Cómo es la propuesta de un filántropo y un periodista para mejorar la participación ciudadana a través de “jurados”

Nicolas Berggruen y Nathan Gardels, autores del libro “Renovar la democracia”, buscan formas de resolver los problemas en ese sistema político y creen que se necesitan cambios, entre otras cosas, para mejorar la confianza de las sociedades en los gobiernos

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El filántropo Nicolas Berggruen
El filántropo Nicolas Berggruen

En un mundo convulsionado y al borde de una guerra, un nuevo libro trae, junto a un exhaustivo análisis sobre el devenir y el estado de las democracias, inéditas propuestas para mejorar e incentivar la participación, con el eje en la creación de especies de “jurados” que opinarían sobre cuestiones políticas, sociales y económicas a través, en buena parte, de las redes sociales. Los autores son el filántropo multimillonario Nicolas Berggruen y el periodista estadounidense y editor de la revista Noema, Nathan Gardels, a su vez cofundadores del Instituto Berggruen, un think tank con sede en California que busca respuestas a los principales desafíos que traen los cambios para las sociedades, los gobiernos y los sistemas políticos.

Berggruen y Gardels comenzaron hace más de 10 años con el instituto, cuyo enfoque principal es observar los sistemas de gobernabilidad, especialmente las democracias, para intentar mejorarlas. Creen en la democracia, pero también consideran que en los últimos veinte años quedó diezmada en distintas latitudes y que perdió valor para los ciudadanos. Diagnostican que necesita cambios para persistir de manera saludable.

En una entrevista exclusiva con Infobae con motivo del lanzamiento de su libro Renovar la democracia. Gobernar en la era de la globaliza y del capitalismo digital (Nola Editores, 2021), que lleva prólogo del ex presidente de España, Felipe González, y está disponible en español, Berggruen adelanta las ideas que sugiere junto a su colega en el ensayo. Además de los “jurados” para incentivar la participación ciudadana en las decisiones colectivas -donde las redes sociales tendrían un rol preponderante-, sugieren la creación de un capital básico universal -que distingue de las rentas o asignaciones universales- para garantizar el correcto funcionamiento de la democracia, y proponen maneras para alcanzar un tipo de “nacionalismo positivo” en el mapa geopolítico mundial.

—¿Qué aspectos le parecen más urgentes para repensar o renovar de las democracias?

—Las democracias tienen una historia muy saludable. Y cuando algo que tiende a ser bueno, crece. Y ha crecido. En todo el mundo, durante el siglo pasado, la cantidad de países que se convirtieron en democracias es bastante extraordinaria. Pero en los últimos años está sucediendo lo contrario, y nos preguntamos por qué. Cualquier sistema, incluso si es un buen sistema, después de un tiempo necesita algunos cambios. Las democracias dan voz a todos, lo cual es maravilloso. Proveen, en general, un sistema donde el pueblo elige a sus representantes, y por tanto a su gobierno. Y, por lo tanto, la última palabra es de la gente, así que es todo muy bueno. Pero algunas cosas han cambiado en las últimas dos décadas. Una es que ha cambiado la confianza de las personas en los partidos en los que tradicionalmente se apoyaban. Eso realmente ha cambiado y ya no es el caso en muchos lugares. En segundo lugar, han cambiado los medios de comunicación y las audiencia. La llegada de muchas voces a través de los medios digitales es muy importante, pero fragmenta las opiniones. Entonces, la verdadera pregunta es, ¿cómo unes a las personas? Porque al final del día, las democracias funcionan no solo si se escucha a la gente, sino también si el gobierno cumple con la mayoría de la gente. En las democracias de hoy en día realmente hay voces más extremas que se escuchan más, y dominan el debate, y prácticamente secuestran las democracias. Históricamente, las democracias estaban destinadas a representar a la mayoría. La gente llegó incluso a temer a la tiranía de la mayoría. Ahora existe todo lo contrario. Los extremos dominan los debates democráticos. Casi se podría decir que las democracias han sido secuestradas por las minorías, y la pregunta es si esto es saludable. Y, si no lo es, cómo se aborda.

