Alberto Fernández conoce el juego de los estrados. Estuvo en Comodoro Py y se extralimitó adrede en su papel de testigo -lo hizo como recurso amplificador, mediático- para descalificar el juicio por irregularidades en la obra pública que involucra centralmente a Cristina Fernández de Kirchner. Además, cruzó con tono ofensivo al fiscal ante la insistencia con algunas preguntas. No fue un hecho menor: se trata del Presidente más allá de la formalidad de haber sido citado como ex jefe de Gabinete. La declaración y el mismo hecho de hacerlo en persona armaron una sobreactuación dedicada a CFK.
Parecen gestos a esta altura no correspondidos o de escaso efecto en la interna, que suma presión por el acuerdo que el Gobierno acelera con el FMI. El capítulo judicial no es nuevo. Alberto Fernández ya contradijo en buena medida sus declaraciones -previas a ser consagrado candidato- sobre las causas que apuntan a la ex presidente, pero el kirchnerismo más crítico de su gestión cree que hizo poco en serio para despejarle el frente judicial.
El clima doméstico es especialmente denso en estas horas. Olivos concentra su atención en allanar el camino en el Congreso para el entendimiento con el Fondo. Y el kirchnerismo no le hace fácil el trámite. Busca dejar en claro sus reparos y coloca todo lo que considera costos en la mochila presidencial. No es únicamente un juego de silencios luego del portazo de Máximo Kirchner. Dice contar con un núcleo duro significativo en Diputados y le cierra la puerta al ingreso del tema por el Senado. Es más, reclama detalles cuando el Gobierno busca una alternativa para transformar todo en un trámite light, sin precisiones sobre la letra chica.
CFK, La Cámpora y algunos aliados no parecen decididos a dinamitar el entendimiento con el FMI, sino a iniciar ya un camino diferenciado en la perspectiva del 2023. Es una fisura grave, mientras Martín Guzmán busca apurar las tratativas. Una tarea que debió añadir renovados esfuerzos políticos, diplomáticos e informales, para desandar en Washington los pasos del Presidente en Moscú y Beijing, más la coronación de las declaraciones en Barbados desairando los gestos de la administración de Joe Biden.
La secuencia de las batallas actuales expone malestar profundo en cada espacio y también torpezas. Con la actividad del Congreso paralizada, el foco quedó centrado casi de manera exclusiva en el Frente de Todos y no sólo por su condición de coalición de gobierno. En la oposición, la puerta fue abierta por Juntos por el Cambio al encontrar una fórmula elemental frente a sus propias disputas. En resumen, dijo que dará quórum y no trabará el acuerdo, una manera de facilitar el paso sin comprometerse con el contenido fino, que, por lo demás, es aún desconocido.
El Gobierno confía en el trabajo de Sergio Massa en Diputados, aunque ya no se trataría únicamente de contar adhesiones sino de tantear el terreno para una alternativa diferente. Es en parte lo que analizaron el Presidente y su círculo más próximo el último fin de semana. Lo que se deja trascender suena por ahora difuso, raro aunque no tanto en política. Una manera de cumplir formalmente con la ley que establece aval legislativo, pero a la tratativa en general y no al texto punto por punto.
En estos días, Olivos dejó circular casi como un hecho que el acuerdo podría ingresar al Congreso por la puerta del Senado. En tiempos de gestión peronista, ha sido siempre el recorrido para asegurarse la “media” sanción como cámara iniciadora. Pero esta vez, el tablero está más complicado.
El oficialismo no cuenta con mayoría propia, aunque puede imponerla con un par de aliados, si actúa como bloque unificado. Nadie se atreve a asegurarlo frente a la negociación con el Fondo. Pero además -y asoma como lo más sustancial- habría sido un pésimo mensaje a CFK. Se pretendería utilizar el Senado para darle aprobación al acuerdo, meter presión sobre el oficialismo en Diputados y colocar en situación incómoda a Máximo Kirchner, que además contaría con una veintena de legisladores en su línea.
No fue lo único. Hubo contactos de ministros llamados “albertistas” con algunos senadores peronistas para ver hasta qué punto se podría avanzar en esa cámara. Llamativo: los funcionarios no entraron en contacto con las autoridades del bloque, menos aun con la presidencia del Senado. Hablaron con algunos miembros, en particular con el grupo que se muestra disidente pero hasta ahora sin romper. Y buscaron aprovechar además la vía de los legisladores de vínculo firme con los gobernadores más cercanos, como el caso del entrerriano Edgardo Kueider -alineado con Gustavo Bordet-, o con fuerzas provinciales.
En este cuadro, el formoseño José Mayans hizo un movimiento fuerte. En parte, en defensa de su espacio como jefe de bloque, encolumnado con CFK y de línea ineludible con Gildo Insfrán. Mayans hizo declaraciones, y las difundió, reclamando conocer “el detalle del acuerdo” con el FMI antes de fijar posición como bancada. Todo vestido de manera cuidada y con el condimento de críticas al macrismo. El núcleo del mensaje quedó claro.
Mayans fue, además, el encargado de transmitirle a Olivos, a través del equipo económico, que el trámite legislativo del acuerdo con el Fondo debía arrancar por Diputados. Dicho de otra forma: la señal fue que no tendría sentido sondear cuánto respaldo lograría el entendimiento por la deuda. Un voto dividido del oficialismo en el Senado sería políticamente desastroso. Eso también explica la idea de un proyecto liviano -un “aval marco”- que deje en manos del Ejecutivo la responsabilidad por la letra precisa y sus efectos.
Todos saben de qué se habla: reducción significativa del déficit, fuerte límite a la emisión monetaria, poda aún indefinida de subsidios y tasas positivas reales.
En ese contexto, poco agregaría el gesto de Alberto Fernández ante la Justicia. El Presidente fue girando en sus posiciones: de críticas puntuales a procedimientos y prácticas judiciales -por ejemplo, las prisiones preventivas- pasó a la descalificación general de las causas. Ayer lo hizo con el caso del manejo de la obra pública en las gestiones de CFK. Un mensaje de escaso eco, esta vez desde Comodoro Py.