Alberto Fernández está molesto con la Secretaria del Tesoro de los Estados Unidos porque rechazó la posibilidad de eliminar los sobrecargos que se aplican a determinados créditos concedidos por el Fondo Monetario Internacional (FMI). Se trata de una propuesta presidencial que fue observada con interés por el Consejo de Seguridad Nacional que asesora en asuntos geopolíticos a Joseph Biden. De hecho, aunque a regañadientes, Biden aceptó que el G20 de Roma planteará al Fondo la eliminación de los sobrecargos que afectan la economía de los países pobres y de renta media.
La descarnada contradicción entre estos dos resortes clave de la Casa Blanca fue cuestionada por el jefe de Estado, que ya exhibe cierta desilusión con la administración demócrata y su estrategia diplomática en América Latina.
Alberto Fernández explicó ayer en Olivos que no rectificó sus críticas al rol que cumple Estados Unidos y el FMI en la región, y que consideró “oportuno” agregar que Biden apoyó a la Argentina “en el último tramo” de la negociación con el Fondo. Sin ese respaldo de Washington, el país hubiera caído en default hacia fines de enero.
Yanet Yellen es la secretaria del Tesoro. Su carrera es ejemplar y su influencia es determinante cuando Biden debe tomar decisiones económicas. Yellen tiene a David Lipton como consejero principal, un halcón con muchísima llegada a Wall Street.
Lipton avaló el crédito Stand-By por 44.000 millones de dólares que el FMI concedió al gobierno de Mauricio Macri, y jamás rechazó una orden directa de Donald Trump.
Por estas dos razones, el Presidente detesta a Lipton.
Alberto Fernández distingue entre Yellen y Lipton. Considera que Lipton impuso su posición en la Secretaria del Tesoro respecto a los sobrecargos del FMI, y pone a Yellen al margen de una decisión institucional que implica a la Argentina un costo anual de 900 millones de dólares.
En realidad, Yellen y Lipton funcionan en tándem. Y su rechazo a la poda de los sobrecargos va en línea con decisiones ya asumidas por el board del FMI, que en dos oportunidades descartó la propuesta que diseñó Martín Guzmán bajo las órdenes del jefe de Estado, pese a las recomendaciones del G20 celebrado en Roma.
Jake Sullivan está a cargo del Consejo de Seguridad Nacional de Biden. Tiene buen trato con Alberto Fernández y habla distendido con Gustavo Beliz -secretario de Asuntos Estratégicos- y Jorge Argüello, embajador Argentino en Washington.
Sullivan influye en el Presidente de los Estados Unidos. Pero no puede competir con la secretaria Yellen. Es cierto que Sullivan y Yellen piensan distinto acerca del papel del FMI frente a los países pobres y las naciones de renta media. Y esas diferencias son conocidas por Alberto Fernández, el canciller Santiago Cafiero, Beliz y Argüello, que poco pueden hacer para inclinar la balanza a favor de la Argentina.
En este contexto, el presidente reconoció ayer que la administración Biden colaboró para que Argentina lograra el entendimiento con el FMI y no dudó en cuestionar a Trump -otra vez- por su decisión política de conceder al gobierno de Macri un crédito Stand-By de 44.000 millones de dólares.
Sin embargo, Alberto Fernández ahora trasmite cierta desilusión cuando juzga a la administración demócrata y su agenda regional. “Esperaba otra cosa”, se sinceró con sus estrechos colaboradores en Olivos.
El jefe de Estado defiende su gira por Rusia y China, considera que la Casa Blanca resiste su perspectiva multilateral de las relaciones exteriores, y asegura que le “gustaría que Argentina también fuera la puerta de entrada de los Estados Unidos”, como se lo propuso a Vladimir Putin en el Kremlin.
La administración Biden ya comunicó a Buenos Aires su decisión política de evitar que la Argentina caiga en default. Pero ello no implica que avale la gira presidencial por Moscú y Beijing, o las declaraciones de Alberto Fernández en Barbados que ignoraron el rol que tuvo Washington para lograr el entendimiento con el FMI.
A la Casa Blanca no le gusta el zigzag de Alberto Fernández, desconfía del silencio de Cristina Fernández de Kirchner y tendrá muy poca predisposición hacia el gobierno peronista. En DC sólo importa que hará Putin con Ucrania.
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