—En su libro encuentra en las redes sociales una respuesta a estas preguntas. ¿Cómo podrían estas herramientas podrían jugar para evitar este secuestro?

—Obviamente no hay una única solución que dure para siempre. Y tampoco hay una solución para cada situación, por lo que va a ser muy diferente en Argentina, en Chile, en Estados Unidos, en Alemania, o en Japón. Cada país, obviamente, tiene su propio caso. Para mí, la cultura es muy importante, lo que significa que siempre hay que tener en cuenta la historia local y la cultura local. Pero como idea general, lo que proponemos es que los fundamentos clave de las democracias permanezcan. Esto significa que la gente pueda votar, pueda elegir a sus representantes, y que los representantes, al final, determinen qué tipo de gobierno tendrá el país. Y luego, obviamente, habrá un gobierno que se encargará de llevar los asuntos del país, y ciertos órganos independientes para que exista alguna división de poder. Creo que el modelo es bueno.

—¿En qué consiste la nueva forma de participación que proponen?

—La diferencia a la que apuntamos está en la forma en que las personas se involucran. La información que se difunde es bastante diferente hoy si comparamos con lo que ocurría hace 50 o 100 años. Hoy existe la oportunidad de involucrar mucho más a los ciudadanos, porque ya están mucho más involucrados en todo, en su vida diaria, a través de las redes sociales. Entonces, ¿por qué no involucrar a los ciudadanos de una manera en la que participen mucho más en temas completamente diferentes, pero en lugar de hacerlo sólo a través del voto y la lucha por los votos, que al final del día conduce al populismo, por qué no tener debates? Nuestra idea, simplemente, debido al advenimiento de la tecnología, y de que existe la posibilidad de que la gente participe, es que se creen grupos similares a jurados, que se reúnan para debatir y pensar sobre ciertos temas, y luego presenten recomendaciones no vinculantes. Especies de observaciones de ciudadanos. De esa manera, todos estarían informados sobre diferentes temas.

—¿Estos temas también se someterían a votación?

—A veces, según el caso, se podría votar. O se podría simplemente informar a otros ciudadanos. En esencia, se trata de crear una nueva voz para los ciudadanos, una nueva forma de participar. Pero, a diferencia de participar solamente a través de votos y elecciones, se participaría realmente, a través de debates y encuestas. Se trata de introducir un nuevo elemento en la democracia.

—¿Cree que la gente, con todos sus problemas en la vida cotidiana, estaría interesada a gran escala en este tipo de participación? ¿No cree que mayoritariamente prefieren seguir depositando las decisiones en sus representantes?

—Esa es una muy buena pregunta. Pienso que depende del problema. Creo que si es algo que les concierne desde un punto de vista práctico o moral, pueden tener interés en participar. La idea no es que todos participen en todo, todo el tiempo, porque no es realista. Si esa fuera la propuesta, solo unas pocas personas participarían, y volveríamos a los extremos. Eso sólo empeoraría las cosas. La idea, aquí, es que se reúnan grupos más pequeños de ciudadanos que pueden ser elegidos por sorteo, un poco como un jurado, y se los haga participar. Puede haber una docena de personas, o un par de docenas de personas debatiendo un tema.

Renovar la democracia, por Nathan Gardels y Nicolas Berggruen
Renovar la democracia, por Nathan Gardels y Nicolas Berggruen

—¿Cómo proponen que se lleve a cabo la selección de “jurados”?

—Serían seleccionados preferentemente a través de un sistema similar a una lotería, y se les pagaría por su tiempo. Aportarían sus pensamientos en grupo, sobre temas diferentes, después de unos días de deliberación. La idea no es involucrar a todos en el país inicialmente. Pero existen los referéndums, a través de los cuales todo el país se involucra. La idea de tener comités de ciudadanos que informen a todos hace una gran diferencia.

—¿Se basan en alguna experiencia concreta?

