sobre los detalles de la “agenda de trabajo” y tres días después lo llamó Wadito, como solía hacerlo antes de la intempestiva presentación de renuncia del ministro en plena crisis política por el revés en las PASO. Desde entonces la relación se había mantenido en términos protocolares, pero estaba “fría”, admitían en las oficinas de la Casa Rosada vinculadas a ambas terminales. Ahora el vínculo empezó a aceitarse a instancias de Alberto Fernández, quien habría “perdonado” al ministro de mayor confianza de Cristina Kirchner. Después tuvo otro gesto similar, al recibir a la titular del PAMI, Luana Volnovich, muy cuestionada por su viaje al caribe, en el Museo del Bicentenario de la Casa Rosada.

En tanto, el Gobierno está convencido de que obtendrá los votos para aprobar el proyecto de acuerdo por la deuda en el Congreso. Juntos por el Cambio apoyará mayoritariamente -aunque con excepciones. Pero lo hará con una estrategia discursiva orientada a desligarse del ajuste basada en un argumento técnico. Como dijo el referente de Republicanos Unidos, Ricardo López Murphy, en diversas entrevistas esta semana, creen que están obligados a apoyar el endeudamiento, de acuerdo a la ley de Fortalecimiento de la Sostenibilidad de la Deuda Pública que establece, entre otros puntos, que el endeudamiento en moneda extranjera bajo ley extranjera, y con prórroga de jurisdicción, requiere autorización del Congreso de la Nación.

Pero al votar a favor, varios legisladores aclararán que no estarán respaldando el programa económico y señalarán que, según la Constitución, la política económica es facultad exclusiva del Poder Ejecutivo.

Esta postura del ala más dura hizo ruido en las filas de Juntos por el Cambio, donde varios dirigentes vienen marcando la necesidad de conocer la letra chica del acuerdo. Los “halcones” aseguran que fue un error pedir ese detalle, y argumentan a quien les pregunte que este pedido se enmarca en la “natural curiosidad de los ciudadanos legisladores’.

Con reuniones a contrarreloj y los niveles de expectativa al máximo por la presentación del proyecto de ley sobre el endeudamiento con el Fondo Monetario Internacional, el Gobierno apura los trámites para que la iniciativa avance lo más rápido posible. El límite que se puso el Presidente, que dialoga a diario con el ministro Guzmán para recibir detalles de las negociaciones con el staff del Fondo, es la Asamblea Legislativa. Alberto Fernández buscará utilizar su discurso del 1ro de marzo como parteaguas entre los dos tramos de su gobierno. El primero, marcado por la pandemia y la derrota electoral. El segundo, espera, por el crecimiento y la tranquilidad por la postergación de los pagos al FMI hasta 2024.

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