Alberto Fernández descarta cambios de Gabinete para evitar más sobresaltos internos en la gestión de gobierno

Busca calmar las aguas y dar señales de concertación en el Frente de Todos después de los ruidos por el principio de entendimiento con el FMI y de cara a la difusión de la letra chica del acuerdo, que amenaza con generar nuevas rispideces

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Alberto Fernández, Máximo Kirchner, Wado
Alberto Fernández, Máximo Kirchner, Wado De Pedro, Julio Vitobello y Gustavo Beliz

En medio de las disputas internas por las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), y en la antesala de la presentación de los detalles del acuerdo final, Alberto Fernández busca enviar señales de distensión para aplacar el nivel de tensión en el Frente de Todos (FDT). Los encuentros con su jefe de Gabinete, Juan Manzur, con el ministro del Interior y referente de La Cámpora, Eduardo “Wado” de Pedro, así como su declaración en Comodoro Py en una causa que involucra a Cristina Kirchner fueron algunos de los intentos para acercar posiciones en un clima de tirantez que llegó a límites inusitados en los últimos días, y que promete incrementarse por la aplicación de las primeras medidas que exige el organismo internacional para refinanciar la deuda con las elecciones de 2023 en el horizonte.

Hay serias posibilidades de que se celebren internas electorales entre el sector afín al Presidente y el kirchnerismo en la pelea por 2023. Pero en lo inmediato, también se avecinan nuevas luchas al interior del oficialismo, en el marco del acuerdo con el FMI, por la puesta en marcha de las exigencias del Fondo, que prometen generar rispideces.

Con la vicepresidenta y jefa del ala política dura, Cristina Kirchner, aún en silencio, el Presidente se dispone a retomar, una vez más, el rol de “garante de la unidad” con el que asumió y que se le escapó de las manos en los momentos más álgidos para la dinámica interna del Gobierno, con la derrota en las elecciones, el debate por el Presupuesto y las negociaciones con el Fondo como hitos de conflicto.

Atento a aflojar la interna del Frente de Todos, Alberto Fernández hace equilibrio entre los esfuerzos para fortalecerse y la necesidad de unidad, y pone en espera los mentados cambios en el Gabinete, aunque en su entorno aseguran que “siempre están bajo evaluación”.

Por ahora no planea desplazar a ministros o al jefe de Gabinete, Juan Manzur, y pierden fuerza los rumores sobre su salida, así como sobre la “repatriación” del ex ministro de Defensa, Agustín Rossi o la irrupción del actual embajador en Brasil, Daniel Scioli. Se había mencionado, como destino del primero, a la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) y el Ministerio del Interior de De Pedro. Pero estas opciones fueron desestimadas en la Casa Rosada e incluso en el círculo del santafecino y del ex gobernador bonaerense. De todas formas, en sus respectivos entornos señalaron que suelen encontrarse con el jefe de Estado de manera presencial o que hablan por teléfono para discutir maneras de “fortalecer el liderazgo del Presidente”. Por ahora no hay definiciones sobre sus regresos. En cambio, el Presidente se enfocará en movimientos “menores” en el Gabinete. El primero fue la designación en la secretaría de Cambio Climático de Cecilia Nicolini, hasta ahora asesora presidencial.

Para desestimar una salida de Manzur, ayer Alberto Fernández sumó al jefe de Gabinete a la reunión de Gabinete Económico que encabezó en Olivos, un tipo de encuentro que no se realizaba desde 2021, a pesar de las promesas del gobernador tucumano en uso de licencia de iniciar una nueva dinámica de encuentros semanales para ordenar el Gabinete. En la práctica, Manzur sólo encabezó un par de cónclaves con los ministros, apenas asumió. Cuando celebró el tercero, se sumó de manera inesperada Alberto Fernández, cuando aún se encontraba de capa caída por la derrota electoral. Fue una acción que muchos consideraron como un intento de recuperar espacio y protagonismo en la coalición y bajar el nivel de exposición del gobernador que había llegado con aires de renovación e hiperactividad.

Desde entonces no volvieron a convocarse encuentros del Gabinete económico ni en general, a diferencia de la dinámica durante la gestión del predecesor de Manzur, Santiago Cafiero -hoy Canciller-, que celebraba los primeros prácticamente una vez por semana.