—Sí, por ejemplo, esto ha sucedido en Irlanda, en temas que eran muy, muy difíciles, como el aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo. Fue un momento muy emocional para ese país y el proceso fue muy bueno, porque hubo debates. Los ciudadanos, antes de los referéndums, dieron sus valoraciones, y sus opiniones. Aunque la temperatura previa a las votaciones era alta, las emociones fueron mucho más bajas de lo normal. Las votaciones fueron muy claras en cuanto a quién ganó, y nadie protestó después, porque fue un proceso real donde se consultó a los ciudadanos, se transmitió su opinión antes de la votación. Entonces todos tenían la información y todos podían votar. En temas que son mucho menos populares, se puede trabajar en una escala menor.

—Escribieron sobre la pérdida del sentimiento de control en las sociedades actuales. ¿Por qué cree que se ha perdido y por qué ve en una mayor participación una forma de recuperarlo?

—Bueno, parece que la gente, a pesar de que tienen voz y de que saben que pueden ir a votar, no sienten que eso haga una gran diferencia. Es por eso que la participación electoral no es tan buena. Es mucho más baja de lo que podría o debería ser, posiblemente porque no sienten que su voz haga una diferencia. Y las cosas se han vuelto mucho más interesantes, porque todos tienen voz, pero también la forma de comunicarse es mucho más desordenada. Creo que en muchos países los ciudadanos tienen una escasa visión de lo que son, o de lo que significan. Y ese es un problema para muchos países. En un país como Estados Unidos, ¿hay una visión clara de lo que es el país? Probablemente haya dos visiones muy diferentes. Y creo que la gente, en algunos casos, está menos conectada, tiene menos claridad de lo que representa ser el ciudadano de determinado país. En otros casos les parece bastante claro. Parece que el país está muy dividido. Así que es mucho más difícil unir a la gente que, quizá, hace unas décadas. Además, algunos de los problemas que existen están claramente fuera del control de las personas, o incluso de los países, y esto hace que el contexto sea aún más aterrador para muchas personas. Me refiero a cosas como, por ejemplo, la pandemia, el cambio climático o la seguridad a nivel mundial. Este es el tipo de cosas que claramente están fuera del control de las personas, y creo que eso hace que las personas se sientan más ansiosas.

—¿Qué papel cree que juega la polarización en la pérdida de cohesión social, que también abordan en su libro?

—Bueno, empeora las cosas, claro porque si tenés opiniones polarizadas, en las posturas expresás la duda de tu vecino. Ellos tienen una duda sobre ti y vos tenés una duda sobre ellos. Esto hace que sea un poco difícil construir algo juntos y vivir juntos.

—¿Cree que este nuevo sistema de participación social en política podría ser útil para combatir la distancia ideológica predominante en varios países?

—Eso es parte de la idea. Que si se involucra a las personas o si sienten que se involucraron a través de sus conciudadanos, sentirán que alguien los está ayudando o que se escucha su voz y se discuten los problemas. Y no se trata sólo de ganar o perder, o de que se imponga un punto de vista extremo o del otro. La idea es ayudar a entenderse en este entorno, y se puede.

—Están planteando que las redes sociales podrían usarse para lograr una mayor participación, pero al mismo tiempo, está demostrado que las redes sociales contribuyen a profundizar la distancia ideológica.

—Mucho. Las redes sociales les dan a todos una voz, pero eso significa que hay un millón de voces. Y luego, para llamar la atención, algunas de las voces se vuelven bastante extremas, y de esa manera llaman la atención de los demás, por lo que es un contexto muy polarizante, como dices. Pero como cualquier tecnología puede usarse para el bien y para el mal. Así que nunca es una cosa o la otra. Creo que las redes sociales, claramente, al principio eran una forma de dar acceso a mucha gente. Eran muy, muy democratizadoras, así que eso es muy positivo. Luego se convirtieron en un instrumento de fragmentación, lo cual probablemente sea algo menos bueno. Ahora tenemos que pensar cómo pueden convertirse en un instrumento de debate, no de debate extremo. Creo que se pueden utilizar de esa manera.

—¿Qué papel tienen las empresas de redes sociales en este esquema de participación?

—Son, en esencia, plataformas. El argumento es que no pueden dar forma a las cosas, si bien los algoritmos dan forma al modo en que las personas interactúan. El argumento es que son solo una plataforma. Entonces no van a moldear o diseñar estas formas de discusión y participación. Eso, francamente, lo tienen que hacer los ciudadanos o los gobiernos, y está comenzando a suceder. Mencioné el ejemplo irlandés, y habrá otras formas de desarrollo en Europa. Estamos viviendo el comienzo de este cambio. Es una realidad que comienzó en los últimos años y se desarrollará. Creo que más en los EE.UU. Y probablemente sucederá en ciertos lugares como California, donde estamos nosotros. En Sudamérica ha comenzado a suceder, potencialmente, en Chile, y tal vez en Uruguay. Así que creo que las plataformas están ahí, la gente sabe que el entorno político se vuelve más extremo en lugar de menos, por lo que la gente sabe que estas herramientas podrían usarse al menos para discutir las cosas y tal vez unir a las personas.

—Están hablando de crear nuevas instituciones, pero hay una mirada generalizada de que los Estados ya son lo suficientemente grandes y de que el principal problema es la forma en que funcionan. ¿Qué respondería a este argumento?

—Sí, no queremos hacer las cosas aún más complicadas o burocráticas. No hay duda sobre eso. Al final del día, no se trata de si querés un gobierno o no. Para que la sociedad funcione, especialmente las grandes, se necesita un gobierno. La pregunta es por la calidad del gobierno y la igualdad que provee. ¿Cuánto está respondiendo realmente el gobierno a los ciudadanos? ¿En qué medida realmente es una organización de un servicio a los ciudadanos? Si creemos que el gobierno es una organización de servicio a los ciudadanos, entonces necesita responder a los ciudadanos. Lo que estamos proponiendo aquí es un servicio, es una forma de responder a los ciudadanos. Los negocios, incluido el de los medios de comunicación, responden muy bien a sus clientes, en este caso a las personas que los leen. Los gobiernos probablemente necesiten ser más receptivos con sus clientes. Los clientes son los ciudadanos, y hay que ver cómo el gobierno se vuelve más receptivo a sus ciudadanos al involucrarlos francamente en las cosas que les importan, y también escuchándolos más. Las herramientas que estamos proponiendo se pueden utilizar porque están disponibles hoy. Habría sido mucho más difícil hacer esto hace 50 años. Entonces, la idea no es hacer las cosas más complicadas, sino más receptivas, más dinámicas y usar herramientas modernas. Desafortunadamente, los gobiernos son bastante lentos en responder y el sector privado es mucho más rápido. La gente también es mucho más rápida, con el uso de las redes sociales. Esta es una forma de que los gobiernos estén en mayor en sintonía con lo que los ciudadanos realmente quieren.

—¿Cree que esta falta de participación, y esta falta de escucha del gobierno, están vinculadas con el auge del populismo en Occidente? ¿Crees que estos dos fenómenos están conectados?

—Definitivamente están conectados, y creo que uno alimenta al otro. Creo que, al menos en algunos países, la forma en que funcionaN, incluidas las redes sociales, han permitido voces más extremas y han ayudado a que los populismos se desarrollen y que los candidatos populistas se conviertan en jefes de países o en jefes de instituciones. Así que creo que definitivamente es el resultado del cambio de panorama.

—¿En qué consiste el concepto de nacionalismo positivo que presentan y por qué se relaciona con el esquema de participación que proponen?

—Es un concepto bastante simple. El mundo se está dividiendo, los países son y buscan ser cada vez más independientes. Por ejemplo, China está trabajando por sí misma, y lo mismo sucede con la India, con Rusia, con EE.UU. La idea del nacionalismo positivo es que está bien ser por uno mismo, pero brega por no estar en contra de los demás. Muy a menudo, el nacionalismo es el rechazo o el posicionamiento en oposición a los demás. Lo que estamos discutiendo es olvidar eso. Hacé que tu propia cultura, tu propio país, sean fuertes. Pero no necesitás pelear con otros o debilitar a otros para ser fuerte, para fortalecerte. Esa es la idea del lado positivo, en oposición a una especie de nacionalismo negativo, que es el nacionalismo contra los demás.