A pesar de las amenazas de regreso de Manzur a Tucumán por la falta de espacio que se le otorgó en el Gobierno, en el entorno de Alberto Fernández directamente aseguran que no existen ya diferencias políticas entre ambos. Admiten que la relación estuvo tensa varios meses, pero consideran que las versiones en ese sentido, hoy, no son más que “operaciones”. Lo mismo refieren con respecto a De Pedro: la renuncia post-PASO quedó atrás y la relación se empezó a estabilizar, juran. E inscriben en ese marco la reunión de ayer entre el Presidente y el ministro que responde a Cristina Kirchner.

El encuentro no estaba previsto. El ministro político avisó a los propios sobre la hora que “subía” desde la planta baja de la Casa Rosada al primer piso para hablar con el Presidente. Discutieron sobre la “agenda de trabajo” en términos “muy buenos”, según describieron en la oficina del referente cercano a Máximo Kirchner. Desde los espacios de ambos difundieron el cónclave.

La semana arrancó con otro hecho político de relevancia que, aunque compete a la órbita del PJ bonaerense, tiene estrecha relación con la esfera nacional. Máximo Kirchner, en calidad de presidente partidario, convocó a las autoridades, varias de ellas funcionarios cercanos a Alberto Fernández -el ministro de Obra Pública, Gabriel Katopodis y el de Desarrollo Social, Juan Zabaleta, entre otros- a un encuentro en La Plata. Fue un gesto proclive a la unidad justicialista en medio de las frenéticas negociaciones de los últimos días -en especial durante el fin de semana- por el cierre de las listas -la fecha límite es el jueves- de cara a las elecciones del 27 de marzo.

Sin embargo, en su entorno señalaron que, de cara al frente nacional, fue una señal de “ratificación”: Máximo se mantiene firme en el rol de dirigente bonaerense a pesar del portazo que dio el bloque oficialista de Diputados al renunciar a la presidencia. Y eso, quiere mostrar, no hizo mella en la relación con intendentes y funcionarios nacionales y provinciales. “El único que queda díscolo es (Fernando) Gray, por un problema que ya parece personal”, deslizaron cerca del líder camporista.

La decisión de Alberto Fernández de declarar de manera presencial en el juicio oral contra Cristina Kirchner por las presuntas irregularidades en las obras públicas en Santa Cruz fue, también, un mensaje de paz en medio de la tormenta. El Presidente tenía planeado asistir a Comodoro Py prácticamente desde un comienzo. En los tribunales, durante una exposición de tres horas, defendió la gestión de la ex presidenta, criticó a la Justicia por la investigación causa y tuvo un tenso cruce con el fiscal Diego Luciani.

En la Casa Rosada como en el kirchnerismo consideran que el que corre es un período de “stand by” en las fricciones de la coalición nacional oficialista hasta conocer la letra chica del acuerdo con el FMI, que promete generar nuevos disturbios. Incluso, aventuran, peores a los que se vivieron a partir de la tercera semana de enero, cuando Martín Guzmán firmó el principio de entendimiento por la refinanciación de la deuda externa con el FMI.

Ahora se esperan nuevos ruidos, a partir de la difusión de la letra chica del pacto con el organismo internacional, que se conocerá después de que el board apruebe el documento final, que luego el Ejecutivo elevará al Congreso para aprobarlo. Fuentes oficiales aseguraron que podría trascender “muy pronto”. “Va a ser un año complicado, sobre todo en lo económico. Ayer la inflación cerró en casi 4 puntos. Se viene un escenario de tensión. Ahora hay calma chicha”, sintetizó un funcionario del kirchnerismo.

Según evalúan en Gobierno, es momento de acercar posiciones para que las -acaso- inminentes disputas por la aplicación de las medidas que exige el Fondo encuentren a la primera plana del Gobierno en un ambiente de cierta concertación -aunque pretendida- y evitar así que “todo vuele por los aires”, como amenazó con ocurrir hace dos semanas con la renuncia de Máximo Kirchner. Desde la Casa Rosada como en La Cámpora lograron neutralizar o revertir esa tendencia al endilgar la decisión exclusivamente a su figura, al calificarla como “personal”.

No fue casualidad que otros dirigentes camporistas salieran, aunque de manera subterránea, a desligarse. Por ahora, muchos gestos estarán orientados en ese sentido. Aunque otros, en simultáneo, se aparten de ese camino, como el jefe del bloque oficialista en el Senado, José Mayans, afín a Cristina Kirchner, que salió ayer a marcar sus dudas y a aclarar que esperará los detalles del memorándum con el Fondo para evaluar un eventual apoyo.

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