—¿Cree que la pandemia ha sentado un terreno fértil para la participación política a través de medios virtuales?

—La pandemia aceleró prácticamente todas las tendencias geopolíticas, sociales y tecnológicas, por lo que todos ahora están acostumbrados a los zooms, a otras comunicaciones digitales. Esto hará que sea mucho más fácil para las personas participar culturalmente en los asuntos de manera remota. No hay dudas sobre esto.

—En los inicios de las democracias, había ciertas reglas para considerar que un país estaba regido por la democracia, empezando por el voto o la libertad de expresión. Hoy, ¿cuáles cree que son las características centrales para aceptar que un país está regido por una democracia?

—La cuestión es la calidad de la democracia. Si querés que una democracia esté ahí para sus ciudadanos, que cumpla, no es suficiente sólo con el voto y la libertad de expresión. Estas son características muy, muy importantes, son libertades básicas. Pero también se necesita un Estado de derecho, que garantice protección para los ciudadanos como ciudadanos, entre sí, y también de cara al gobierno. Tener una voz libre no es suficiente. También se necesitan instituciones que funcionen, que realmente respondan a los ciudadanos. Y se necesita un conjunto de reglas que la gente pueda entender y con las que pueda vivir para que la sociedad funcione. Y por último, esto es muy importante, también necesitás dar oportunidades.

—¿Se refiere a oportunidades económicas?

—Un país, sea democrático o no, necesita dar la oportunidad a los ciudadanos de tener una buena vida. Que realmente haya oportunidades en una sociedad moderna. Hay requisitos mínimos para tener una buena vida: el acceso a la comunicación, a la información, pero también a la educación, al cuidado de la salud, al trabajo, al transporte, y finalmente a la vivienda. Todas estas cosas diferentes deben estar disponibles para que los ciudadanos puedan acceder a ellas. Una de las cosas de las que hablamos también en el libro es sobre el contrato social. En nuestro sentir, las democracias ricas, pero no sólo las democracias, pueden darse el lujo de dar a los ciudadanos un mínimo ingreso, o una participación. Esto se está debatiendo en EE.UU.

—¿Hablan de un ingreso o renta universal?

La idea no es simplemente dar dinero en efectivo a los ciudadanos que lo necesitan, o una renta básica universal. Lo que estamos argumentando es un capital básico universal, que es básicamente una participación en la economía de la sociedad. Y esto se puede hacer. De hecho lo han implementado países muy diferentes, como Australia, que es una democracia muy vibrante, donde tienen un plan de ahorro donde la mayoría de los ciudadanos posee una parte como individuos, y vale la pena, es mucho dinero. El australiano promedio tiene el equivalente a 200.000 dólares estadounidenses en este tipo de plan, que es mucho. Un ejemplo diferente sería Singapur, que no es una democracia normal, pero tienen fondos soberanos muy grandes para todos. Los construyen a lo largo de los años, por lo que la idea es dar una oportunidad a los ciudadanos de acceder a los bienes básicos para tener una vida material exitosa. Cuando hacés la pregunta, ¿qué es importante en la democracia? Yo respondo: son ciertos derechos. Es un gobierno, y es también el acceso a ciertos mínimos. Y nuestra sensación en estos días es que sobre todo en los países que son más ricos, el acceso es posible y empodera a los ciudadanos, los hace sentir parte del futuro. Y la mejor manera de hacerlo no es a través de los impuestos, que son una forma de redistribución, sino a través de la pre-distribución, es decir, antes de los impuestos, al principio, cuando se crea la riqueza, para asegurarse de que todos tengan una parte de la riqueza, del valor que se crea en un país.

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